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   A los dos días de nuestra rudimentaria confesión, comenzaron las vacaciones de verano. Nunca me sentí tan desilusionado por unas vacaciones.

   No creía que fuera el momento correcto para alejarme. Regulus me había pedido que le escribiera cartas de forma muggle, pues no quería que sus padres notarán la correspondencia. Yo acepté, de todas formas mi lechuza no podía volar tanto.

   Cuando llegamos a la estación de King Cross mis padres estaban los dos allí. Se veían preocupados, pero su gesto se deshizo en una sonrisa al vernos a mi hermana y a mi.

   Mi madre nos abrazó a ambos con mucha más fuerza que de costumbre. Mi padre besó la frente de mi hermana y posó una mano en mi hombro, abrazándome. Yo sonreí y les conté sobre el equipo de quiddich.

   Se les notaba nerviosos, pero no fue hasta que salimos de la estación que decidieron anunciar lo que les preocupaba.

      -Hemos alquilado un piso en Roma-    dijo mi madre buscando alguna reacción nuestra. Yo fruncí el ceño confundido.

      -Per?-    pregunté.

      -Vamos a pasar un tiempo en la ciudad, hasta que las cosas se tranquilicen en la comunidad mágica...-    explicó casi en un susurro. Tenía que ver con la guerra, claro.

      -È fantastico!-    dijo mi hermana emocionada. Imaginando su vida en la gran ciudad, lejos del campo.

      -¿Y mis amigos?-    pregunté un poco molesto.

      -Es temporal. En cuanto esto termine volveremos a la casa. Piensa que es una gran oportunidad para cambiar de ambiente-.

      -No quiero cambiar de ambiente, me gusta mi ambiente-    dije furioso. Agarré la jaula de Juanita con fuerza, alejándome unos pasos de mi familia, fastidiado. No podían hacer algo así sin avisar.

      -Jovencito, estás siendo un desagradecido-    dijo mi padre acercándose a mi. Le miré confundido, llenó de una gran rabia que lograba que fuera capaz de sentir mi propia magia entre mis dedos. Electrizante.

   Me alejé de mi padre sabiendo que podía ser peor el remedio que la enfermedad. Manteniendo la calma. Juanita se movió violentamente, golpeando un lateral de la jaula. Aún podía sentir la magia casi fuera de mi.

      -Andiamo-    dije alejándome de ellos, camino a la zona de transporte por polvo flu. Aún sentía la extraña sensación de la rabia mezclada con la magia, y cuando lancé los polvos, mi hermana me contó que las llamas alcanzaron los techos.


   El apartamento era pequeño en comparación a la mansión Mellifer. Tenía tres habitaciones, un baño, y estaba decorado por cuadros algo feos de fotografías de la Capilla Sixtina. Aquello era un piso de vacaciones, peor incluso. Las plantas eran de plástico, y los muebles parecían de las tiendas de todo a 1€.

   Las paredes dejaban escuchar el ruido de los vecinos, por lo finas que eran. Lo único que se apreciaba normal era la televisión que había en la cocina, en la que supuse que perdería el resto del verano.

   Se cómo sueno, pero en aquella época era un niño rico algo malcriado. No era tan molesto como mi hermana, que al ver el piso se deshizo en un llanto de cocodrilo quejica. Simplemente guarde mis cosas en lo que se suponía que era mi dormitorio, y me dediqué a jugar con Juanita. La tortuga era una verdadera salvaje.

   Mi madre entró en mi cuarto con cara de pena, y me arrepentí un poco de mi actitud. Ella me sonrió y pasó varios folletos por la cama. Campamentos de verano en la capital. Se que he dicho que era un niño rico, pero nunca un pijillo de campamento de verano urbano.

SOUL LOVE [RegulusxOC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora