Los asedios se montaban sobre expectativas de plazo. Podían durar semanas, meses, incluso años. Pero no parecía ése el objetivo de las tropas que rodeaban el castillo de Kellinword. A la luz de las antorchas del campamento enemigo, sólo veían el movimiento de gentes, pero oían el golpeo de los artesanos trabajando metales, seguramente armas de asalto.
Vestido únicamente con calzas y botas, como la mayoría de sus hombres, Mew se paseó a lo largo de todo el recinto de las almenas, inspeccionó cada puesto de vigilancia y pasó revista al castillo al completo.
No era la primera vez que se aprestaba a una defensa, pero Kellinword abarcaba demasiado como para controlarlo todo. Podían ser atacados desde tantos puntos que dudó de su capacidad de respuesta.
La buena temperatura impulsó a la guarnición al completo a sus puestos en un tiempo récord. Aligerados como estaban de ropas, se tiraron de los jergones y tomaron sus armas. Mew aferraba la suya con determinación desde que abandonara la cama, exigiendo a Gulf que no se moviera de allí bajo ningún concepto.
Atisbó entre la oscuridad y preguntó:
—¿Se sabe quiénes son?
—Noirmont —repuso Gorman a sus espaldas—. Envié a un hombre nada más advertir que nos rodeaban. También vio los colores de Nortich y otros que no reconoce.
Mew encaró al conde de Charandon, un paso detrás de él.
—¡Es vuestro hermanastro! ¡Y ese hijo de puta de Mike! ¿Qué podéis decir a esto?
—Gawin alquila su espada a quien mejor paga.
—¡Un mercenario! —escupió Mew.
—¡De lo que no soy culpable! —se le enfrentó el conde.
Mew estaba endemoniado por todo. Por el cerco inesperado, por no prever que podía ocurrir, por las explicaciones que tendría que dar a Ricardo, suponiendo que salieran de aquello, por las inevitables muertes que se iban a producir… Y ahora, sobre todo, porque podían privarle de Gulf.
—Me pregunto si debería confinaros en las mazmorras, señor conde —barruntó—. Bien podría asaltaros la idea de ayudar a vuestro pariente desde dentro.
El aludido se irguió, ofendido. Tan alto como Mew, irradiaba prestancia y decisión. Su voz retumbó sin sombra de intimidación.
—¡Encadénadme, entonces! Pero ¡por Dios!, seríais un insensato. Ni debéis ni podéis privaros de mí y de mis soldados.
Mew se tragó su orgullo y con un breve gesto de su mano libre puso fin a la cuestión. Sopesó en silencio sus opciones y comenzó a repartir instrucciones.
—No creo que ataquen en la oscuridad, pero al amanecer debemos estar preparados.
Alexander de Charandon prestó atención a cada orden, asintiendo en silencio las buenas disposiciones del joven. Admiraba a Mew, el control que ejercía, el sentido común con que decidía y la fe que le mostraban sus hombres. Estaría orgulloso de él si fuera… Oyó de pronto la melodía que silbara Gulf. Aún no podía confirmar si…
En ese momento, una andanada de flechas cayó sobre ellos. Se dio la voz de alarma y los soldados se movilizaron. Alexander escuchó una apagada maldición y se dio cuenta inmediatamente de que Mew había sido alcanzado. Jes y él se acercaron para socorrerlo, pero, antes de que pudieran llegar, él mismo se había arrancado la saeta, blasfemando como un carretero. Jes acercó una antorcha a la herida, que, por fortuna, no revestía importancia.
—Ve dentro y tapona ese agujero —le dijo—. Esos desgraciados no van a dejarnos dormir.
—Ha sido un aviso —repuso Mew, apretando el costado. La sangre se le escapaba entre los dedos—. No pongas más guardia, es eso lo que quieren. Los mínimos. El resto, que descanse. Esperan encontrarnos rendidos de cansancio al amanecer. Ordena que todos…
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Fuerza y Orgullo 🖤
Historical FictionFuerza y Orgullo 🖤 Sinopsis: Corazón de León comanda la Segunda Cruzada e Inglaterra se desangra entre intrigas y luchas feudales. Normandos y sajones se disputan su control y el Rey Ricardo concede a su más fiel servidor, Mew Suppasit, el señorío...