El príncipe Juan había sido, desde su nacimiento, el preferido del Rey Henry, contraviniendo los deseos de su madre, Leonor de Aquitania, que apoyaba a Ricardo. Aquella lucha para que uno u otro alcanzara el reino de Inglaterra marcó la vida de Juan. Al final se alzó en rebelión contra su padre, ayudando a su hermano Ricardo. Por ello, fue recompensado con el señorío de Mortain y varios feudos en Inglaterra. Sin embargo, un ansia sumergida en el fondo de su alma por ocupar el trono salió a flote y, aprovechando la ausencia de Ricardo Corazón de León, penando éste en las Cruzadas, osó suplantarle. No le secundó la nobleza, como en tantas ocasiones de la historia, que siguió siendo fiel a su hermano.
Ricardo se había apoderado durante la contienda de Mesina, Chipre y San Juan de Acre. En septiembre de 1192, negoció con Saladino el acceso de los cristianos a los Santos Lugares y su fama alcanzaba cotas que Juan ni había llegado a imaginar. Todo ello contribuyó a minar su ego y alimentar su inquina hacia Ricardo. Mal aconsejado por algunos de los suyos, planeó arrebatarle el trono. Al regresar de las Cruzadas, Ricardo fue hecho prisionero por Leopoldo II, margrave de Austria, y retenido en el castillo de Dürnstein, cediéndolo posteriormente a Enrique IV, emperador de Alemania, quien le liberó previo pago de un fuerte rescate y presentación de homenaje.
Juan se había negado en redondo a pagar rescate alguno por su hermano, pensando que, de ese modo, le sería más fácil hacerse con el poder absoluto. Pero los ingleses querían a su legítimo monarca y reunieron la suma exigida, con lo que Ricardo quedó libre y regresó a Inglaterra. Entonces Juan perdió todas sus posesiones, que quedaron de inmediato confiscadas, y se vio obligado a exiliarse.
Aun así, las intrigas políticas no cesaron. Siguió manteniendo entrevistas con algunos de sus incondicionales, analizando en la distancia los pormenores de la vida de Inglaterra y esperando que se presentara una oportunidad para reclamar el derecho que le adjudicara su padre.Gawin Caskey de Noirmont era uno de aquellos hombres que le apoyaron, tanto cuando regía los designios del país en ausencia de Ricardo, como ahora, vil exiliado traidor a la Corona. Marginó durante años sus intereses personales para seguir la estela de quien consideraba su legítimo Rey. Aunque moralmente su causa fuera justa, el personaje, no obstante, carecía de honestidad, y no le importaba ensuciarse las manos con tal de alcanzar sus objetivos. Tenía una prioridad desde hacía años. Primordial para él; tanto, que fraguó un acto criminal veinticinco años antes, del que no se arrepintió nunca, decidido como estaba a llegar hasta el final. Sus deseos se habían aplazado, pero su esperanza continuaba viva. Más aún ahora, que disponía de una información que podía relanzarle.
Miró al hombre que tenía enfrente. Era ambicioso, capaz de todo, como él mismo. Le había costado tiempo conocer sus debilidades y la fortuna le había sonreído hacía apenas una semana. Por eso se presentó en la casa de Nortich, pidió audiencia e hizo su proposición a bocajarro.
Mike estudió la mirada aguda de Gawin y una corriente desagradable le tironeó de las tripas. Pero era la respuesta a sus ruegos, de modo que asintió.
—Un plan excelente, pero peligroso.
—Beneficioso, más bien.
—Podría reunir a unos cien hombres, entre infantería y a caballo.
—Perfecto. Yo puedo proporcionar algunos más. Tal vez doscientos.
—¿Caballeros?
—Podéis llamarlos como os plazca.
—Entiendo. Mercenarios. ¿De dónde sacaréis el dinero para pagarlos?
—Mejor preguntaos de dónde lo sacaréis vos, Mike. No puedo correr con todos los gastos.
El de Nortich se enderezó en su asiento.
—Cien hombres son más que suficientes como aportación. No podéis pretender que además...
—Los beneficios serán enormes — le cortó—. Ya os he dicho que Kellinword no me interesa para nada. Además, yo aportaré el doble de soldados. Mi único objetivo es que Mew desaparezca. Por supuesto, el botín será mío, cuando hayamos tomado el castillo, pero solamente para volver a cargar mis arcas. Las tierras y la fortaleza serán vuestras, y a nadie, entended esto bien, a nadie habréis de rendir cuentas.
—Siempre que el príncipe Juan consiga sentarse en el trono de Inglaterra.
—Se sentará.
—¿Está de acuerdo él en todo esto?
—Bueno —Gawin se encogió de hombros—, no exactamente. Le tiene demasiado respeto a Ricardo para atacar abiertamente. Conspira con el único propósito de encontrar una baza que le dé la fuerza suficiente para obligar al león a restituirle el señorío y los feudos. No es lo bastante aguerrido para luchar contra el Rey. Pero si Ricardo cae, aprovechará la ocasión.
—Y nos deberá un favor enorme.
—Nos deberá el trono. —Gawin sonrió ladinamente—. La mayor fuerza con la que cuenta Ricardo es la de Kellinword. Mew tiene buena dotación de caballeros, y tal vez podría conseguir más. El feudo es grande, y formar una buena infantería no le llevaría más de un mes. Pero si Kellinword cae...
—¿Y los demás nobles?
—Están muy mermados tras la última cruzada. La Cristiandad entera se ha propuesto sacrificar a sus caballeros en su lucha contra el Islam, y Ricardo no ha sido una excepción. Cada uno de sus señores ha perdido hombres y dinero, y ahora tratan de recuperarse.
—Pero aún podrían reunir una fuerza considerable.
—No levantarán un dedo. No están en condiciones. Quitemos a Kellinword de en medio y Ricardo será el Rey más vulnerable.
Mike recapacitó. Odiaba a Mew. Le odiaba desde su primer encuentro. El normando representaba todo lo que a él le hubiera gustado ser. Y todo lo que hubiera deseado que fuera su hijo. Tenía poder y lo ejercía, obligándole a bajar los impuestos, sin ir más lejos. Cierto que habían firmado acuerdos, que le había prometido fidelidad, pero se rebelaba a la humillación a que le sometió.
—Empezaré mañana mismo — dijo.
Se levantó y, tendiendo una copa al visitante, brindaron con la promesa de tiempos mejores.
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Fuerza y Orgullo 🖤
Historical FictionFuerza y Orgullo 🖤 Sinopsis: Corazón de León comanda la Segunda Cruzada e Inglaterra se desangra entre intrigas y luchas feudales. Normandos y sajones se disputan su control y el Rey Ricardo concede a su más fiel servidor, Mew Suppasit, el señorío...