Capitulo 33.

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MIA

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MIA

"Iré a Darkling Hill"

fue el último mensaje que le envié al padre de Mara antes de partir al pueblo. Habían pasado días sin respuesta; no contestaba mis llamadas, los mensajes seguían sin ser vistos. Algo dentro de mí sabía que algo pasaba. El estrés me carcomía por completo, con la salud de mi padre y ahora el temor de que algo le hubiera pasado a Mara. El jefe, Lily y Marco me dejaban en visto los mensajes; me estaban ignorando y mi ansiedad me llenaba la mente de ideas sobre el paradero de Mara que por cierto no eran nada agradables.

Halloween fue un tormento en mis pensamientos. Ese mismo día Mara dejó de comunicarse conmigo y con su padre. Recibí varios mensajes por parte de él:

"Mia, ¿Mara está contigo?"

"Mia, dime que sabes algo de Mara, por favor."

"¡Por favor, Mia, dame alguna información de mi hija!"

Mia. Mia. Mia.

La preocupación del padre de Mara se intensificaba con los mensajes nuevos. Intenté calmarlo diciéndole que ella estaba bien, que simplemente estaba ocupada y no tenía tiempo de responder y que iría a verla y asegurarme de su bienestar, pero... ¿a quién engaño? Esta situación es anormal. Mientras respondía por mis actos, yo me hundía en la presión de mi descuido por mi mejor amiga. Yo fui quien le dijo que se mudara a Darkling Hill. Mi madre entendió el peligro de la situación y me dejó ir al pueblo, cuidando de mi padre en mi ausencia.

Me mantenía en la idea de que no tuvo tiempo de responder.

Sabía bien sobre los rumores que se decían de aquel pueblo: "la cuna de gente retorcida". No creía en esos rumores; mucha gente descartaba ir a ese lugar o lo visitaban de día para seguir su recorrido por otros pueblos cercanos a Darkling Hill. Me decía a mí misma:

Es paranoia por los rumores, por eso nadie viene.

Así también pensaba mi familia, además de que las noticias de este pueblo eran casi nulas y solo se hablaba de lo bien construido, sin tomar tanto espacio de los bosques a su alrededor. Se adentraban más en una ciudad que en un pueblo con rumores un tanto falsos.

Ahora ya no sé en qué pensar y no sé en quién confiar.

Deslizaba mi dedo índice viendo los mensajes en mi celular que le había mandado a Mara, sin respuesta de su parte. Apretaba el celular con ambas manos, aunque mi agarre temblaba demasiado, esperando alguna llamada, algún mensaje, algo por parte de ella. La presión y la culpa eran tan intensas que mis ojos se llenaron de lágrimas que después recorrieron mis mejillas pálidas.

—¿Se encuentra bien, señorita? —dijo aquel hombre gentil que se ofreció a llevarme a Darkling Hill—. Parece que tuvo un mal día —añadió, echándome un vistazo por el retrovisor del carro y volviendo a centrar su mirada en la carretera.

ROMANCE MALDITO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora