Capitulo 35.

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—¿Mara? —Escuché de cerca

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—¿Mara? —Escuché de cerca. —¿Maritaa? —repitió la voz con un tono juguetón.

Parpadeé reiteradas veces hasta tener una buena visión de nuevo y no borrosa. La poca luz que entraba por la ventana pequeña del cuarto mostraba en el aire las pequeñas partículas de polvo cayendo de forma lenta y a la vez cautelosa, como si temieran perderse entre muchas otras. Giré mi cabeza hacia el lado izquierdo y cuando lo hice, me incliné un poco hacia atrás por el susto. Alma tenía una máscara, con el mismo diseño que usaba cuando nos conocimos. Estaba agachado, con los codos recostados en las rodillas y las manos descansando en su mentón. Tenia puesto una ropa deportiva de compresion.

—¿Qué tal mi nueva máscara? —dijo con un tono alegre, girando su cabeza hacia los lados para mostrarla mejor.

—Tiene un diseño curioso, cuídalo Al —enfatice en lo último.

—Esta máscara me va a durar hasta que llegue al tercer nivel —dijo, levantándose y colocando las manos en sus caderas.

—Si, con lo cuidadoso que eres —. Me levante y me estire un poco — ¿Por qué viniste a mi cuarto?

— Amon me pidió que te levantara para ir a entrenar ahora, desayunamos y directo a entrenar — salió del cuarto.

Guardé las llaves del apartamento en mi pantalón y cerré el lugar. Era difícil seguirle el paso a Alma; sus pasos eran muy apresurados y poco le importaba dejarme atrás.

—Al, ¿dónde está Dang? —pregunté, echándole un vistazo desde lejos a la puerta del apartamento de Dang antes de bajar por las escaleras.

—Dang descansa hoy —respondió con un tono algo distante.

—Quítame algo que me ha mantenido inquieta —alcé la voz—. ¿Qué es un ángel de la muerte?

No escuché una respuesta, solo un silencio. Seguí bajando por las escaleras de forma lenta, escalón por escalón. Me encontré a Alma mirándome de frente, impidiéndome continuar.

—Una persona con un aura fuerte, como Dang y Amon. Por eso tienen el título de líder. Su nivel es el cuatro, es difícil llegar a ese nivel para cualquier cazador —apretó los puños—, pero no imposible. Por eso entreno tanto —Se dio la vuelta y siguió bajando.

Dejé la conversación hasta ahí sin pedir más detalles. Desayunamos algo simple; la cafetería estaba un poco vacía, así que no había fila, por lo cual pudimos desayunar sin tanta espera. Terminamos de desayunar y nos fuimos a la sala de entrenamiento. En la entrada estaba Axel, con la espalda recostada en el marco de la puerta y los pies cruzados. Vestía un pantalón de chándal holgado de color gris combinado con una camiseta de color negro ajustada a su torso.

—¿Trajiste más cigarrillos? —preguntó Alma, poniéndose frente a Axel.

—¿Tengo cara de vendedor o qué? —replicó, soltando el humo en la dirección de Alma—. No traje más.

ROMANCE MALDITO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora