8° Verdades que matan

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Lianys

Siento como mi pecho se va comprimiendo poco a poco haciendo que me cueste respirar. Esta sensación me asusta y mucho, el ritmo de los latidos de mi corazón no se apaciguan por más que quiera tranquilizarme, las palabras de Kaem calan en lo más profundo de mi ser. Me derrumbo por completo, el castillo de cristal que creí haber construido con sus palabras bonitas, se rompió en miles de fragmentos, así como mi corazón.

Sentada en un escalón de las escaleras veo como sacan maletas de nuestra habitación para ingresarla en una camioneta. Él habla por teléfono en susurros, como si no quisiera que los demás sepamos su tema de conversación.

Las lágrimas ruedan por mi mejilla, por más que me regañe para no demostrarle lo herida que estoy, me es inevitable.

Termina la llamada y Jacinta le informa que todas las maletas ya están en el vehículo. Se quita los lentes de sol y me mira, por un momento pienso que tal vez se eche para atrás con la idea de irse. Estoy consciente que tengo que valorarme pero cuando se trata de él, pierdo todo el amor propio. Me levanto y me encamino hacia su dirección con las piernas hechas gelatinas, dejo lo que queda de mi corazón en sus manos. Limpio el rastro de lágrimas y hablo:

— No sé qué pasó, ni que te hizo cambiar de opinión pero yo sé que en tu corazón estoy yo. No lo niegues Kaem. — le agarro la mano — Soy tu esposa, la compañera de vida que tú mismo quisiste ¿y ahora me quieres dejar a mí suerte?

— Ya te dejé claro las cosas, no las voy a repetir.

Se da la vuelta.

Me arrodillo ante él, sin una pizca de vergüenza. La cara de Jacinta es de total desconcierto y pena por mí, los soldados tratan de disimular pero ellos se compadecen al verme así: herida, humillada y completamente destruida. Me aferro a las piernas del Boss, él no hace nada para quitarme, los sollozos aparecen de mi parte mientras intento que recapacite.

Tiene que hacerlo.

— No te vayas, por favor. Intentemoslo de nuevo, pero no te vayas así...

Me coge por los brazos con fuerza y me levanta. Hunde sus dedos en mi piel y aunque me duele, no le digo nada. Sus ojos son más fríos, son un témpano de hielo. Ese brillo que creí haber visto, desapareció mostrando lo hijo de puta que puede llegar a ser.

— Deja de humillarte y compórtate como una mujer que porta el apellido Ivanova. Valórate, porque si tu no lo haces, nadie lo hará. — me suelta. Mis piernas están tan débiles que caigo en el pavimento — No me llames, no me escribas y no me busques si yo no lo hago. Obedece a tu Boss.

Sin más preámbulo, se monta en su coche y me deja aquí tirada, hecha mierda.

Jacinta me ayuda a parar mientras que lo veo marcharse de la mansión. Abrazo a la mujer que me ha brindado por estos cuatro meses su lealtad y cariño, acaricia mi cabello en tanto deja que me desahogue en su hombro. Me siento humillada, asqueada conmigo misma.

¿Dónde está la Lianys que se valoraba?

¿Dónde se encuentra esa mujer que se prometió nunca llorar por un hombre?

¿Dónde la busco?

Entramos nuevamente en la mansión y visualizo a Samantha en el marco de la puerta de servicio con una sonrisa de oreja a oreja. Esa zorra goza mi sufrimiento, siempre ha gustado de Kaem y que yo siendo su esposa me trate como lo hizo, es una gran satisfacción para ella; sin embargo, alzo el mentón y subo las escaleras hasta encerrarme en mi habitación. Necesito hablar con alguien, hundirme en el alcohol hasta perder la conciencia.

Pienso en Saskia, pero ahorita anda viajando de ciudad en ciudad dando conferencias.

Mikhaila desde que llegué aquí se ha distanciado de todo el mundo.

Kaem: Perversión En La BratvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora