Capitulo 10.

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Me desperté agitada, respirando rápido y sudando

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Me desperté agitada, respirando rápido y sudando. Mis manos temblaban cuando las miré. Todo había parecido tan real: la voz de Dang, suave pero a la vez grave, aún resonaba en mis oídos. Podía aun sentir el tacto de su mano en mi cintura, transmitiendo una calidez que parecía haber trascendido el sueño, y ni hablar de esa sonrisa angelical que se cargaba.

No, espera. Debo ser realista. Ni siquiera conozco su rostro. Esto no puede estar sucediendo. Debo manejar esta situación con calma. Ahora sé cómo inducir un sueño lúcido; esta noche aclararé mis dudas y descubriré quién está detrás de esa máscara.

Pocos minutos después, mi celular que había dejado en la mesa de noche empezó a sonar. Aún temblando, lo tomé con ambas manos. Era Mia. Contesté la llamada.

—Mia, ¿Cómo has estado?—dije, con tono energético mientras me estiraba de la cama.

—Mara, ¿puedes venir a mi casa?—habla con tono bajo.

Es raro que ella lo pida de la nada. Mi tono energético se apago de repente y se volvió de preocupación. 

—¿Todo está en orden?—apreté el celular contra mi oído y fruncí el ceño al escuchar sollozos—¿Mia? ¿Qué está sucediendo?

—Mara, mi padre ha estado mal de la salud estos últimos días—hizo una pausa para tomar aire y continuó—ayer tuvo una recaída. No te había contado porque pensé que mejoraría con el pasar de las semanas.

—Ya voy, espérame en 10 minutos—.colgué y me aliste con ropa cómoda.

Sin perder tiempo, salí de mi casa. Eso es lo bueno de este pequeño pueblito; tiene sus ventajas y desventajas. La ventaja es que todo está más cerca, y en esta situación, pude llegar más rápido. 

Al llegar, Mia me abrió la puerta, su nariz hinchada y roja de tanto llorar, con la mirada inexpresiva. La envolví entre mis brazos y Mia me abrazó con mucha fuerza.

—Gracias por venir Mara.

Me soltó y nos dirigimos al cuarto de sus padres. Mia abrió la puerta sutilmente, asegurándose de no hacer ruido para que su padre no nos escuchara. Entramos, y la madre de Mia sostenía la mano de su esposo, sentada en una silla al lado de la cama, mirando el suelo. Parecía absorta en sus pensamientos hasta que escuchó que entrábamos y  alzo la mirada.

—Salgamos del cuarto chicas—sugiere la Sra Elena y mira a Mia—tu padre debe estar descansando, hablemos afuera.

La Sra. Elena nos hace salir de la habitación y nos lleva a la sala. Prepara unas galletas y también trae leche, que pone en la mesa frente al sofá. Las tres nos sentamos; el ambiente estaba un poco pesado, no era normal tener este tipo de ambiente cuando yo venía a la casa de ellas, se notaba mucho la diferencia: el silencio, la mirada perdida de Mia, la Sra. Elena entrelazando sus manos con cara de frustración.

—Un placer verte Mara, lastimosamente no estamos de buena energía como siempre para atenderte de la mejor manera—.dijo la Sra Elena con un tono desanimado.

—No se preocupe Sra Elena, como usted sabe yo fui criada por mi padre, y este tipo de situaciones hacen pensar que en cualquier momento se le puede venir encima todo.

—Desde que llegamos al pueblo, mi esposo ya venía con complicaciones de salud antes de venir —aclara y esconde su rostro con sus manos—. ¡Intentamos con Mia decirle que nos mudáramos después, que fuera primero al hospital y...! —su tono de voz comenzó a subir, pero lo volvió a bajar—. Disculpa, estoy un poco frustrada.

—Madre, ya todo se va a solucionar— dice Mia.

—Eso espero hija—responde la Sra Elena y abraza a Mia.

Ojalá mi madre me estuviera abrazando así... Se notaban lágrimas escurriéndose por las mejillas de la Sra. Elena, evidenciando su tristeza por la situación actual de su esposo. Luego, se escucha un estruendo afuera de la casa. Comienza a llover de forma agresiva y el viento choca bruscamente con los árboles, mientras las ramas dan leves golpeteos en las ventanas, acompañado de una tormenta. En esta situación, el universo decide añadir el escenario perfecto.

—Sra. Elena, aún hay tiempo, sería volver a la ciudad. Aquí no hay muchos hospitales y si digo que hay tres, ya es mucho. Lo más seguro es que recomienden ir a la ciudad si es de urgencia —dije.

—Sí, de hecho ya lo teníamos planeado desde ayer, solo que Mia quería verte antes de partir para la ciudad.

Comenzó a descampar después de unas horas, aunque seguía lloviendo, pero no tan fuerte como antes. El reloj marcaba las 6 PM; ya era hora de irme. Abracé a Mia y a la Sra. Elena y les deseé un buen viaje al salir de su casa.

—Mara, no sé cuándo volveré; estaremos hospedados con la familia de mi madre.

—Tranquila, yo me encargo del trabajo y les comento—dije mientras me alejaba.

—¡Mara! No te olvides de llamarme —grita Mia.

Mia se despedía agitando la mano de manera alocada. Sonreí ante ese gesto y me alejé. Aunque seguía lloviznando, solo eran 10 minutos caminando desde la casa de Mia hasta la mía. La noche ya había caído, así que utilicé la linterna de mi celular para guiarme. El camino estaba un poco resbaladizo, pero no tanto como para temer caer en cualquier momento.

Llegué a casa y me dirigí rápidamente a mi cuarto para descansar. Me puse una pijama y fui al baño para secar un poco mi cabello mojado por la llovizna. Aún se escuchaban estruendos debido a la tormenta y, a veces, los relámpagos iluminaban por unos instantes mi cuarto. Prendí la luz del baño y me agaché para sacar el secador de uno de los cajones del mueble debajo del lavamanos. Me levanté de nuevo y, al mirarme en el reflejo del espejo, quedé perpleja. Noté que no era yo, sino aquel enmascarado. 

Mi reflejo era él.

Mi reflejo era él

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ROMANCE MALDITO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora