Este es un espacio dedicado a publicar fichas de personajes del videojuego Legends of Runeterra y sus apariciones en todas mis obras. Así mismo se publicarán un listado de curiosidades.
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Jonia es una región llena de historias. Muchas esperanzadoras, otras misteriosas, místicas y por supuesto también están las más sombrías. Tal fue el caso de un hombre anciano, que cuando vio a una forastera por su pueblo no dudó en ofrecerle cobijo durante la noche, ya que era bastante tarde. La mujer usaba una túnica negra y sencilla, lo cual hacía pensar que quizás era parte de alguna orden religiosa. A parte de este dato, su comportamiento fue sumamente amable, cordial y respetuoso, pero cuando uno le miraba a los ojos podía notar algo fuera de lugar. Era extraño de explicar, pero el anciano no le dio importancia.
En mitad de la noche el hombre comprobó que ella no se encontraba allí, sino que estaba fuera de la casa, de pie y sin hacer ruido alguno. Pensó que sería insomnio o los calores de la estación, pero cuando la escuchó hablar sola un escalofrío recorrió su cuerpo. Hablaba un idioma que desconocía y juraría que su voz estaba agravada de una manera que daba miedo.
Al ingresar de nuevo en su morada el anciano notó el suelo viscoso, el calor se había sustituido por un frío terrible y no era capaz de ver las ventanas de su hogar. Pero el momento de mayor pánico llegó cuando se volteó y notó que su puerta ya no estaba allí. Gritó en desesperación, mientras notaba cómo su casa se hacía cada vez más pequeña y las paredes, techo y suelo se acercaban más entre sí. A la mañana siguiente la mujer desapareció, así como el hombre, siendo la casa lo único que quedó intacto y sin desvanecerse.
Muchas historias sobre esta misteriosa mujer suelen resonar en distintas zonas de Jonia, pero pocos la ubican por su nombre real: Ysdra. El pasado de Ysdra es sumamente misterioso, siendo el único detalle que se sabe sobre ella que de alguna manera es procedente de Helia, una región que desde hace siglos era conocida como las Islas de las Sombras. Su recorrido por Jonia le llevó al monasterio de la Orden Kinkou, atraída por aquello que conocían como el equilibrio y la magia espiritual que podían manejar.
El Ojo del Crepúsculo, Kusho, dudó mucho sobre admitirla como aprendiz en la Orden ya que su alma parecía oscilarse hacia la oscuridad. No obstante, Ysdra propuso un pacto interesante. Ella tendría acceso al conocimiento kinkou y a cambio ella exploraría las distintas amenazas que perturbaran el equilibrio fuera de Jonia. Kusho no le daría acceso a los secretos de la Orden, pero sí a los libros de conocimiento más accesibles a los estudiantes. O esto creía Kusho, ya que sin saberlo Ysdra obtuvo uno de los libros más prohibidos y que hablaba de la practica de la hemomancia, la ascensión y sobretodo los Darkin.
Aprender sobre los Darkin inspiró demasiado a Ysdra, casi al borde de la obsesión, pues veía su poder como uno que prevalecía por encima del tiempo. Viendo una especie de semejanza en las propiedades de la niebla negra es que regresó a los exteriores de las Islas de las Sombras para investigar el cómo utilizar la oscuridad de la niebla de forma similar a la hemomancia. Si bien sus intentos dieron ciertos frutos al darle capacidades mágicas que desconocía, no llegó a acercarse a su objetivo.
Cuando Zed dio un golpe de estado y fundó la Orden de las Sombras, Ysdra acudió a su encuentro, fascinada con el descubrimiento de la magia sombría. Creyendo que esto podría ayudarla en alcanzar ese poder que tanto ansiaba se unió a la nueva orden sin dudarlo ni por un momento, recibiendo el rango de maestra por los enormes conocimientos que poseía. Su futuro como parte de la Orden de las Sombras es incierto, pues ella busca más su objetivo personal que uno que logre algo significativo para Jonia.