38. KIHYUN

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El corazón de Kihyun latía con fuerza contra sus costillas. En las cuerdas aéreas, había un momento en el que soltabas una y tratabas de alcanzar la siguiente y te dabas cuenta de que habías cometido un error y ya no te sentías ingrávido, de que simplemente comenzabas a caer.

Los guardias lo arrastraron por la puerta de la prisión. Había muchos más guardias y muchas más armas apuntándolo que la primera vez que había ido allí, cuando había salido del vagón de la prisión con los demás. Pasaron por la boca del lobo y subieron las escaleras, y lo arrastraron por el pasillo a través del corredor del gigantesco recinto de cristal. Hoseok le había traducido el estandarte: poder fjerdano. Había sonreído con suficiencia al verlo, mirando los tanques y las armas, con un ojo sobre Changkyun y los demás en la pasarela opuesta.

Se había preguntado qué clase de hombres necesitaban exhibir su fuerza a unos cautivos indefensos y encadenados.

Los guardias se movían con gran rapidez. Por segunda vez esa noche, Kihyun se obligó a tropezar.

—Muévete —dijo el soldado en kerch, arrastrándole hacia delante.

—Van demasiado rápido.

Y le dio una fuerte sacudida en el brazo.

—Deja de incordiar.

—¿No quieres conocer a nuestros inquisidores? —le preguntó el otro—. Te harán hablar.

—Pero no estarás tan guapo cuando acaben.

Se rieron y a Kihyun le dio un vuelco el estómago. Sabía que habían hablado en kerch para asegurarse de que los comprendiera.

Pensó que tal vez fuera capaz de derrotarlos, a pesar de sus armas e incluso sin sus cuchillos. No tenía las manos atadas, y seguían pensando que tenían a un pobre prostituto entre manos. Heleen lo había llamado criminal, pero para ellos solo era un ladronzuelo con retales de seda púrpura.

Justo cuando estaba planteándose moverse, oyó otros pasos en su dirección. Vio las siluetas de dos hombres más de uniforme corriendo hacia ellos.

¿Podría enfrentarse solo a cuatro guardias? No estaba seguro, pero sabía que, si dejaban atrás ese corredor, todo habría terminado.

Volvió a mirar el estandarte del recinto de cristal. Era ahora o nunca.

Enganchó la pierna en el tobillo del guardia a su izquierda. Él se lanzó hacia delante y Kihyun llevó la mano hacia arriba y le rompió la nariz.

El otro levantó el arma.

—Vas a pagar por eso.

—No vas a dispararme. Necesitas información.

—Puedo dispararte en la pierna —se burló él, bajando el rifle.

Entonces se derrumbó en el suelo con unas tijeras saliendo de la espalda. El soldado que había tras él le dirigió un saludo alegre.

—Minhyuk —jadeó Kihyun, aliviado—. Por fin.

—Yo también estoy aquí, ¿sabes? —dijo Jooheon.

El guardia de la nariz rota gimió desde el suelo y trató de levantar el arma. Kihyun le dio una buena patada en la cabeza y no volvió a moverse.

—¿Conseguiste un diamante grande? —preguntó Minhyuk.

Kihyun asintió con la cabeza y se sacó la enorme gargantilla de la manga.

—Deprisa —dijo—. Si Heleen no se ha dado cuenta de que no lo tiene, lo hará pronto.

Aunque con el Protocolo Negro activado, no había gran cosa que pudiera hacer al respecto.

Minhyuk le quitó la gargantilla de la mano, boquiabierto.

SEIS DE CUERVOS - MONSTA XDonde viven las historias. Descúbrelo ahora