Capitulo 2.

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—¿Quién está ahí? —alcé la voz

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—¿Quién está ahí? —alcé la voz.

Comencé a escuchar pasos que se acercaban a mi habitación, pisadas fuertes y a la vez lentas que me petrificaban con cada sonido que resonaba en el silencio. De repente, el mismo enmascarado que me había estado acechando apareció frente a la puerta y se quedó inmóvil. Me reincorporé en la cama, sin apartar la mirada de él, apretaba con mis manos las sábanas, sentía que me iba a desmayar en cualquier momento.

Ahora podía observarlo con más claridad: era alto y robusto. La capa que llevaba hacía que su presencia se hiciera notar. Mechones de cabello negro sobresalían de su máscara, que era peculiarmente blanca con grietas doradas. Ese mismo tono dorado adornaba los detalles de su traje negro. Además, tenía un diseño curioso alrededor del ojo izquierdo, con bordes dorados. No mostraba casi nada de piel a excepción de su cuello. Él se notaba un poco transparente, se veía lo que tenía detrás de él.

¿Es un fantasma?

Sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo cuando esa idea llegó a mi mente. Me quité las cobijas de un tirón y, al lado mío en la mesa de noche, cogí el control remoto del televisor con la intención de lanzárselo.

—¡Lárgate ya! —grité desesperada, señalándolo con el control que temblaba debido a mi agarre.

El enmascarado continuó su camino, sin mirarme ni percatarse de mi existencia. Atravesó la pared detrás de mí. Mis ojos se abrieron y solté el control en ese instante. Pasaron unos segundos hasta que volví a reaccionar y me acosté de nuevo. Incapaz de conciliar el sueño, permanecí alerta, temiendo cerrar la puerta por si volvía a asustarme. Echaba un vistazo siempre a la entrada por precaución. Finalmente, después de dos horas, el agotamiento me venció y caí dormida. A la mañana siguiente, me levanté y lo primero que hice fue revisar las grabaciones de las cámaras que había colocado.

Debí suponerlo, no grabaron nada. Llamaré a papá, tal vez sí estoy perdiendo la cordura.

Tomé el celular y marqué su número. Unos minutos después, respondió la llamada.

—Hola papá, ¿cómo has estado? —traté de sonar calmada al hablar con mi padre.

—Muy bien, mi niña, estoy reparando una licuadora para un vecino. ¿Y tú, cómo estás?

—Me alegro... te llamé para decirte que lo sigo viendo —dije con un tono más serio, apretando el celular con fuerza.

—¿En serio? Eso definitivamente no es normal.

—Por la noche, mientras me iba a dormir, se paró justo frente a mi dormitorio, pero es transparente, parece un fantasma.

—Eso sí es raro. ¿No sería mejor mudarte? —respondió mi padre con un tono tranquilo, intentando aliviar la situación.

—Imposible, las otras casas en venta en este pueblo son demasiado viejas y se nota el descuido desde lejos. Si me mudo a otro pueblo, no tendré a alguien de confianza como Mia que al menos me ayude. No quiero la ciudad, quiero un pueblo.

—Entonces pídele a Mia que te acompañe algunos días en la casa para que no te sientas tan intranquila. Dame unos días y llegaré al pueblo —propuso con un tono de preocupación.

Amo a mi padre, pero sé que necesito enfrentarme al mundo real. Él no estará a mi lado toda la vida, y debo acostumbrarme a resolver las cosas por mí misma, incluso cuando él ya no esté.

—No, papá, puedo manejarlo. No te preocupes por mí, solo te estaba informando sobre la situación.

—Ok, pero me sentiré más seguro si hablas con Mia y sus padres.

—Tienes razón, ya es hora de que hable con Mia.

—Adiós, hija. Si la situación empeora, llámame de inmediato —colgó.

Decidí hablarlo con Mia una vez que entrara de nuevo a trabajar, había seguido el consejo de mi padre. Quité las cámaras de todos los lugares, sentí que no cumplían una función y solo las compré por el enmascarado. Lo único que grabarían sería a mí rebuscando en la nevera por la mañana. Ese día era algo gris. Necesitaba ducharme, me daba un poco de pereza porque me había dormido con el uniforme del trabajo. Al mirarme al espejo, lo primero que noté fue que mi rostro lucía unas ojeras enormes y el maquillaje corrido, lo cual resaltaba por mi piel pálida y mi cabello castaño oscuro, todo enredado.

—Parece que me peleé con alguien —bromeé mientras me echaba agua en el rostro.

Me bañé y me arreglé de manera casual, apliqué en mi rostro un maquillaje natural. Decidí dibujar la máscara del enmascarado en un papel, ya que no tenía nada más que hacer en mi día de descanso. Planeé preguntar a los habitantes si habían ocurrido sucesos paranormales relacionados con ese hombre para recopilar información. Salí de mi casa y me dirigí de casa en casa para conseguir información que pudiera resultarme útil.

Hablé con varias personas del pueblo. No es muy grande, pero tampoco pequeño; hay algunas casas abandonadas, la mayoría porque sus antiguos habitantes se mudaron a ciudades más grandes en busca de mejores empleos. A pesar de su mala fama, el pueblo es tranquilo, la gente es amable, y su arquitectura, con puentes y ríos y pequeños detalles que le dan elegancia, le otorga un encanto especial.

Pregunté a varias personas sobre el enmascarado, mostrando mi dibujo y preguntando si reconocían la máscara o si sabían de alguien en el pueblo que hubiera usado una similar. La respuesta siempre era la misma; todos negaban conocer a alguien que hubiera utilizado una máscara tan peculiar.

Sin encontrar información útil, regresé a casa. En el camino, pasé por un puente sobre un río que conducía a mi hogar. Saqué mi celular y me senté en el borde, dejando que mis pies colgaran en el aire con vista al río chocando contra las rocas.

Llamé a la señora que me vendió la casa, quien confirmó que no había nada en el pasado de la casa relacionado con el enmascarado. Esto solo añadía más preguntas a mi mente. Si este hombre enmascarado no tiene vínculos con el pasado del pueblo o de la casa, ¿qué es lo que quiere?

 Si este hombre enmascarado no tiene vínculos con el pasado del pueblo o de la casa, ¿qué es lo que quiere?

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ROMANCE MALDITO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora