Cuando emergió en cubierta, Hyungwon tuvo que ir directamente a la barandilla. Todas esas ratas de canal y habitantes de los barrios bajos se habían adaptado con facilidad al mar, acostumbrados a saltar de barco a barco en los canales de Ketterdam. Solo al blando, Jooheon, parecía costarle. Tenía aspecto de estar tan mal como Hyungwon.
Era mejor con el aire fresco, cuando podía echar un ojo al horizonte. Había aguantado los viajes marítimos como drüskelle, pero siempre se había sentido más cómodo en tierra, sobre el hielo. Era humillante que esos extraños lo vieran vomitar sobre la barandilla por tercera vez en apenas unas mismas horas.
Al menos Hoseok no estaba ahí para presenciar su vergüenza. No dejaba de pensar en él en ese camarote, cuidando del chico de los cuchillos, hecho todo preocupación y amabilidad. Y fatiga. Parecía muy cansado.
Fue un error, le había dicho. ¿Que lo acusaran de tratante de esclavos, lo montaran en una nave kerch y lo metieran en la cárcel? Aseguraba que había tratado de arreglar las cosas. Pero incluso aunque eso fuera cierto, ¿qué importaba? Los de su clase no tenían honor. Hoseok lo había demostrado.
Alguien había hecho café, y vio a la tripulación bebiéndolo en tazas de cobre con tapas de cerámica. La idea de llevarle una taza a Hoseok entró en su cabeza, pero la aplastó. No necesitaba ocuparse de él ni decirle a Im que le vendría bien un descanso. Apretó los dedos, mirando los nudillos con costras. Hoseok había conseguido que esa debilidad arraigara en él.
Im le hizo un gesto para que se acercara al castillo de proa, donde él, Minhyuk y Jooheon se habían reunido para examinar los planos de la Corte de Hielo lejos de los ojos y oídos de la tripulación. Ver esos dibujos era como un cuchillo en su corazón. Las paredes, las puertas, los guardias. Deberían haber disuadido a esos idiotas, pero al parecer él era tan idiota como el resto.
—¿Por qué no hay nombres en ningún sitio? —preguntó Im, haciendo un gesto hacia los planos.
—No sé fjerdano, y necesitamos que los detalles estén bien —explicó Jooheon—. Debería hacerlo Chae. —Se apartó al ver la expresión de Hyungwon—. Tan solo estoy haciendo mi trabajo. Deja de fulminarme con la mirada.
—No —gruñó Hyungwon.
—Toma —dijo Changkyun, lanzándole un pequeño disco transparente que brillaba al sol. El demonio se había subido a un barril y estaba reclinado contra el mástil, con la pierna mala sobre un rollo de cuerda y ese maldito bastón descansando sobre su regazo. A Hyungwon le gustaba imaginar que lo rompía hasta hacerlo astillas y se las daba de comer a Im una por una.
—¿Qué es?
—Uno de los nuevos inventos de Raske.
Jooheon levantó la cabeza.
—Pensaba que hacía demoliciones.
—Hace de todo —dijo Minhyuk.
—Métetelo detrás de las muelas —dijo Changkyun mientras les entregaba los discos a los demás—. Pero no lo muer...
Jooheon comenzó a atragantarse y toser y se llevó la mano a la boca. Una capa transparente se había extendido sobre sus labios; se hinchaba como la garganta de una rana mientras trataba de respirar, mirando a izquierda y derecha con pánico.
Minhyuk comenzó a reír y Changkyun negó con la cabeza.
—Te he dicho que no lo mordieras, Jooheon. Respira por la nariz.
El chico inhaló profundamente, y sus fosas nasales se hincharon.
—Tranquilo —dijo Minhyuk—. Vas a acabar desmayándote.
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SEIS DE CUERVOS - MONSTA X
Narrativa generaleKetterdam es un bullicioso país, foco de comercio internacional donde cualquier cosa se puede conseguir por el precio adecuado. Y es precisamente donde Changkyun Im, el criminal más vivaz del Club Cuervo, encuentra al equipo perfecto para realizar u...