Diez 🖤

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Aquel día, Mew supervisó todos y cada uno de los trabajos que se efectuaban en el castillo, lo cual no era habitual en la conducta del señor de la fortaleza. Parecía como si quisiera agotarse, olvidar algo que lo atormentaba. Paseó de arriba abajo, con el ceño fruncido, en un gesto muy similar al inicio de una batalla. Jes advirtió de inmediato que algo andaba mal, pero no fue hasta bastante después cuando se enteró de lo sucedido en el bosque.

Mew, como si hubiera olvidado algo sin importancia, le dijo, de sopetón:
   
—Envía una patrulla de varios hombres al bosque. Que busquen junto al arroyo, cerca de la fronda de abedules. Y que traigan el cadáver que encuentren.
   
—¿Cadáver?
   
—¡Cadáver, sí! ¿Acaso estás sordo? —le gritó.
   
Jes le miró disgustado. Sabía que era imposible tratar con Mew cuando se ponía a lamerse sus propias heridas, y no le cupo duda de que aquél era uno de esos días.
   
Kamon apareció en ese instante y Mew fue hacia él con cierta expresión de ansiedad.
   
—¿Cómo está?
   
—La herida no es grave, milord.
   
—Gracias a Dios — suspiró—. Nada me apenaría más que le pasara algo después de haberme salvado la vida.
   
Dado que había que descartar a Mew, Kamon pagó los platos rotos.
   
—¿Puedo saber qué diablos ha ocurrido y de quién estás hablando, estúpido sajón?
   
—De Gulf, señor. — El chico le miró desconcertado—. Le alcanzó una flecha dirigida al Lord y...
   
—¡Pero qué diablos...! — Palideció y se volvió hacia Mew como un torbellino—. ¿Intentaron matarte en el bosque?
   
—Lo intentaron, sí.
   
—¡Por San Judas! ¿Y te quedas ahí, callado? Kamon, llama a Max, que reúna a los hombres y...
   
—No es necesario — zanjó Mew—. Maté a uno de ellos y el otro escapó.
   
—Daremos una batida.
   
—¡Te digo que escapó, condenado! — volvió a gritar el Lord—. De poco va a servir una batida infructuosa. Les necesito para otras cosas. Por ejemplo, ¿encontraron a los bandidos en la salida de esta mañana?
   
—Ni rastro de ellos.
   
—Bien. Por cierto — tomó asiento y estiró sus largas piernas—, acabo de recibir un mensaje de nuestro vecino. De Lynch estará aquí en unos días. — Señaló el pergamino sobre la mesa.
   
—¿Quiénes eran esos hombres? — insistió Jes.
   
—No lo sé. El que maté me resultó vagamente familiar. Al otro no pude verle.
   
—Entonces. ¿Cómo estás seguro de que eran dos?
   
Mew se levantó con tanto ímpetu que volcó la silla y se acercó peligrosamente a su amigo. Sus ojos tomaron una tonalidad aún más clara. Con la nariz pegada a la del rubio, le dijo:
   
—Le escuché. Y escuché su caballo cuando escapó. Recuerda que estás hablando conmigo, Jes, y no con un mentecato que no distingue los cascos de un caballo de los graznidos de un cuervo.
   
—¡De acuerdo! Me encargaré de todo. — Por el rabillo del ojo, vio alejarse a Kamon, sigilosamente, como huyendo de la confrontación, cojeando—. Y ¿qué pasa con Gulf?
   
—Ya lo has oído. No es grave. Unos cuantos días con el brazo derecho inmovilizado.
   
—¡Vaya suerte la mía! — rugió Jes—. ¡Está visto que he de valerme sin escuderos!
   






























                          🖤🥀🖤





























Kaownah Kittipat de Lynch era un doncel de estatura media, cintura estrecha y cabellera rojiza, cabalgaba un paso detrás de Enric Kanawut de Lynch. De soslayo, no le pasaron desapercibidas las miradas de los hombres de la escolta, y eso le satisfizo. Se sabía hermoso. Había gozado entre los brazos de algunos amantes, y cada uno de ellos le había dicho lo bonito y deseable que era.
   
Huérfano desde temprana edad, fue apadrinado por el señor y la señora Kanawut de Lynch. Le habían dado el mismo trato y educación que a sus dos hijos. Sin embargo, no les guardaba grato recuerdo y jamás llegó a amarles. A cada paso, todo le recordaba aquel desgraciado capítulo de su vida. Cada vez que recibía una caricia, le parecía que era como consecuencia de su orfandad, nunca fruto del cariño. Siempre se sintió un advenedizo. Le amargaba que no hubieran sido sus verdaderos padres. Se sabía hermoso, pero no llevaba la sangre de los Kanawut. Era más inteligente, más deseable que los dos hermanos juntos, pero por sus venas no corría la misma sangre. Era más resuelto, más audaz, pero, ¡no era uno de ellos!
   
Durante años, aquel lastre había ido forjando un carácter irritable. Desde pequeño quiso demostrar a sus padres adoptivos, y después al propio Enric, que era capaz de montar mejor que nadie, bailar como ningun otro y romper los corazones de los hombres cómo y cuándo quisiera. Se equivocó de medio a medio para todos, salvo para él mismo. Ahora, a sus espaldas, sus constantes devaneos eran motivo de cuchicheos y medias sonrisas, y se contaban chistes sobre sus muslos abiertos al galán de turno. Kaownah no lo sabía... o no deseaba saberlo.

Fuerza y Orgullo 🖤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora