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   Fausto, que normalmente no hablaba mucho, fue el que más me consoló. Para él, los padres terminaban siendo todos iguales, igual de controladores y egoístas. A él le habían metido a trabajar con su tío a los doce años, pues su padre no consideraba que valiera para estudiar. A los quince había aprobado todos sus exámenes y tenía dinero suficiente para irse a vivir solo. Se marchó sin decir nada, nadie le busco.

   Adriano no hablaba con su madre, aunque le seguían enviando dinero. Los padres de Pino le apoyaban, pero no tenían dinero, entonces él no pedía nunca nada a casa, siquiera permiso.

   Me quedé a dormir en el apartamento, en el cuarto de Pino, que trabajaba aquella noche en un bar. Sus mantas olían a él y a aceite de coco. Pensé en escribir a Regulus, pero no podía.

   Pino me despertó a la mañana siguiente, me dijo que saliera para que se cambiara. Olía a vómito, y vi que llevaba la camiseta en la mano, mojada. Lo malo de trabajar en un pub, pensé.

   Tenía un tatuaje de un dragón chino en el brazo izquierdo, y la cara de Tim Curry en un pectoral. Los había visto alguna vez, me parecían feos de cojones.

   Era muy temprano todavía. Me quedé sentado en el sofá, adormilado, pensando en mi familia. Pino salió del cuarto vestido con una camiseta gigante. Se sentó en la otra esquina del sofá, subiendo los pies sobre la mesita de café. Me preguntó por mi vida, más allá de mi discusión con mis padres.

      -Esta jodido eso de que te quieras meter al ejercito...-    dijo sin mirarme, prendiendo un cigarro. Yo asentí. Dije que era porque todos mis amigos querían entrar, no podía explicarle todo el tema de la guerra mágica    -Haz lo que quieras, solo no mueras, ¿eh?-.

      -No es para siempre...-    traté de explicar.

      -Ah. ¿Y después?-.

   No sabía que quería hacer con mi vida. No tenía respuesta. No quería hacer nada, nada que conociera al menos. Miré a Pino pensando. No me presionó por una respuesta, simplemente estaba fumando.

      -Quiero hacer una película-    dije. Le vi sonreír en la oscuridad, y me pasó el cigarro esperando que tomará unas caladas.

      -Espero que no sea una película del ejercito...-    dijo. Yo me reí negando con la cabeza, tosiendo el humo. Me preguntó de qué la podía querer hacer. No lo sabía. Sugirió que tratase de escribir algo que conociera bien, tal vez podía hacerlo de vivir en un internado. Pensé, se me ocurrió, que podía hablar de la homosexualidad en una escuela privada. Una película bonita. Cada vez aceptaban más películas con temática homosexual, tal vez tenía suerte.

   Me preguntó entonces por mi vida amorosa. Le conté sobre Regulus. Me dijo que, aunque el chico no sonaba mal, tenía un nombre de mierda. Pino es un nombre de mierda, contesté.    -No te enfades conmigo, florecilla-.     Preguntaba por Regulus, pero no parecía interesado en saber de él. Le pregunté si él tenía a alguien.    -Non-    dijo    -A veces pienso que sí, pero no, estoy solo... ¿Has visto Pink Flamingos?-    me preguntó tras un corto silencio. Negué con la cabeza y se levantó para ponerla en el TDT. Volvió a sentarse a mi lado y nos quedamos los dos en silencio, viendo una de las mejores películas de John Waters. Pino se quedó dormido pronto, así que prácticamente vi la película solo.


   Pase el siguiente mes ayudándoles a preparar su corto. Me buscaron un trabajo en el pub donde trabajaba Pino, de limpiador en la madrugada. No podía quedarme como un zángano, teníamos que pagar entre todos. 

   Me atreví a escribir a mis padres para informales que estaba bien, que me había ido para que se calmarán. Vivía con unos amigos en Roma. Nunca me contestaron.

   Aquél verano salía en cines El episodio IV de la Guerra de las Galaxias. Jamás vi tanto cine como viviendo con aquellos tres locos. No leí nada, solo veía la tele, escribía y trabajaba.

   Me lo pasaba bien, pero fue el inicio de un periodo de tristeza muy largo, que me acompañaba a todas partes. No me sentía feliz, aunque estuviera disfrutando. Una semana antes de volver a clase, a mi último año, escribí a mi hermana para preguntarle si podía llevar todas mis cosas a King Cross. Fue la primera carta de casa que recibí en todo el verano. Solo ponía Sí, en la esquina superior izquierda, en pequeño. Nada más. 

   Si reaccionaban así porque quería luchar contra una de las mayores injusticias que estábamos viviendo, no podía ni imaginarme como reaccionarían al saber que era gay y mi pareja era el heredero de la familia Black.


   Compré el billete de avión a Londres y me fui un fin de semana antes de la fecha señalada. Adriano me acompañó a la estación, porque era el único que no trabajaba. Me preguntó si iba a volver al año siguiente. No lo sabía. 

      -Sabes, niño flor... Tu le gustas a Pino, bastante-    me dijo mientras esperábamos en el aeropuerto    -No lo va admitir, porque tienes novio y te quiere bastante. Pero es verdad. No le digas que te lo dije, me mata-    nunca lo había notado. Adriano no dijo nada más, pero me pidió que les escribiera más que otros años, sobre todo si las cosas con la familia no iban bien. Se lo prometí.

   No pude dormir en el avión, tampoco aquella noche en casa de Alphie. Simplemente me quedé esperando el día siguiente, en el que vería a mi familia y a Regulus. 




Qué culpa tiene la distancia

de que al amor le guste lo

imposible.

Elena Poe







SOUL LOVE [RegulusxOC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora