Cinco 🖤

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Les vio partir acodado en la muralla de la torre de vigía, donde subió apenas se despidió de ellos. La carreta tirada por la mula de John levantó nubes de polvo mientras traqueteaba por el camino, en dirección a Barrington.
   
—¿Triste? — sonó la voz de Mew a su espalda.
   
Gulf se envaró y se tragó las lágrimas. No quiso contestarle. Dio media vuelta y se dirigió hacia las escaleras, pero Mew se interpuso y lo hizo detenerse.
   
—Escucha, muchacho — dijo en tono conciliador—, ahora puede que me odies por separarte de ellos, pero luego, cuando te conviertas en un buen escudero, lo verás de otro modo. Si te aplicas bien al aprendizaje...
   
—Dudo mucho que jamás pueda agradeceros que me retengáis en Kellinword, milord.
   
—No hago esto para que me lo agradezcas, mocoso desagradecido, pero ese hombre me salvó la vida.
   
—Y a cambio, le quitáis la única persona que puede ayudarle.
   
Mew miró al chiquillo. De nuevo, sintió algo extraño al observar aquellos ojos violetas.
   
—A partir de ahora, Plowman tendrá una persona que le ayude en sus tareas — informó—. Me tengo por un hombre justo, y no voy a dejar a un anciano con el pesado trabajo de una granja para él solo. Ya lo he dispuesto.
   
—Sí. Parece que vos lo disponéis todo — respondió Gulf, con rabia contenida—. Me pregunto a favor de quién lo hacéis, señor.
   
A Mew, el empecinamiento del jovenzuelo acabó irritándole.
   
—¿Qué demonios te pasa, Gulf? — rugió—. Hasta ahora, no has sido más que un campesino con la espalda encorvada de doblarte sobre los surcos de tierra y la nariz manchada de estiércol. Te estoy ofreciendo una oportunidad de oro. La oportunidad de salir de una cabaña y vivir en un castillo. — Señaló la fortaleza con el brazo—. De convertirte en un hombre de verdad.
   
—¿Así que, un campesino no es un hombre de verdad? — le espetó—. ¿O bien pensáis que un campesino sajón no merece llamarse hombre?
   
—¡Por Cristo! — Mew se atusó el oscuro cabello en señal de desaliento. Dudó entre contestarle o soltarle un sopapo para que entrase en razón. No hizo ni lo uno ni lo otro. Agarró a Gulf por el brazo y le empujó escaleras abajo—. No estoy dispuesto a lidiar con tu afilada lengua. Jes tiene más paciencia que yo, de modo que será él a quien sirvas de hoy en adelante.
   
Gulf bajó las escaleras a trompicones, empujado por Mew. Cuando llegaron al patio de armas, Gulf se volvió y lanzó la pierna en una patada, golpeándole en la espinilla. Entonces sí lo soltó.
   
—¡Condenado! — bramó Mew, llevándose la mano a la zona lastimada. Luego, sus ojos se convirtieron en dos rendijas verdes, y Gulf supo que estaba realmente enojado—. Me parece, chico, que te hacen falta unos buenos azotes.
   
Gulf abrió los ojos como platos cuando Mew se alzó en toda su estatura y dio un paso, acortando distancias. Sin pensarlo dos veces echó a correr, atravesando el patio, mientras escuchaba las risas divertidas del grupo que entrenaba, apurando el tiempo antes de que tocasen sexta.
   
Mew estaba demasiado furioso para darse cuenta de que iba a ponerse en evidencia y, cuando salió a la carrera tras Gulf, las carcajadas aumentaron de tono.
   
Gulf esquivó a dos jóvenes que trataron de atraparlo, atizó una patada a un tercero y un puñetazo a un cuarto. Casi logró llegar hasta la puerta que daba al puente. Pero no. No tuvo la suficiente rapidez como para burlar los brazos de Jes, que lo atrapó, levantándolo del suelo. Su risita le hizo sentirse como un estúpido.
   
Aún forcejeando entre los brazos del caballero rubio, vio venir a Mew. Cojeaba y su mirada hubiera encogido el corazón de cualquiera. Jes lo dejó en el suelo, sin soltarlo y, aunque Gulf trató de golpearlo, fue lo suficientemente hábil como para esquivar el golpe.
   
—Creí haberte escuchado decir que sabías manejar a los sajones — le dijo a su amigo.
   
—Y sé manejarlos — masculló Mew, agarrando a Gulf—. Ahora mismo voy a darle tal zurra a este mocoso...

—Vamos, vamos... — Jes volvió a arrebatarle al muchacho, poniéndolo a sus espaldas—. Cuando te enojas no piensas con sensatez. Déjamelo a mí.
   
—Había decidido que tomase el puesto de Kamon mientras se recupera, pero no voy a consentir que...
   
—Sabia decisión — atajó el rubio—. Kamon me sirve de poco, ahora que tiene la pierna fracturada. Me quedo con Gulf.
   
—Primero...
   
—Lo has puesto bajo mi mando — insistió Jes — y yo lo tomo, amigo. — Bajó el tono de voz mientras sentía las pequeñas manos del chico agarrarse a su pelliza de cuero—. Mew, te estás poniendo en ridículo delante de los muchachos.
   
Mew se irguió y su gesto se tornó más adusto. Miró de reojo hacia los que entrenaban bajo la dirección de Max y escuchó los cuchicheos y las burlas apagadas. Hizo rechinar los dientes y lanzó una mirada a Gulf, que parecía no estar dispuesto a salir de debajo de las faldas de Jes.
   
—Mantenlo ocupado hasta que caiga rendido — recomendó—. Es peor que un dolor de muelas.
   
Luego se alejó a largas zancadas hacia la torre de homenaje. Una vez se hubo perdido de vista, los jóvenes regresaron a sus quehaceres. Al observarlo, Jes constató que su flaco cuerpo no parecía para nada desvalido.
   
—Por esta vez, jovencito, he podido librarte de una paliza pero no tientes demasiado a la suerte. El Lord de Kellinword es un hombre justo, pero con un humor de mil diablos. Si vuelves jugarle una mala pasada, ni siquiera yo podré evitar que te coloque sobre sus rodillas y te deje el trasero molido a azotes. ¿Entendido?
   
Gulf tragó saliva ante la desagradable perspectiva y asintió, adoptando una actitud sumisa. Incluso sonrió ligeramente al caballero. Al menos, había encontrado un protector que le mantendría alejado de Mew.
   
Kamon resultó un compañero ameno. Tenía una pierna inmóvil. Se la había quebrado durante el viaje, antes de llegar al castillo. Desde entonces, había resultado más carga que ayuda para Jes, y él agradeció tener en Gulf un par de manos que arreglasen sus pertenencias.
   
Kamon era pelirrojo. Sus cabellos, sueltos y revueltos por encima de los hombros, y sus cejas tenían un tono naranja muy singular. Su rostro aniñado cubierto de pecas tan gruesas como lentejas, le hacía caer bien a todo el mundo. Gulf no fue menos y apenas conocerle supo que podía ser amigo de aquel muchacho de sonrisa franca y ojos extremadamente azules.
   
Durante el primer día, Gulf no sólo desempeñó las labores de criado de Jes, sino que acompañó a Kamon a dar un paseo al aire libre, dejando que se apoyase en su hombro. Dobló y colocó las ropas del caballero normando, pulió su puñal y su espada, y hasta remendó una de sus camisas. Cenó al anochecer al lado del escudero de Jes, en el rincón más apartado del salón, mirando de hito en hito hacia la mesa en la que los normandos bebían y charlaban. No pudo disimular su nerviosismo cada vez que sus ojos se cruzaban con los del señor de Kellinword. Kamon se dio cuenta de ello.
   
Apenas tocaron a completas, Jes despidió a los dos muchachos, guiñó un ojo a un criado doncel de prominentes caderas y se alejó con él fuera de la torre. El pelirrojo dio un codazo a Gulf, sonrió con complicidad y aceptó la ayuda de su reciente compañero para llegar a las habitaciones de Jes. Allí, prepararon dos camastros bajo la ventana y dejaron dispuesta la cama del caballero para cuando regresara después de su escarceo amoroso. Azuzaron el fuego y se tumbaron en sus jergones.
   
Gulf se sentía agotado por el duro trabajo. No estaba acostumbrado a aquel tipo de actividades, y agradeció que Jes se perdiera y les dejase un poco de tranquilidad. El muy maldito parecía querer seguir las instrucciones de Mew acerca de mantenerlo siempre atareado. Cerró los ojos y suspiró.
   
—¿No crees que sería más fácil si les dices que eres un doncel?
   
La pregunta lo dejó atónito. Kamon se apoyó sobre un codo y lo miró con una sonrisa tranquila.
   
—Tengo seis hermanos donceles, Gulf... ¿o debo llamarte de otro modo?
   
—Yo...
   
—No me interesa el motivo por el que te haces pasar por un varón. No es asunto mío. Pero seguramente estarías mucho mejor considerado si supiesen que eres doncel.
   
—No vas a delatarme..., ¿verdad? — Le tembló la voz.
   
—Yo no. Pero ¿hasta cuándo crees poder ocultarte?
   
Gulf se incorporó, se echó una manta sobre los hombros y se acercó al fuego. De repente, se había quedado helado.
   
—Tú eres sajón, Kamon — dijo, tratando de elegir las palabras adecuadas—. Como yo.
   
—Pero no soy un doncel.
   
—Tampoco yo debo serlo. Ayúdame a parecer un varón. Dime si me equivoco, si hago algo mal.
   
Kamon sonrió.
   
—¿Quieres que te guarde el secreto?
   
—Por favor...
   
—¿Sabes lo que me estás pidiendo?
   
—Perfectamente.
   
—Me juego el cuello.
   
—No lo creo.

Fuerza y Orgullo 🖤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora