Capitulo 20.

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El estruendo resonó fuerte al impactar el jarrón contra su nuca, esparciendo trozos de porcelana rota por toda la sala

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El estruendo resonó fuerte al impactar el jarrón contra su nuca, esparciendo trozos de porcelana rota por toda la sala. A pesar del impacto, solo pude escuchar una ligera risa proveniente de él, sin moverse cuando lo estallé. Cada segundo que pasaba a su lado se hacía más aterrador.

—¿Crees que un jarrón puede detenerme? —preguntó, sin apartar su mirada y con una calma perturbadora—. Parece que aún no entiendes quién manda aquí. ¿Quieres que deje rojo ese culo? Me lo pides a gritos.

—No iré a tu mundo —respondí con firmeza, levantándome del suelo.

—Entonces, será por las malas.

Sus palabras me impulsaron a actuar en ese momento. Me alejé de él y corrí hacia la cocina. Estaba a punto de agarrar un cuchillo cuando sentí su presencia justo detrás de mí. Me agarró por detrás de la nuca con fuerza. Su velocidad era desconcertante; no había escuchado ni sus pasos aproximarse hacia mí. ¿Cómo podía moverse tan rápidamente y en completo silencio?

Presionó su mano sobre mi nuca provocando molestia. Sé que lo hacía con esa finalidad ya que escuchaba una risa leve por parte de él. Con su otra mano, agarró firmemente mi cintura y me atrajo hacia él, forzando a nuestros cuerpos estar en contacto directo.

—Quiero que me escuches conejita, porque cuando despiertes, no estarás en el mismo lugar que conocías—aprieta más su agarrare en mi cintura—de hecho, podrías considerarlo un infierno, una completa basura. Pero, ¿qué puedo decir? Ese lugar lo moldeé a mi conveniencia.

El agarre en mi cintura se intensificó, sintiendo que podría dejarme marcas. Sin embargo, él parecía indiferente a la fuerza que aplicaba. Colocando mis manos en su agarre de mi cuello, intente apartar su mano. Me estaba asfixiando y me costaba respirar. De mi boca solo salían quejidos de dolor que eran cortos y casi inaudible.

—Seguramente no recordarás toda esta conversación, pero quiero que escuches esto y lo tengas presente. Iré por ti tarde o temprano, pero si quieres que eso no pase, debes estar atenta día y noche, porque si te despistas así sea un segundo— dijo en un tono directo —, el diablo te comerá—. Advirtió un tanto juguetón.

De pronto sentí como ponía una especie de toalla tapando mi boca y nariz, ya tenía previsto drogarme. Forcejear era inútil, mi cuerpo perdía la batalla. Me sentía mareada y cansada, mi vista se hacía borrosa y yo simplemente me desmaye.

Todo estaba oscuro y escuchaba susurros, nada más.

Al despertar, me encontré acostada en una cama en un cuarto desconocido. Inspeccioné el lugar con mayor detalle y noté un escritorio junto a mí. Sobre este, había un reloj, pero no uno común; era un holograma que proyectaba la hora en un intenso azul que iluminaba toda la habitación. El cuarto era simple, con lo esencial: una cama y un escritorio. Sin embargo, lo que realmente llamaba la atención eran las paredes, que estaban equipadas con estanterías que funcionaban como armerías. En ellas se alineaban armas cortopunzantes y de fuego de diversos tipos.

Me reincorporé y observé a través de la ventana que ofrecía una panorámica de la ciudad. Era noche y la luna brillaba con fuerza, pero a pesar de su luz, la atmósfera de la ciudad era opresiva. Faroles alumbraban las calles; algunos estaban en mal estado, otros ni siquiera encendidos. El tráfico era escaso, casi nulo, y la vista se completaba con rascacielos y edificios, viviendas.

Algunos edificios y rascacielos sin terminar con cables colgando de un lado a otro y basura acumulada en cada rincón marcaban el paisaje urbano con grafitis. Hologramas dispersos por toda la ciudad emitían anuncios y luces neón alumbrando en los establecimientos. De repente, una nave pasó frente a la ventana, subrayando el carácter futurista, aunque notoriamente descuidado en algunas cosas, de este mundo. La ciudad estaba intensamente iluminada durante la noche, un esfuerzo por mantener la claridad en la oscuridad. Lo que realmente destacaba de este lugar no era lo futurista que se miraba la ciudad, era la gente de este lugar: todos, incluso los niños, llevaban máscaras. Nadie mostraba su rostro.

—¿Qué es este lugar? —murmure aun viendo el paisaje distócico.

—Bienvenida al mundo de las máscaras, o mundo sombra, como prefieras llamarlo. ¿Te sientes mejor? —una voz familiar resonó en la habitación.

Mire atrás de mí y Dang estaba de pie frente a la puerta con una bandeja en sus manos, sobre la cual había una taza de agua tibia y una toalla.

—¿Dang?

No puede ser real.

No podía creer que Dang estuviera finalmente ante mí. Por un momento, la emoción me embargó, pero aún me sentía mareada y mi cabeza latía con dolor. No recordaba nada antes de llegar a este lugar; solo tenía vagos recuerdos de la fiesta de Halloween en el pueblo, pero nada más.

—No recuerdo nada —murmuré con un tono de voz quebradizo.

—No recuerdo nada —murmuré con un tono de voz quebradizo

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ROMANCE MALDITO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora