Una noche, mientras dormíamos después de cenar en el tren con otros compañeros cazadores, el sonido de una vibración leve se escuchó en nuestra habitación, alertándonos a los tres al mismo tiempo y captando toda nuestra atención.
—¿Qué es ese sonido? —preguntó Meli desde abajo de mi litera—. ¿Una alarma?
Alma se percató de que venía de Houtai y, molesto por la interrupción, gruñó. Luego tomó al muñeco y, con la cremallera que le había cosido, lo abrió. Siguiendo el sonido, sacó el comunicador que nos dio Axel. Una luz azul titilaba al ritmo de la vibración. Debido a que la luz tenía un brillo intenso, Alma entrecerró los ojos para adaptarse a las circunstancias.
—¿Qué quiere ese imbécil a estas horas? —frunció el ceño mientras se ponía el comunicador. Se recostó en la pared y, de una patada, tiró a Houtai al piso—. Espero que sea importante.
Se escuchaban murmullos a través del comunicador, y Alma puso los ojos en blanco, cruzando los brazos con una expresión de fastidio que no cesaría hasta volver a dormir.
—¡Ugh! Que si te estoy escuchando —respondió Alma de mala gana—. ¿Eh? ¿Qué? Pues queda una cama en nuestro cuarto, pero también hay más habitaciones vacías.
Me quedé mirando a Al y esperé a que finalizara la llamada para hacerle preguntas.
—Ok, si algo pasa me avisas, pero durante el día —enfatizó Al lo último.
—¿Qué te dijo Axel? —pregunté.
—Amon y Dang ya terminaron su misión, vendrán con nosotros para reforzar. —Al se dejó caer de nuevo en la cama y, con un movimiento rápido, se cubrió con la manta.
—¿No tienes frío? Solo llevas puesta la bermuda, deberías ponerte algo arriba —le sugerí a Al, pero la respuesta de él fueron sus ronquidos.
No sé ni por qué me esfuerzo en darle consejos si sé que no los tomará.
Veré a Dang de nuevo; sé que esto es bueno porque hace tiempo no lo veo, pero aquel beso que nos dimos no puedo sacarlo de mi mente. Si lo veo, recordaré ese momento, y solo espero no ponerme nerviosa frente a Dang.
Cuando volví a dormir, tuve algunas inquietudes sobre el siguiente día, pero logré controlar esos pensamientos intrusivos y dormir sin pensar demasiado en lo que podría suceder. Según yo, ese es el motivo de mis pesadillas; siempre estoy sobre pensando demasiado y el estrés convierte esas cosas en pesadillas. Me aferraba a esa idea.
Un golpe fuerte me despertó, haciendo que me incorporara de inmediato. Tragué saliva y miré a todos los lados del cuarto, viendo entrar rayos de luz verde por la pequeña ventana sucia que teníamos como vista. Me sostuve de las barandas de mi camarote y, con prisa, miré debajo de mi cama, pero Meli no estaba, ni tampoco Alma en su litera.
—¿Dónde están? —me dije a mí misma en voz baja.
El sonido se volvió a repetir, y se escuchaban dos personas peleando afuera del cuarto. Sin entender la situación, bajé las escaleras con cautela y di dos brincos hasta llegar a la puerta que se deslizaba. Tiré con fuerza hacia la derecha la puerta, y lo primero que vi fue a Al, que respiraba con fuerza, con sangre salpicada en el rostro. Miraba hacia abajo con el puño temblando, manchado también de sangre en las vendas. Debajo de él, un chico de servicio del tren, sin la máscara que todos los sirvientes llevaban, tenía sangre goteando por las fosas nasales, los labios temblorosos y estaba recostado contra la pared, adolorido, mirando a Al.
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ROMANCE MALDITO.
RomanceMara decidió mudarse a un pueblo tranquilo, sin imaginar que conocería a un enmascarado. Esto sería lo peor, ya que después de conocerlo, su vida seria atormentada. Una fecha maldita. Un pueblo con secretos. Un amor enfermizo y a la vez maldito. No...