Treinta y seis 🖤

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Bajó la visera del yelmo y observó a su oponente a través de la rejilla. Al otro extremo de la pista de arena, el soldado de Noirmont le vigilaba. Vestía de morado y en su yelmo lucía un buitre con las alas extendidas, confiriéndole un aspecto feroz. Instintivamente, buscó a Gulf entre la multitud que les aclamaba. Le hubiera encantado ofrecerle aquel enfrentamiento, pero tuvo que conformarse con dedicárselo a Kaownah, todavía irritado por su rechazo.

A un lado de la pista, Gawin también seguía a su soldado, ansioso por enfrentarse al Lord de Kellinword. Era uno de sus mejores jinetes, pero sabía que Mew lo vencería. Eso, sin embargo, le ayudaría a conocerlo mejor. Ladeó brevemente el cuello hacia el sujeto que le acompañaba, ajustándose los guanteletes.

-¿Todo arreglado?

-Las cinchas cederán después de un tiempo. Aguantarán un par de enfrentamientos y estará listo para cuando se oponga a vos.

-Eso espero. Me ahorraría mucho dinero y quebraderos de cabeza quitarme de en medio a ese bastardo.

-Mike de Nortich me indicó que todo está preparado.

Gawin asintió, satisfecho. El que le acompañaba era un mercenario como él mismo, dispuesto a todo por dinero. Llevaba a su lado casi quince años, y en ese tiempo había sabido ganarse su confianza, aunque no su estima. Lo aprendió de su padre, aquel desgraciado que le dio la vida para después negarse a reconocerlo como legítimo.

-Cuanto antes acabe con él, mejor -dijo, atento a la contienda, y sin perder de vista a Mew-. Su apostura me incomoda. Quiero que sude, que se desvele temiendo el momento en que nuestros hombres asalten su fortaleza y pasen a su gente a cuchillo. Pero vencerlo en el torneo, hacerle morder el polvo, cubierto de sangre, sería un triunfo personal que me causaría tanto o más placer.

-Entonces, pidamos que las cinchas aguanten hasta vuestro enfrentamiento.

-Pídelo tú, amigo mío. Si esas correas se rompen antes de tiempo, perderás la cabeza.

Las trompetas anunciaron el inicio de la pelea. A Gulf, desde el lugar que ocupaba, le dio un tironcito en el corazón. Confiaba en que Mew ganara, pero, ¿y si no era así? ¿Y si le herían? No era la primera vez que un caballero perdía la vida en un torneo, y eran pocos los que salían sin cicatrices. Y Mew ya había atesorado una.

El caballo negro de Mew se alzó de patas, lanzándose hacia delante. La valla intermedia, que dividía los dos callejones por los que corrían los contrincantes, aún mostraba sangre del anterior enfrentamiento. Rogó a Dios por la integridad del hombre al que amaba.

El enemigo picó espuelas. Sabía exactamente lo que tenía que hacer para ganar. Había observado a su oponente en los anteriores combates. Mew llevaba la lanza alta, a la altura del hombro, y solía bajarla justo un instante antes de cruzarse con su rival. Y él creía haber descubierto un punto débil: ladeaba ligeramente el cuerpo hacia la izquierda para dar más potencia al golpe. Debía aprovechar la posición elevando su propia lanza un poco. Con suerte, conseguiría alcanzarlo en el hombro, y el Lord saldría despedido de su montura. Las apuestas se cruzaban altas a favor de los colores de Kellinword y, si él ganaba, la bolsa sería importante.

-No me gusta ese tal Farran.

Jes giró su cabeza hacia Gorman, con una ceja enarcada.

-¿Por qué lo dices?

-No lo sé. Pero no me gusta.

Gulf empuñó el borde de su pelliza en el momento en que los caballos estuvieron a punto de cruzarse. El silencio tenso del público le paralizó el corazón y no quiso mirar. No podía verlo. Oyó el entrechocar de las armas, y un segundo después un bramido general y el nombre de Mew coreado por cientos de gargantas. Aplaudió con entusiasmo mientras los camilleros trotaban por la pista para levantar a Farran de Bobill, que trataba inútilmente de incorporarse debido al peso de la armadura. Apenas consiguió ponerse en pie, se deshizo de las manos solícitas que le ayudaban y salió de la pista por sí mismo.

Fuerza y Orgullo 🖤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora