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   Regulus me miraba mucho, pensando que no lo notaba.

   No me moleste en decir a nadie que había sido yo, era ridículo, no me iban a creer. Emily sabía que había sido yo, e insistía en saber porque no disfrutaba más de la paz que había ganado, pues lo había logrado, ya no me molestaban, y si lo hacían, no era por lo mismo de antes. Tarde un par de años en volver a escuchar la palabra maricón de forma despectiva.

   Shopie también sabía que había sido yo. Una tarde se me acercó mientras leía en los jardines. Se sentó frente a mi, rozando nuestras rodillas y me contó sus sospechas.

      -Sí, fui yo-.

      -Siguen buscando al culpable-.

      -Debería ir y confesar ante un profesor-.

      -No lo hagas, eres demasiado bueno haciendo magia-    acarició mi mano con cuidado, mirando el suelo. Aleje mi mano de la suya, cerrando el libro. Iba a ser hora de cenar y quería pasar por la biblioteca. No se lo tomó mal, tampoco bien.

   Finalmente llegaron las vacaciones de Navidad, no creía poder soportar más meses a los snobs británicos. Lo primero que hice tras volver a casa y saludar a mi familia, fue bajar al pueblo, a la plaza, y acercarme a la primera persona que reconocí. La nieve se amontonaba a los lados del camino. Pisada, se veía gris en vez de blanca.

   Los árboles perennes sufrían de su usual exhibicionismo invernal. Por suerte el sol seguía allí. No entendía como podía vivir tan lejos de casa, el sol era demasiado importante para mí como para dejarlo morir entre las nubes de Escocia.

      -¡El inglés!-    me saludaron mis amigos de la escuela. Puse una mueca desagradado.

      -No me digas así-    me quejé antes de golpear su hombro como saludo. Conocía a los chicos desde el principio de mi corta vida, eran como familia para mí, primos de mi alma, sin problemas de sangre. Aunque me gustaba mantener las distancias con todos, porque si alguna vez llegaban a ver algo de magia no quería sentirme mal al tener que borrar su memoria.

   Ellos respetaban esto, asumiendo que solo era algo reservado. Jugábamos fútbol, íbamos a nadar en verano, a tirarnos por las colinas. Me consideraban raro y algo empollón. Lo era, no voy mentir. Lo soy.

      -Soy Marco-    se presentó un chico con gafas. Marco era nuevo en el pueblo, de nuestra edad. No le gustaba el fútbol, ni tirarse por las colinas. Era un paga-fantas, pero me gustó desde el momento en que me ofreció su mano como una persona normal.

   La acepte con una sonrisa, y me sorprendí al ver sus ojos, tenía una línea verde en ambos. Rodeaba la pupila, se fundía con el marrón. Iba a decir lo mucho que me gustaba sus ojos, cuando pensé que aquello era muy gay, y no quería que mis amigos pensaran eso de mi.

   Jugamos fútbol, Marco se sentó junto a la portería, yo era portero. Estaba nervioso, quería demostrar mi talento. Fue una pena descubrir que no me miraba. Tenía tantas ganas de llevarme bien con el chico nuevo que me obligué a mantener la distancia para parecer normal. Pero estaba leyendo, y quería saber que leía, porque era diferente a todos mis amigos.

      -Carrie, de Stephen King-   conocía el autor, también sabía que era bueno. No lo había leído, pero me gustaría. Me preguntó que leía yo, le dije el título y que era algo largo. ¿Por qué lo lees entonces? Porque no quiero dejarme el dinero en libros, quiero una bici. Sonrió, sonreí.

   Todos esperaban una bici aquella navidad. Yo había pedido un escoba, ahora me arrepentía. Quería correr, no mágicamente, sino por los paseos, en verano. Hacer saltar la gravilla y levantar el polvo amarillo. Volver lleno de tierra. Aunque también quería entrar en el equipo de Quiddich. Era demasiado diferente, incompatible.

SOUL LOVE [RegulusxOC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora