Kaem
Sentir el agua caliente recorriendo mi cuerpo hace que mis músculos se vayan relajando a medida que dejo mis manos apoyadas en el mármol y con la cabeza alzada para que el rostro se refresque con la vitalidad que hay en ella. Tres meses en los que me torturaba con baños de agua fría, tres malditos meses en los que usaba hielo en la bañera para castigarme por todo lo que había hecho y por eso mi cuerpo se sentía tan agradecido de recibir después de tanto tiempo atención y que las nuevas heridas de mi espalda duelan menos.
Al terminar con el baño coloco una toalla alrededor de la cadera y me paro enfrente del espejo viendo mi nuevo aspecto.
Cabello un poco más abajo de los hombros.
Barba con gran volumen pero tampoco como la de un vagabundo.
El azul de mis ojos tiene mayor intensidad.
Mi piel blanca como la nieve por no salir.
Continúo manteniendo mis músculos pero ya no marcados como antes al perder la rutina de entrenamiento.
Soy un completo extraño desde la pérdida de ella, desde que mi pistacho no está a mi lado. Aferro mis manos en el borde del lavamanos cuando un sentimiento de culpa me abarca totalmente, si hubiera pedido ayuda cuando Lianys me lo sugirió, ella estaría junto ahora aquí conmigo atendiendo cada uno de sus antojos del embarazo, teniendo la experiencia de ver su cuerpo crecer al tener ahí adentro a mis hijas.
Doy un golpe a la pared frustrado por todos los acontecimientos vividos y por vivir. Respiro hondo para calmarme y tener la mente despejada para todo lo que tengo que hacer; salgo del cuarto de baño para irme arreglando ya que el helicóptero me espera a las afueras de la mansión. Jacinta me hace un pequeño maletín con la vestimenta para cada ocasión y le agradezco con una sonrisa de boca cerrada.
— Mi niño ¿Podré saber a dónde vas? — pregunta apenada.
— Voy a buscar información de la supuesta muerte de la señora de esta casa. Tengo la esperanza de llegar aquí y con ella en brazos. — contesto ilusionado.
Ella estruja sus manos en su vestido señorial color salmón con cierta pena por mí.
— No estoy loco nana. ¿Tú sí crees en mí?
— Siempre estaré de tu lado, mi niño — sonríe con algunas lágrimas en sus ojos —. Y si crees que la Koroleva está aún en este mundo, entonces buscala y traela a su hogar que eres tú.
— Pero... ¿Y si la encuentro y no desea saber nada de mí? No quiero tenerla a mi lado por obligación sino porque anhela estar conmigo así como yo ansío estar con ella. Con esa loca y testaruda mujer.
Jacinta se acerca y pone una mano en mi mejilla con suma dulzura. Su hijo murió hace años en un accidente y lo único que le quedaba era su nieta Samantha que resultó ser una perra traidora, pero yo para ella soy su todo, soy el hijo que ella alguna vez perdió y lo refleja en mí.
— Si ambos se aman con locura, no habrá impedimento del cielo a tierra para que se vuelvan a unir. Solo ten paciencia.
— Gracias.
Ella me acompaña hacia el helipuerto donde los soldados de la Bratva me esperan junto a Igor que tiene una cara de pocos amigos pero me sabe tres hectáreas de mierda su sonrisa chulesca cuando me ve pasar a su lado con maleta en manos.
Ya montados y despegados en el helicóptero me dispongo a leer detenidamente los correos que me pasó mi mano derecha y algunos documentos sobre la supuesta estadía de mi mujer en España pero aquí hay mano negra porque todo se ve tan fríamente calculado que hasta da escalofríos de tan detallada información sobre la muerte de ella y mis bebés.
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Kaem: Perversión En La Bratva
General FictionEn la oscura y peligrosa atmósfera de la mafia rusa, Kaem Ivanov se encuentra ante el desafío de asumir el liderazgo como nuevo Boss de la Bratva. Sin embargo, su lucha interna se intensifica al enfrentarse a un trastorno de identidad disociativo qu...