Veintitrés 🖤

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Gulf luchó por librarse de Max justo cuando él lo empujó al centro del salón.

Trastabilló y cayó al suelo.

Al enfocar la vista, se encontró con un par de botas, y de inmediato supo a quién pertenecían.

Mew lo examinó mientras el silencio se tornaba opresor a su alrededor. Deseaba levantarlo y estrecharlo, pero con sus caballeros presentes no podía mostrarse débil, ya que perdería el respeto que tanto le costó ganar. Tampoco era un sádico; así que debería actuar con pies de plomo. Por otro lado, lo volvía a encontrar hermoso incluso allí, de rodillas, apoyado sobre las palmas de sus manos, con el cabello largo, casi rojizo, cubriendo su rostro lloroso.

Parecía un salvaje. Un hermoso salvaje, se dijo, al que deseaba hasta la locura. Ni siquiera el rechazo que veía en sus ojos iris violeta anulaban su deseo.

A Gulf le cruzaban la cara churretones de polvo y lágrimas. Supuso que Max no había conseguido llevarlo de vuelta sin lucha. Otra vez sus ropas volvían hechas jirones.

—Me gustaría saber qué has conseguido huyendo, Gulf —preguntó.

Gulf recordó su estado de júbilo al recuperar la libertad, los planes que hiciera entre sacos, mientras se alejaba de Kellinword. Pero todo se había ido al traste. A lo lejos, una nube a caballo comenzó a acortar distancias hasta que envolvió el carro, al labriego que guiaba la mula y a él mismo. Les detuvieron antes de cruzar un puente. Sujetando a las bestias de las bridas, el campesino fue apeado con poco miramiento, y registraron el cargamento hasta dar con él. Los recibió a dentelladas, primero Max, después Gorman, aquel del que dijeron que era capaz de ganar a cualquiera en un torneo. El coraje de Gulf no fue suficiente, y acabó en unos brazos que lo cargaron sobre el caballo de Max, boca abajo, como un res recién cazado. Tenía el cuerpo molido por la cabalgada y odiaba más que nunca a Mew por ordenar que lo apresaran.

—Cada segundo que he pasado alejado de ti —le espetó al Lord, furioso— ha sido una bendición.

Mew se agachó y lo colocó a su altura. Gulf le maldijo, pero no pudo evitar que Mew lo soldara a su pecho. Sus voluntades se enfrentaron como armas en un campo de batalla. De pronto, Mew agachó la cabeza y lo besó con rudeza. Entre sus hombres, hubo imperceptibles movimientos. Gulf trató de evitar aquel abuso en público, aunque el corazón le dio un vuelco cuando volvió a saborear su boca. Antes de reaccionar, Mew lo soltó como hubiera hecho con un perdido.

—Tal vez dentro de unos días no opines lo mismo.

Luego Mew dirigió su atención a Kamon y Gulf siguió sus ojos como si dejaran una estela en el salón. A un gesto suyo, Jes empujó al escudero hacia el exterior. También Gulf se encontró fuera, con las débiles súplicas de Kamon precediéndolo, aunque el joven no se resistía. Cuando el grupo llegó al patio de armas, Jes inquirió al Lord con la mirada y éste asintió.

Se formó un círculo alrededor de un poste y Jes instó a Kamon a quitarse la pelliza. Gulf tironeó varias veces para soltarse de Mew, pero él lo retuvo con más fuerza, obligándolo a contemplar la escena. Jes llevó a su escudero hasta el poste, y con rapidez le ató las muñecas a la parte alta.

Gulf se imaginó lo peor. Y sus temores se vieron confirmados cuando el rubio rasgó la camisa de Kamon hasta la cintura, descubriendo su espalda. Tomó una cuerda gruesa y la deshizo en cabos hasta la mitad; luego se acercó a Mew y señaló uno de los extremos del improvisado látigo. El Lord sabía que Jes le preguntaba en silencio si remataba los cabos en nudos, y negó con la cabeza.

—¿Vas a mandar que lo azoten?

Por toda respuesta, Mew se hizo con el improvisado látigo que le tendían y empujó a Gulf hacia su caballero. Dio un paso hacia el poste, pero, antes de llegar, las manos de Gulf le retuvieron por la túnica.

Fuerza y Orgullo 🖤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora