ONCE CAMPANADAS Y TRES CUARTOS
Changkyun se había planteado tratar de espiar a Hyungwon y Brum en el salón de baile, pero no quería perder de vista a Hoseok habiendo tantos drüskelle por ahí. Había apostado por los sentimientos de Hyungwon hacia Hoseok, pero siempre le habían intrigado las probabilidades.
El auténtico riesgo había residido en si alguien tan honesto como Hyungwon podría mentirle de forma convincente a su mentor. Al parecer, el fjerdano tenía habilidades ocultas. Changkyun había seguido a Hoseok y a Brum hacia la tesorería, después se había puesto a cubierto tras una escultura de hielo y se había concentrado en la repugnante tarea de regurgitar los paquetes de bombas de raíces de Jooheon que se había tragado antes de emboscar el vagón de la prisión. Había tenido que echarlos junto con un saquito de bolitas de cloro y unas ganzúas extra que se había tragado en caso de emergencia cada hora para evitar digerirlos.
No había sido agradable. Había aprendido el truco de un mago del Stave Oriental especializado en escupir fuego durante años antes de envenenarse por accidente al ingerir queroseno.
Cuando terminó, se permitió comprobar el perímetro de la tesorería, el tejado y la entrada, pero al final no le quedó nada que hacer salvo permanecer oculto y alerta, y preocuparse por todas las cosas que podían ir mal. Recordó a Kihyun de pie sobre el tejado de la embajada, iluminado con un nuevo fervor que no comprendía, pero todavía podía reconocer: propósito. Lo había bañado de luz; Tomaré mi parte y dejaré a los Despojos. Cuando había hablado antes de abandonar Ketterdam, él nunca se lo había creído, pero esa vez era diferente.
Había estado escondido en las sombras del arco occidental cuando las campanadas del Protocolo Negro habían comenzado a sonar, con los tañidos del Reloj Mayor retumbando sobre la isla, sacudiendo el aire. Las luces de las torres de guardia se encendieron en una oleada brillante. Los drüskelle alrededor del fresno dejaron sus rituales y comenzaron a gritar órdenes, y una oleada de guardias descendió desde las torres para extenderse por la isla. Había esperado contando los minutos, pero seguía sin haber señales de Hoseok o Hyungwon.
Tienen problemas, había pensado. O te equivocabas sobre Hyungwon y estás a punto de pagar por todas esas bromas sobre el árbol parlante.
Tenía que entrar en la tesorería, pero necesitaría estar a cubierto mientras forzaba ese impenetrable cerrojo, y había drüskelle por todas partes. Entonces vio a Hoseok y Hyungwon y una persona más que salían corriendo de allí. Había estado a punto de llamarlos cuando sonó la explosión y todo se fue al infierno.
Han volado el laboratorio, pensó mientras los escombros llovían a su alrededor. Yo no les he dicho que volaran el laboratorio.
El resto fue pura improvisación, y no había tiempo para explicaciones. Lo único que le había dicho a Hyungwon era que se encontraran con él junto al fresno cuando el Protocolo Negro comenzara a sonar. Había pensado que tendría tiempo para explicar más antes de que cayeran por la oscuridad, pero ahora solo podía esperar que no entraran en pánico y que su suerte lo estuviera esperando en algún lugar por debajo.
La caída parecía imposiblemente larga. Changkyun esperaba que el chico shu al que se aferraba tuviera algo que ver con Chaeyoung Sony no fuera algún prisionero desafortunado al que Hoseok y Hyungwon hubieran decidido liberar.
Le había metido el disco en la boca mientras bajaban y lo partió con sus propios dedos. Dio un golpe al látigo, liberando todos los cables, y oyó que los otros dos gritaban cuando estos se retraían. Al menos no caerían al agua atados.
Changkyun esperó tanto como se atrevió antes de morder su propio baleen. Cuando cayó en el agua helada, temió que el corazón fuera a parársele.
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SEIS DE CUERVOS - MONSTA X
Художественная прозаKetterdam es un bullicioso país, foco de comercio internacional donde cualquier cosa se puede conseguir por el precio adecuado. Y es precisamente donde Changkyun Im, el criminal más vivaz del Club Cuervo, encuentra al equipo perfecto para realizar u...