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   Estuve castigado por golpear a Crouch un par de semanas. Encargado de ordenar las clases por la tarde junto a nuestro repugnante conserje. Flitch era un caballero peculiar, con una melena larga y sucia, una nariz aguileña algo desigual, y unos brazos largos y delgados, como de monstruo. Ahora debe de ser bastante mayor, pero cuando entré en la escuela no tenía más de cuarenta.

   No tenía ningún respeto por los alumnos, y unas actitudes vomitivas respecto a todo. Grosero y maleducado, logró que me arrepintiera de haber golpeado a Crouch cada minuto. Hubiera preferido una expulsión.

   Cuando navidad se acercaba, y mi castigo había finalizado, fui con Emily a Hogsmade. Vimos las tiendas sin demasiada intención de gastar nuestro dinero, pero después nos pedimos un par de cervezas de mantequilla en el bar.

   No había nevado aún, aunque llevaba semanas helando por las noches. Congelando plantas y alumnos. Emily me estaba contando sobre alguien que le comenzaba a gustar. No me parecía ninguna novedad, nada importante, hasta que dijo que le gustaba Ethan. No lo entiendo, de verdad que intenté entender que podía ser, pero no lo vi.

   Quería intentar algo con él tras Navidad, para tener tiempo de pensarlo mejor. Quería saber que pensaba. La miré callado, de una forma absorta y penetrante. Mi mente estaba en blanco. No era algo razonable para mí que alguien pudiera querer algo con Ethan. Quiero decir, no tengo nada en su contra, pero puede que, a la hora de tener una relación, me guste ser un poco exigente. No demasiado, pero un mínimo.

   Emily insistió en que le diera mi opinión. No quería ofenderla, pero Ethan me resultaba totalmente insoportable. Ella se rio de esto como si se tratará de un viejo chiste. De todas formas, pensé, un romance en la escuela no podía durar para siempre.


   Emily volvió caminando con Ethan a la escuela. Me molestó mucho, aunque no me quejé. Pensé en pasar a ver la casa embrujada en el bosque de la que todos hablaban. Estaba solo, y me pareció un viaje valiente. Sin duda fue toda una prueba.

   Iba con la sensación de que me seguían, pero asumí que era la emoción de ir a ver un lugar maldito. Aunque el sentimiento fue creciendo, y saqué mi barita algo asustado.

   El eco cercano de un hechizo de parálisis me advirtió que no estaba solo, y lo rebote tan rápido como pude. Eran seis o siete chicos. Me miraban sorprendidos por lo rápido que había sido a la hora de evitar la maldición, lástima que eso no les convenciera de evitarme.

   Crouch estaba allí, junto a Evans Rosier. Eran las dos únicas personas que reconocí. Rosier me apuntaba con su varita, y con aquella fuerza magistral que ejercía sobre mi persona sin yo querer, me quedé quieto en silencio.

      -¿Este es, Barty?-    preguntó uno de los chavales que les acompañaba. Crouch se rozó el hematoma purpura en su mejilla, que yo había dejado, y asintió. No necesitaron mucha otra confirmación para acercarse.

   Como soy la persona con más suerte que conozco, durante mi visita a la tienda de bromas cuyo nombre no recuerdo, había robado, entre broma y broma, dos bombas de humo. Las nubes fueron grandes, y me dio tiempo a correr.

   Corrí por el borde del bosque sin parar, agradeciendo que no había nieve aún.

   Me detuve mucho más lejos del límite permitido que nos ponía la escuela. Decidí volver algo asustado. Iba a ser la hora límite, ya estaba todo oscuro, así que debían haberse ido todos.

      -¿A donde va Caperucita...?-    escuché a mis espaldas, ya podía ver el pueblo desde donde estabamos. El pequeño pinchazo de un varita se me clavó en la nuca. Maldito Evans, que siempre tenía que ser tan jodidamente enfermo.

      -Oye, no quiero problemas...-.

      -Me enfermas-    dijo. Sentí como la punta de la varita se clavaba con más fuerza. Puede que no fuera solo por el frío, pero la piel se me erizo, mientras trataba de mantener la respiración tranquila. Me latía tan rápido el corazón que temí sufrir un infarto y que Rosier me dejará allí a morir. Un miedo poco posible, pero factible.

      -¿Qué quieres?-    no me respondió. Le escuché acercarse más, y sentí su aliento cerca de mi cuello, mientras la varita dejaba de hacer presión en mi nuca, para ejercerla sobre el costado.

      -Deja tu varita en el suelo-    dijo, no obedecí, así que apretó más fuerte la punta    -No me obligues a hacerte daño-.

      -Vamos a llegar tarde al castillo-    dije sin hacer caso.

      -¿Ahora te importan las normas?-    susurró a mi lado, burlón    -No te importaron tanto mientras golpeabas a mi amigo...-.

       -Fue en autodefensa-.

       -No lo entiendes, maldito hijo de puta. Tú, la gente como tú, no se defiende de nosotros-    me dijo. Recuerdo casi de forma obsesiva como fue que, sin dejar de apuntarme con la varita, poso su otra mano en mi cintura, apretando con algo de fuerza. Deje de respirar    -No deberíais existir...-.

   La mano en mi cintura me resultó más aterradora que la varita contra mi costado, y me aleje de un empujón. Apuntando a su indeseable persona con mi propia varita.

      -Dejame en paz, Rosier-.

      -Vamos-    sonrió    -No pensarás que puedes ganarme en una pelea de magia, estas en cuarto...-.

   Aquél hubiera sido el momento perfecto para que llegará alguien más, y nos preguntará que estábamos haciendo. Yo podría huir, Rosier se calmaría. Cómo esto no pasó, Rosier levantó la varita. Realice un expelliarmus.

   Su varita voló varios metros por encima de nosotros, algo apartada, cayó sobre la maleza. Me miró furioso, apretó los puños y se acercó a mi decidido. Era tan injusto que supiera que no iba a hacerle daño. Retrocedí mientras se acercaba, me agarró la cara con fuerza y apartó mi muñeca hacia un lado con su mano.

   No se que me dijo, no estaba escuchando, estaba muy ocupado tratando de reaccionar. No se explicar que me daba tanto miedo de Rosier, pero cuando logré moverme corrí lejos de allí, aún notando la presión que había ejercido sobre mi mandíbula con su mano.

   Corrí como si me estuviera persiguiendo el mismo diablo. Cuando logré llegar al castillo, sin aliento y con la cara pálida a pesar de lo mucho que había corrido, me sorprendió descubrir que llegaba a tiempo, y no había pasado el toqué de queda. Miré hacia atrás asustado, y Mcgonagall me preguntó que me sucedía.

      -Nada-    mentí, porque no quería arriesgarme a empeorar más la situación con Rosier.




No te acostumbre a nadie.

La gente va y viene; no te

encariñes, no ates, no

prometas, no te quedes.

Hazte un favor y aprende a

estar solo.

-Elena Poe-   







SOUL LOVE [RegulusxOC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora