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   Tercero es un año extraño. Tus amigos de clase pasan a ser algo más, un poco más imprescindibles. Los grupos que se formaron en clase se volvían más fuertes, menos accesibles. Te has acostumbrado a tus compañeros de cuarto. Sabes que a Cristofer va a olvidar siempre la luz del baño encendida, o que Carlos queda todos los miércoles con su novia después de clase.

   Es un año extraño, porque no tienes la responsabilidad de estudiar para los TIMOS, pero todos los profesores te recuerdan que este es el año de empezar a hacerlo. Además de que es el año de las optativas. Yo decidí que Adivinación podía ser interesante, aunque mis amigos se habían metido para estudiar menos.

   También me apunté a Estudio de Runas Antiguas, clase que no conocía a nadie más que la tomará, y Aritmancia. El día que llegué a clase de Aritmancia, y vi la pizarra llena de números y cálculos, me quise matar. No, no me había leído el expediente de la asignatura, solo me hizo gracia el nombre.

   Tercero también es el año en el que crecí hasta pasar en altura a todos mis amigos, incluso a Alphie, que siempre había sido el más alto del curso. Me sucedió a mitad de año, la ropa ya no me quedaba igual, tuve que buscar un hechizo aumentador para aguantar el resto del año.

   Tercero... ¿Qué más decir de tercero? Tercero fue el año en el que besé a un chico por primera vez. Pero eso es adelantarse demasiado. El año comenzó tranquilo, había crecido bastante durante el verano, pero no mucho. Cuando llegamos a King Cross iba empujando todas las maletas y mi nueva escoba. No era una ninvus, era de una marca pequeña del norte de mi país, mis padres la habían pedido con mi apellido grabado a un lado. Los italianos tienen fama construyendo coches de lujo, las escobas siguen un rumbo similar.

   Cuando llegué a la estación Emily estaba despidiéndose de su madre, una mujer rubia teñida y gordita, que al verme sonrió y se acercó a hablar con mis padres. Las presentaciones fueron rápidas. Se entendió rápidamente con mi padre, para ambos aquél mundo al que no podían acceder del todo les resultaba fascinante.

      -Canna y yo nos vamos, que se van a llenar todos lo vagones-    dijo por mi Emily. Besé la mejilla de mi madre en un fuerte abrazo, y después abracé a mi padre.

      -Nos vemos en un par de meses-    me despedí cargando la jaula de Juanita.

      -¿Cómo esta Juanita?-    preguntó Emily en el tren.

      -Igual de sensual que siempre, es una ligona-    bromeé    -¿Qué tal tu verano?-.

      -Lo de todos los años. Benidorm, sol y playa. El año que viene me tienes que llevar a tu pueblo-.

      -Por favor y gracias. Te va a encantar-.

   Entramos a un compartimento sin dejar de hablar, había tanto que contar. El peliculón de aquél año había sido Asesinato en el Oriente Express, pero también habían sacado la segunda parte de El Padrino, y El Gran Gatsby... que dulce había sido. La había ido a ver con mi madre tres veces, a ella también la había gustado.

   Shopie, Alphie y Ethan entraron en nuestro vagón poco después de que el tren comenzó a moverse. Era la primera vez que Ethan y Emily se conocían. Pensé que iba a pensar que era estúpido, molesto e incluso aburrido, pero se estaba riendo de sus bromas. No lo podía entender.

   Necesitaba salir de allí. Por lo menos cuando estábamos solo los cuatro, sin Emily, Alphie me daba la razón en lo tonto que podía llegar a ser Ethan. Me levanté y fui al baño.


      -Anda, el maccaroni-    antes de que entrará al baño la voz de Crouch me indicó que no estaba muy lejos, le ignoré cerrando la puerta. Siguió hablando, le podía escuchar, tenía ganas de pelea    -No deberían permitir a sucios traidores de la sangre venir a Hogwarts, como tu puta familia. Escuche que tienes hermanas, me preguntó cuanto duraran en Hogwart con un hermano tan mierdoso como tu, ¿eh?-    eso sí que no.

   Abrí la puerta para encarar a Crouch. Había crecido más, no sabía que Crouch podía crecer aún más. Él disfrutaba de su nueva altura, sonreía complacido de ver que me molestaba.

      -¿Qué haces Barty?-    preguntó la voz apagada y aburrida de mi Slyterin de confianza. Crouch sonrió mirando a Regulus, levantando la barbilla mientras decía que estaba saludando al bueno de Mellifer.

   Yo no dije nada, pero me sorprendió ver qué Regulus no me devolvía una mirada molesta e inquisitorial, sino que veía a Crouch con seriedad. Me molestó que no me mirará a mi. Llevábamos sin vernos tanto tiempo, y ahora no me miraba.

   Entré en el baño cerrando la puerta molesto con los dos. Maccaroni. Lo que me faltaba por escuchar en aquella escuela de snobs.

   Cuando salí Regulus seguía allí. Apoyado en la pared, a unos pocos pasos. Me miró de una forma nueva para mi, algo que no había visto nunca en su mirada. Apartó tan pronto la vista que no me dio tiempo a perderme.

      -¿Qué?-    dije, tratando de sonar fuerte. Regulus se incorporó y camino hacía mi despreocupado. Yo me aleje un paso confundido, pero solo entró en el baño sin decir nada.

   Normalmente me dedicaba largas miradas molestas, llenas de significado y reprimenda. Estoy seguro de que disfrutaba hacerme saber que no estaba de acuerdo con mi existencia. Pasar a no mirarme me desconcertó, ese debía ser su objetivo.

   Volví a mi cabina enfadado. Mis compañeros me preguntaron que sucedía. Me había cruzado con Crouch. Comenzamos un largo debate de porque algunos estudiantes eran así. 

      -Mi madre dice que es sobre todo por la guerra-    dijo Ethan, y todos le miraron. Ninguno vivía con las noticias de la guerra mágica a diario, en la puerta de casa. Solo Ethan. Si quiera yo, pues vivía en otro país. Las noticias no se hacían eco por Europa, nadie quería ver el resurgimiento de la primera guerra mágica y los crímenes de Grinderwall. No lo dije en alto, solo lo sabía.

   Ethan no era un experto en la materia, pero reconozco que hizo un buen trabajo explicando la situación actual.

      -O sea, nunca vamos a tener trabajo-    bromeó Alphie. Yo me reí para apoyarle. Aquél año comenzarían los crímenes mágicos en el Reino Unido, todavía no lo sabíamos. Crouch si debía saberlo, pues estaba buscando pelea constantemente. Durante las primeras semanas de clase me habían castigado dos veces por defenderme. Una injusticia. En una pelea participan dos personas, decía Mcgonagall cuando protestaba. Lo peor es que Crouch no era el peor.

   Durante los primeros días, alumnos que jamás habían llamado mi atención, comenzaron a presentarnos sus peores deseos a los mestizos e hijos de muggles. No solo de Slyterin. Fue demasiado fuerte, un cambio muy brusco.

   Muchos de los chicos con los que me peleé aquel cuatrimestre, ya sea por defenderme a mi o a alguno de mis amigos, terminaron siendo mortífagos. Durante la guerra, cuando nos reclutaron a los primeros, me volví a enfrentar a alguno de ellos. En especial recuerdo la cara de susto de Snape.

   La primera vez que trató de maldecirme fue antes de Halloween. Creo que se confió porque yo era un año menor e iba solo. Le acorralé contra una pared y estuve a poco de hacerle mucho daño. Tenía miedo de verdad, le dejé ir.

   La última vez que intentó maldecirme iba a matar, estábamos Sophie y yo a punto de volver a casa, habíamos estado en un pub nuevo de los bajos, eran poco más de las tres de la mañana. Era un redada de la Orden. Recuerdo que cuando apuntaba a su grasienta y pestilente cabeza empezó a temblar. Me dio pena. Le dejé escapar. No debí hacerlo.




Creo en aquellos que nunca

encajan porque aceptan su

rareza como una virtud y

no como un defecto.

Amo esa naturaleza

en los demás.

-Elena Poe-







SOUL LOVE [RegulusxOC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora