24° Estás loca

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Lianys

La mañana en Noruega es hermosa y más cuando eres unas de las pocas personas que están en esta civilización, en un lugar en el mundo donde te sientes cómoda y feliz. Tres días han pasado donde he compartido con Kaem y Damon, noches en las que ambos me hacen suyas a su manera pero que tanto me gustan. Las veces que he estado con la bestia, me siento un poco con más libertad ya que no tengo que ocultar mi embarazo, esta versión de él me ha dejado muy atónita. Ese ser oscuro al que a veces temo por mi vida, se convierte en un hombre débil cuando recuesta su cabeza en mi vientre y empieza a hablar con el bebé.

Pero así como me llena de alegría, la tristeza también es protagonista.

Esta actitud es la misma que espero del Boss, que al enterarse de que va a ser papá me abrace feliz y alegue que nunca nos faltará nada porque con él lo tenemos todo.

No podemos tener todo en la vida, así que me tocará conformarme con lo que hay.

Camino por el establo en busca de mi marido, desde muy temprano se ha levantado para atender a los caballos. Bañarlos, peinarlos, darles de comer y dar un paseo con cada uno de ellos para que ejerciten sus patas. A lo lejos lo visualizo con una camisa de botones color negra y un pantalón pegado a sus muslos. Su cabello está más largo llegándole un tanto más abajo del cuello, acaricia el pelaje del caballo blanco con ternura mientras le dice cosas que desde aquí no logro escuchar. Me quedo aquí paralizada observando, admirando su misteriosa belleza, esas grandes manos que han asesinado a tantas personas inocentes, son las mismas que tratan con amor aquel animal que relinchan feliz por la atención que recibe.

Este saca la lengua y se la pasa por la cara haciendo que el Boss se ría y continúe dándole cariño.

— Sal de ahí, Lianys, tienes rato viéndome embobada. — dice de repente colocándome sonrojada.

— ¿Cómo sabes qué estaba aquí?

Pregunto a medida que avanzo a su dirección.

— Porque tu olor lo identifico vaya a donde vaya, pistacho.

Frunzo el ceño sin entender muy bien ¿Acaso las personas pueden percibir esos olores a la distancia?

— Haré borrón y cuenta nueva de que mi marido tiene olfato de perro. — me burlo — Es muy bonito. — señalo al caballo blanco.

— Es una yegua — sonríe —, viene siendo descendiente de la yegua de mi bisabuela. Mi padre ha querido que durante años algunas cosas queden igual en la familia, y es algo que extrañamente apoyo.

— En algo tienen que concordar tu padre y tú.

Me encojo de hombros.

— Somos muy diferentes, Lianys....

— Ni tanto, porque el carácter de hijos de puta lo llevan en la sangre. — aclaro — Tienen buenos proyectos para la organización, piensan que la seguridad de la familia y...

— Y amamos con locura a nuestras mujeres. — me coge de la cintura pegándome a su cuerpo — Mi mujer.

— Tú mujer, ojiazul.

Confirmo.

Unimos nuestros labios en un beso apasionado. Su lengua juega con la mía en una batalla de quien domina al otro, sus manos viajan hacia mis nalgas y las aprieta con fuerza haciendo que jadee en su boca. Caminamos juntos sin separar los labios hasta que siento la fría madera en mi espalda como apoyo, magrea mis senos por encima de mi abrigo ya que el invierno en Lillehammer es muy fuerte a pesar de que me encanta el frío.

Mis pezones se ponen erectos enseguida, mi respiración errática y el corazón desbocado. Besa mi cuello haciéndome gemir, es una debilidad para mí cada vez que agarra mi cuello y pasa su ávida lengua por ahí.

Kaem: Perversión En La BratvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora