4° Flores en anónimo

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Lianys

Los graznidos de las aves retumba en mis oídos como si estuviese en la casa de campo que compartí muchas veces con Kaem, el poco vello de mis brazos se erizaron al sentir una gélica brisa entrar por la puerta del balcón de la habitación. Mis párpados pesan pero aun con toda la dificultad, pude abrirlos haciendo que caiga en una terrible realidad — creo yo —. Esta alcoba es absoluta oscuridad con colores neutros y con pinturas en las paredes que no dejan mensajes para nada bonito, mi corazón late como loco al darse cuenta que es la recámara del Boss, mi marido.

Un pinchazo ataca mi cabeza provocando que la coja entre mis dos manos. Escucho agua caer del cuarto de baño, levanto la sabana y solo llevo mi diminuta braga.

¿Qué hiciste niña loca?

Vagos recuerdos invaden mi mente en los cuales estoy bailando y bebiendo con mi mejor amiga, un chico en el piso, Saskia bailandole a su hermano. ¡Dios! ¿Pero qué pasó ayer?

Recuerdo ver en la mirada azulada de Kaem el enojo y el deseo puro, esa misma que me he imaginado más de una vez cuando me he tocado pensando en él. Sus labios apoderándose de los míos con hambre, fuerza y demasiada demanda pero sobre todo, hay algo más que no logro definir o quizás todavía estoy muy ebria como para poder deducir que realmente ocurrió anoche. Tapo mis pequeños senos con la cobija al sentir palpitar mi centro recordando leves fragmentos de lo sucedido en su coche; sentir mi coño tan mojado solo por su presencia, su toque, sus fascinantes dedos dentro de mí. Esa mirada voraz que transmitía más de un mensaje que tal vez sí capté y no quiero aceptar.

El Boss aparece ante mi vista con una toalla alrededor de su cadera y otra entre sus manos secando su cabello negro como su alma. Gotas de agua recorren su torso hasta perderse en el inicio de la toalla blanca, paso saliva varias veces tratando de calmar mi corazón y respiración; sin embargo, al cruzar miradas con él todas las murallas que creía ver construido, se vinieron abajo.

Esos ojos son como el azul del cielo, como los mares más intensos. Azules como el azul del océano que te arrastra hasta ahogarte y descubrir sus mayores y fascinantes encantamientos. Esa sonrisa... ¡Carajo! Esa sonrisa ladeada y socarrona que me lleva a imaginar e idear una vida feliz, perfecta, loca y aventurera junto a él, sus lunares en el escultural rostros que porta son del color del café que deseo beber cada mañana en el desayuno con su presencia y si esta descripción que acabo de dar no es amor, entonces no sé qué sea.

— Buenos días, hermosa. — saluda y saca un bóxer de la gaveta — ¿Dolor de cabeza?

— Ehh... Umh... — balbuceo cuando delante de mí se quita la toalla y se pone la ropa interior, ¡Pero que grande es esa cosa! —. Me duele solo un poco.

— Entiendo, le diré a Jacinta que te dé algo para la resaca. En la cocina tienes una taza de caldo de pollo para que te siente mejor en el estómago. — se pone un pantalón negro — Espero que te guste.

Frunzo el ceño.

— ¿La preparaste tú?

Él me mira por un momento sin decir nada pero luego asiente. — Estaba aburrido, así que quise distraerme un rato en la cocina.

Por supuesto que es por eso boba, Kaem no te cocinaría solo porque quiere. No seas ilusa.

— Oh. Gracias.

— No hay de que. — me guiña un ojo.

Dejo la emoción a un lado de que por aburrimiento o no, hizo algo para mí para poderme concentrar en formular bien las palabras y hacerle la pregunta que atormenta en mi cabeza.

— Kaem...

— Dime.

Se gira mientras se abotona la camisa blanca. Sé que nota el incierto en mi cara por lo que se adelanta.

Kaem: Perversión En La BratvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora