Capítulo n°20: "Atascado en la tormenta".

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Aedus.

De todos los males, el que me tocó a mí, es el peor. La perturbación en mi cabeza viene desde hace tiempo, pero incremento al tener a Justin frente a frente.

Por más que lo niegue sigo atascado en una tormenta que no parece encontrar el sol, sus rayos son escasos siendo el viento, la lluvia y el caos los verdaderos ganadores.

Odio no saber cómo resolver los líos de mi cabeza. Odio hacerla sentir mal cuando ella no tiene nada que ver, sin embargo, no puedo dejar que esté cerca. No estoy en mis cabales y podría perder la paciencia con tantas preguntas.

Salí disparado detrás de Willom para tratar de detenerla, pero se escapó antes de que pudiera hacerlo.

Volví a la empresa con un humor de los mil demonios. La culpa es solamente mía por no poder asumir y olvidar el pasado, lo he intentado muchas veces mientras me lamia las heridas y ni aun así fue suficiente para salvarme de su maldad, destrozaron mi vida.

Arruinaron para siempre lo que quedaba de mí.

- ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh! - grito tan fuerte desde lo más profundo de mi alma.

Destrozo absolutamente todo lo que hay en la oficina, nada queda intacto. Incluso tengo mis manos heridas, las lágrimas son un océano hondo que no se podría agotar jamás y mis quejidos son de dolor, pero no el mismo que experimente hace años.

Sino uno diferente por perder a la única persona que quería entrar a mi vida cuando yo mismo la obligue a abandonar el barco, ahora ya la he perdido para el resto de mi vida.

Alguien golpe en la puerta. No quiero ver a nadie ni escuchar sermones, pero la señora Lotte no se iré sin verme.

- ¡Hijo! - aporrea con insistencia la madera - ¡Ábreme! ¿Sucedió algo para que te encerraras?

Seco mis lágrimas tratando de ponerme de pie estando tirado entre pedazos de vidrio, papeles y muebles volcados, la opresión en mi pecho no me deja respirar.

La claridad de la única lámpara se apagó lo que impide ver por donde piso al ir hacia la puerta. Las cortinas de un color oscuro no ayudan a vislumbrar mi camino.

- ¡Hijo por favor! Soy tu madre - suplica entre un sollozo.

Me apresuro entre quejidos. Mi alma duele tanto que ni agua sale ya de mis ojos, arrastrándome llego, giro la perilla y me encuentro con sus ojos azules apagados vidriosos y asustada.

-Aedus ¿Qué hiciste? - trata de alzarme entre sollozos, pero me resisto apoyando mi cuerpo en la pared - ¡Hijo, háblame!

Su pedido no lo puedo acatar porque mis parpados pesan. Ya no lloro, los latidos de mi corazón se detuvieron en ese preciso instante en que ella se fue, las heridas sangran, pican y arden, pero no tanto como mi interior.

Siento que me convertí en mi propio infierno por no aceptar lo que pasaba. La negación siempre fue mi mejor arma y ahora me juega en contra.

-Aedus - arrodillada intenta hacer que fije mis ojos en su rostro y no, no lo hago - Aedus debemos ir al hospital. Estas sangrando mucho...

Como si ella no tuviera suficiente se preocupa por mí, sin embargo, yo soy otro dolor de cabeza que no sabe tener las riendas de su vida por causa de una traición.

-Es...estoy bien...tranquila - me ayuda para que me pare, mancho la pared con mis manos y ella trata de dar vuelta la silla.

Lucha para mantenerse firme, pero se nota que no puede. Abrazándome deja fluir su llanto, sus brazos se posicionan rodeando mi cuello y aprieta con fuerza.

El hombre de mis Fantasías (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora