Capitulo 5.

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Ese mes pasó en un abrir y cerrar de ojos y, otra vez, regresé a mi hogar

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Ese mes pasó en un abrir y cerrar de ojos y, otra vez, regresé a mi hogar. Aunque durante mi estancia en otro lugar deseaba que el ente cesara sus andanzas en mi casa, seguía apareciendo. Volví al mismo punto de partida de toda esta extraña situación, sin encontrar las piezas correctas para armar el rompecabezas. La presencia se hacía más fuerte con el pasar de los días, especialmente en algunos lugares de mi casa, y, de manera muy específica, en mi cuarto. Allí, la atmósfera se sentía pesada, una sensación opresiva que me recordaba que no estaba sola cuando regresaba de trabajar. Algo me inquietaba profundamente: no era la misma presencia del enmascarado, sino algo más intenso, como si se tratara de una advertencia, o al menos así lo percibía todo mi cuerpo.

Cuando abrí los ojos después de dormir un poco, escuché a lo lejos dos leves golpes en la puerta principal. Levanté la cabeza para mirar hacia la entrada de mi cuarto y prestar atención por si el sonido había sido real.

—¿Mara? —dijo Mia.

¿Mia visitándome a estas horas? No era nada común en ella.

Era un fin de semana gris, y no tenía que trabajar, lo cual era lo único bueno, ya que planeaba dormir todo el día para recuperar fuerzas y seguir con la rutina laboral. Abrí la puerta con lentitud, mostrando poco a poco la silueta de Mia. Era extraño verla a esa hora. Su presencia, que usualmente reconfortaba en los días tristes, hoy se sentía tensa, cargada de una preocupación que deformaba su habitual sonrisa. Apretaba los puños con fuerza.

—Mara, ¿cómo has estado? —preguntó Mia con evidente inquietud. Era de esas personas que no podían ocultar nada; sus expresiones siempre la delataban.

—Bien, de hecho, todo el día voy a descansar. ¿Y tú, Mia? —le sonreí levemente.

—Bien —respondió, desviando la mirada—. Espero que de verdad estés mejor. Quisiera quedarme más tiempo contigo, pero tengo asuntos urgentes. Solo quería saber cómo estabas.

—¿Qué asuntos? —pregunté, arqueando una ceja.

—Lo sabrás después —respondió de manera cortante.

Sin dar más explicaciones, Mia se fue corriendo, dejando dudas en el aire sobre su extraño comportamiento.

Esa no era la Mia de siempre. Algo sucedió, pero mejor esperaré a que ella misma me lo cuente.

Entré otra vez a la casa y me dispuse a descansar. Mientras caminaba hacia mi habitación, mis pasos se volvían pesados y más cuando me acercaba a mi alcoba. Me sentía débil, y mi cabeza daba vueltas, como si fuera a desmayarme en cualquier momento. Me acosté en la cama, que seguía destendida. Solo el tic-tac del reloj rompía el silencio de mi cuarto. Antes no sentía esa pesadez en el cuerpo, algo estaba fuera de lugar. Con el paso de los minutos, mis ojos se cerraron poco a poco hasta que me quedé dormida.

Pasaron las horas, y en medio de la noche, entre sueños borrosos, vi algo. Una figura humana se acercaba a mi rostro. Supe que era el fantasma solo por la máscara característica que siempre llevaba, junto con su atuendo elegante y refinado. Demasiado cansada para reaccionar, apenas parpadeé e intenté moverme, pero mi cuerpo solo me pedía volver a dormir.

Desperté de inmediato cuando el sonido del despertador me sacó de ese pesado sueño.

Qué sueño más extraño. Se sintió demasiado real. Ahora no solo me atormenta en mi casa, sino también en mis sueños...

Me levanté casi sin fuerzas y me estiré de manera poco habitual para comenzar bien el día. Unas horas después terminé mi rutina diaria y me disponía a ordenar mi habitación. Verla limpia siempre me proporcionaba paz, era algo terapéutico para mí. Mientras tendía la cama, algo cayó al suelo. Era una nota de papel, un poco arrugada y arrancada de una hoja más grande. Sin prestarle atención, la aplasté en una bola y la arrojé a la basura.

Continué arreglando la cama, pero de repente recordé los eventos del día anterior, la pesadez en mi cuerpo y ese sueño extraño que había marcado el final del día anterior. Aunque mi memoria era vaga, recordaba con claridad la peculiar máscara de aquel hombre.

Esa nota... no recordaba haber arrancado ningún trozo de hoja recientemente ni haber escrito algo y dejarlo en mi cama. Si hubiera hecho una nota, la habría puesto en la nevera con un imán.

Me acerqué a la papelera junto a mi escritorio. No la usaba mucho, así que solo estaba esa nota que acababa de botar. La recogí y la intenté alisar con paciencia. Tenía algo escrito en letra cursiva y con buena ortografía:

"¿Quién eres?"

"¿Quién eres?"

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ROMANCE MALDITO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora