13. HOSEOK

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En el estrecho camarote médico, Hoseok trataba de sanar el cuerpo de Kihyun, pero no había sido entrenado para esa clase de trabajo. Durante los dos primeros años de su educación en la capital de Ravka, todos los Grisha Corporalki estudiaban juntos, iban a las mismas clases y hacían las mismas autopsias, pero entonces su entrenamiento se dividía.

Los Sanadores aprendían el intrincado trabajo de sanar heridas, mientras que los Mortificadores se convertían en soldados; expertos en causar daños, no en deshacerlos. Era una forma distinta de pensar en lo que esencialmente era el mismo poder. Sin embargo, los vivos eran más exigentes que los muertos. Para un golpe asesino hacía falta decisión, claridad de intenciones. Sanar era algo lento, deliberado, un ritmo que requería el reflexivo estudio de cada pequeña elección. Los trabajos que había hecho por Changkyun durante el último año ayudaban, y en cierto modo también su trabajo de alterar cuidadosamente el humor y modificar caras en la Rosa Blanca.

Pero mirando a Kihyun, Hoseok deseó que su entrenamiento no hubiera sido tan breve.

La guerra civil ravkana había estallado cuando él era todavía un estudiante del Pequeño Palacio, y se había visto obligado a esconderse con sus compañeros. Cuando la lucha terminó y el polvo se asentó, el rey Nikolai estaba ansioso por que los pocos Grisha restantes fueran entrenados y fueran al campo, así que Hoseok solo había pasado seis meses en clases avanzadas antes de que lo enviaran a su primera misión. En aquel momento, estuvo entusiasmado, pero ahora habría agradecido incluso una sola semana más de clases.

Kihyun era ágil, todo músculo y huesos finos, con la complexión de un acróbata. El cuchillo había entrado bajo su brazo izquierdo, y había estado muy cerca. Un poco más hondo y la hoja habría atravesado el corazón.

Hoseok sabía que, si simplemente sellaba su piel como había hecho con Jooheon, el chico continuaría sangrando internamente, así que había tratado de detener el sangrado desde dentro hacia fuera. Pensaba que le había salido bien, pero Kihyun había perdido mucha sangre y Hoseok no tenía ni idea de qué hacer al respecto.

Terminó de cerrar la herida y después cubrió a Kihyun con una ligera manta de lana. Por el momento, todo lo que podía hacer era vigilar su pulso y su respiración.

Mientras ponía los brazos del chico bajo la manta, Hoseok vio la carne cicatrizada en el interior de su antebrazo. Rozó suavemente con el pulgar los bultos y rugosidades. Tenía que ser por la pluma de pavo real, el tatuaje que llevaban los miembros de la Reserva, la Casa Exótica. Quienquiera que se lo hubiera quitado había hecho un muy mal trabajo.

Curioso, Hoseok levantó la otra manga de Kihyun. La piel de allí era suave y sin marcas. Kihyun no se había puesto el cuervo y la copa, el tatuaje que llevaban todos los miembros de los Despojos. Las alianzas cambiaban de un día al otro en el Barril, pero tu banda era tu familia, la única protección que importaba.

El propio Hoseok llevaba dos tatuajes. El de su antebrazo izquierdo era de la Casa de la Rosa Blanca. El que contaba estaba en el derecho: un cuervo tratando de beber de un cáliz casi vacío. Le decía al mundo que formaba parte de los Despojos, que meterse con él era arriesgarse a que se vengaran.

Kihyun llevaba con los Despojos más tiempo que Hoseok, pero no tenía tatuaje. Qué extraño. Era uno de los miembros más valiosos de la banda, y estaba claro que Changkyun confiaba en él tanto como podía hacerlo alguien de su tipo.

Hoseok recordó su expresión al dejar a Kihyun sobre la mesa. Era el mismo Changkyun (frío, maleducado, imposible), pero bajo toda esa furia le había parecido ver también algo más. O tal vez solo Hoseok solo fuera un romántico empedernido.

Tuvo que reírse de sí mismo: no le desearía amor a nadie. Era un invitado al que recibías y del que después no podías librarte.

Le apartó el pelo liso y negro de la cara a Kihyun.

SEIS DE CUERVOS - MONSTA XDonde viven las historias. Descúbrelo ahora