Capitulo 32.

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Dang inspeccionaba con la mirada los rincones más oscuros y los lugares donde un intruso podría esconderse

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Dang inspeccionaba con la mirada los rincones más oscuros y los lugares donde un intruso podría esconderse. Sin embargo, lo único que se oía eran las respiraciones pesadas de los cazadores, agotados tras bajar las escaleras. Algunos estaban sentados en el suelo, mientras otros yacían recostados, mirando al techo, temiendo que en cualquier momento fuera su turno de explotar.

Gente que explota de la nada.

Sería algo sacado de una película, pero lo vi con mis propios ojos; la sangre que tenía en mi rostro y traje confirmaba lo que ya era obvio.

Dang y yo nos acercamos a Meli y Alma, que estaban sentados en las escaleras. Meli se había quitado la máscara, y sus sollozos resonaban más fuertes sin ella. Alma intentaba consolarla, acariciándole suavemente la cabeza.

—Si no morimos en la batalla, será explotando de la nada—se quejó Meli, secándose las lágrimas con el brazo y bajando la cabeza.

Alma frunció el ceño y miró alrededor, observando a los cazadores de una manera extraña.

—Dang, ¿no te parece extraño?—dijo Alma, dejando de acariciar la cabeza de Meli sin apartar la mirada de los cazadores—. Nadie más ha explotado.

—Eso mismo estaba pensando—responde Dang, mirando en la misma dirección que Alma—. Si nadie más explota...

—Nuestras sospechas serán ciertas—añadió Alma, recostándose en las escaleras y abriendo las piernas—. Están demorando demasiado — levanto un poco la cabeza—. ¿Qué estarán haciendo esos tres?

—Deben estar calmando a Amon, fue mi culpa haberlo alterado— confesé en un tono apagado.

—No sabías nada de la condición de Amon, es normal que tu primera reacción sea desconcertante, lo mismo le pasó a Alma—aclara Dang—. Nunca deja mostrar su rostro, pero Jaz me dijo una vez que su rostro estaba deformado por quemaduras que había tenido, no se sabe cómo se las ocasionó.

—Quiero fumar—murmuró Alma casi diciéndoselo para sí mismo, apretando los ojos y tensando el mentón. Alma estaba tan tenso que sus pies daban un leve golpeteo al piso, subiendo el talón y bajándolo de manera simultánea.

Meli dejó de frotarse los ojos con el brazo y, al alzar un poco la cabeza, me sorprendí al notar que el iris de sus ojos era de color blanco, asemejando al algodón. Todo este tiempo pensé que Meli era ciega por el diseño de la máscara.

—Entiendo un poco a Amon, ser ciega es lo peor—susurra Meli—algunas personas me ignoran por mi condición y eso me causa un poco de inseguridad—se vuelve a poner la máscara con sutileza.

Pasaron varios minutos sin que nadie se moviera, todos expectantes de quién sería el próximo en explotar. Dang permanecía alerta, pero no ocurrió nada. El silencio solo fue roto por las pisadas de Amon, Axel y Jaz, que descendían las escaleras.

ROMANCE MALDITO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora