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Una vez Riki llegó a su casa, habló con la mujer que aún lavaba los platos. Se ofreció a ayudarla, secando así los platos que le iba pasando y así aprovechar para comentarle la situación en la que él mismo se había metido.

- No te preocupes demasiado, yo siempre encuentro algo para decir, si se da la necesidad hablaré con él y haré que se quede un rato más contigo. - Inició la mujer, calmando así el latir acelerado del japonés.

- Realmente eso me tranquiliza, muchas gracias. - Sintió que al fin podía volver a respirar.

- Lo que no entiendo es ¿Por qué le mentiste a la señora Kim?

Riki se quedó en silencio por un momento pensando en sus propios motivos que lo llevaron a actuar de aquella manera, llegando a una sola conclusión.

- Su madre no me acepta como amigo de Sunoo - Suspiró - La escuché decir que no debería de juntarse conmigo por ser... Yo.

Un momento de debilidad llegó a él, atacando su mente y bajando sus defensas al punto de hacerlo sentir pesado y a la vez débil, fallando así en sostener un vaso y que este cayera al suelo y se rompiera en varios pedazos cerca de sus pies.

- ¡No te muevas! - Gritó la señora cuando Riki movió el pie, así que al instante se inmovilizo en su lugar analizando la escena.

- Dios mío, ¡Lo siento tanto! - Soltó al captar el vaso roto sobre el suelo.

- No tienes por qué, igual tenía pensado tirar este vaso, ya estaba viejo.

Dijo para calmarlo, pero no resultaba como deseaba, la mujer recogía cuidadosamente cada pedazo roto del vidrio y los metía dentro de un bote de plástico, sacando así, al menos, los vidrios más cercanos a los pies de Riki.

- Ve al comedor y revisa que no te hayas lastimado cariño, yo limpiare aquí.

Aún sin reaccionar al cien, Riki aceptó la ayuda de la mujer para brincar el área donde habían más vidrios rotos y así dirigirse al comedor. El azabache se imaginó recibir un gran regaño como su padre lo hacía cuando llegaba a romper algo en la casa, pero en su lugar, aquella mujer se había preocupado por él antes que por el vaso.

Sin esperarlo, sus ojos se cristalizaron mientras bajaba sus calcetines y subía su pantalón para corroborar que no hubiera cortes en él. Para cuando vió un pequeño raspón en su tobillo las lágrimas ya estaban cayendo sobre su regazo.

La mujer, al terminar de limpiar, se acercó a él al instante en el que escuchó sus sollozos, mirándolo llorar mientras observaba el corte.

- Dios santo, debemos curar eso ya - El corte no era tan profundo pero si causaba un sangrado, lo que significaba que había que desinfectar y colocar un curita.

Cuando la mujer regresó, se agachó a la altura de su pie y sin esperar un permiso, se dispuso a limpiar la herida con una suavidad sorprendente, causando un llanto mayor en el chico.

- ¡Lo siento, lo siento! Intento que arda lo menos posible - Se disculpó pensando que el llanto se debía al dolor o ardor de la herida.

Pero no, el llanto solo era porque sentía aquella calidez que solo una madre puede ofrecerle a un niño, aquel que tanto le faltó en su niñez y que ahora recibía por parte de una mujer mayor que apenas y sabía su nombre.

Cuando colocó la curita y lo aseguro, se acercó hacia su cuerpo y lo abrazó en un intento de cesar el llanto, pero solo lo incrementó. La mujer, confundida, solo empezó a acariciar su espalda.

- G...gracias... - Logró decir Riki entre sollozos y apretó el cuerpo de la mujer contra el suyo, cerrando sus ojos en un intento de ser consolado.

Stars | Sunki |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora