Capitulo 34.

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MARA

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MARA

Entré en mi cuarto, agarré las llaves, apagué las luces y cerré la puerta detrás de mí. Esperé hasta que no escuché más las pisadas de Amon antes de dirigirme a las escaleras que llevaban a la cafetería. Mientras bajaba, pensaba en el diseño de esas máscaras; no eran convencionales, y eso me perturbaba aún más sabiendo que ellos mismos las habían creado.

La cafetería estaba llena de gente. Había una fila en el fondo, en la parte derecha. A ambos lados de la fila, a solo un metro de distancia, había muchos mostradores con comida, y sobre ellos, hologramas que mostraban las fotos de los platos del día. La luz era tenue, apenas iluminando el lugar, y había muchas mesas esparcidas por la sala. El bullicio era constante. No sabía a dónde ir; todos parecían estar en sus propios grupos de amigos. De repente, vi a Meli a lo lejos, reconocí su pelo. Estaba sola en una mesa al fondo. Caminé hacia ella, recibiendo pequeños empujones de la gente que pasaba, y me senté frente a ella. No se dio cuenta de mi llegada hasta que hablé.

—Meli, ¿siempre te sientas sola?

—¿Mara?... sí, bueno... casi siempre. A veces Alma me acompaña —aclaró, quitándose la máscara y mostrando una pequeña sonrisa cálida—. Me pidió que buscara un lugar mientras él traía la comida.

Entrecerré los ojos, notando cómo su sonrisa cálida estaba acompañada por un rubor en sus mejillas.

—Él es muy bueno contigo.

—¿Lo es? No lo sé, a veces siento que lo hace por lástima —se encogió de hombros—. Ya sabes, no veo las expresiones de los demás.

—¿Consideras a Alma un amigo? —pregunte, cruzando los brazos y adentrándome en la conversación, tratando de entender la forma de pensar de Meli—. Dices que la gente se aleja por tu condición, pero, igualmente, tienes una relación cercana con él.

—¿Amigo?... ¿Al? —tragó saliva.

Di un pequeño brinco en el asiento cuando un estruendo resonó a mi lado en la mesa, haciendo que Meli retrocediera un poco. Me giré rápidamente hacia el ruido y vi dos bandejas en la mesa: una cargada con cinco hamburguesas y una soda, y la otra con una ensalada, un vaso de jugo y cubiertos. Alma se había sentado con fuerza, moviendo la mesa con las bandejas puestas. Comenzó a remangarse la camisa hasta los codos, dejando ver las vendas que cubrían sus brazos.

—Casi no te encuentro, Meli. La próxima vez súbete a la mesa y grita o algo —dijo Alma, sonriendo y dejando la bandeja de ensalada frente a Meli—. Ensalada...¿verdad? 

—Te pedí pasta —murmuró Meli.

—Emmm... —Alma miró a la derecha y vio la larga fila de cazadores. Sus comisuras se bajaron al ver la fila con fastidio—. Meli, desde acá veo que la pasta se acabó —dijo con seguridad en sus palabras—. No, espera, hay un poco... —alzó la voz—... ahhh, se la llevaron —añadió con tristeza, golpeando la mesa para añadir dramatismo.

ROMANCE MALDITO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora