Capítulo 1

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Año 2030, sur de Unión Latina, Ciudad Esperanza, escuela primaria N° 7 Van Gogh, 29 de julio, 12 PM, hora de salida, cada padre está llevándose a su hijo.

  —¿Qué tal tu primer día? ¿Te gusta tu nueva escuela? —pregunta Catalina a su hijo.
  —Fue muy divertido hoy, es decir mucho muy divertido, ¿Entiendes? —responde Ariel, su hijo—, aprendí mucho en Historia, ¿Sabías que los Demonios son tan raros como la Esquizofrenia? Y que ellos también alucinan y ven cosas.
  —Un poco sabía, pero sigue hablando.
  —¿Sabías que existen dos tipos de Endemoniados?
  Catalina se pone la mano en la cara, simulando sorpresa—. ¿En serio? ¿Y cuáles son?
  —Nunca sabés nada —voltea sus ojos y se pone la mano en la frente, decepcionado—. Está el que te hace inmortal y el que te hace un bicho así todo raro.
  —Vaya, no sabía.
  —¡Ahora lo entiendo! ¡Ragnarok es un Demonio tipo Mutante!
  —Tiene sentido, querido.
  —Por eso dicen que tiene la piel celeste. ¿Seguirá vivo?
  —No lo sé, dicen que los Demonios mueren dos décadas después de su primer síntoma.
  —¿En serio? —Ariel deja una pausa de varios segundos—. ¿Qué son décadas?
  —Quiero decir veinte años, Ari.
  —Ya sabía.
  —Por supuesto que sí. —Catalina revuelve el cabello de su hijo para molestarlo—. ¿Qué más aprendiste?
  —También aprendí a sumar fracciones y, como empecé después de las vacaciones de invierno, no tuve que entregar ninguna tarea como hicieron mis compañeros.
  —¿Son buenos compañeritos? ¿Hiciste algún amigo?
  —Sí, un chico llamado Thiago me habló y en el recreo me llevó a jugar con sus amigos y unos niños del Quinto B —Ariel abre sus ojos al recordar algo—. Pero hay un niño raro que nunca salió del salón aunque la profesora gritó que lo hagamos y no dejó a nadie más quedarse.
  —Oh, un chico rebelde, siempre hay uno.
  —Y después la profesora de matemáticas también lo ignoraba pero al resto nos retaba si nos veía sin hacer nada, no se vale.
  —¿Cómo se llama?
  —Nito, pero siempre está solo.
  —¿Siempre?
  —No siempre siempre, en el segundo recreo salió y lo vi con unos chicos de sexto que se lo llevaban al otro lado del patio y lo golpearon, y Thiago me dijo que pasa siempre pero nadie nunca se animó a meterse porque tienen miedo.
  —¿Y los profesores?
  —No dicen nada. Thiago me dijo que todos allí creen que él se lo merece, es como un ritual para mantenerlo controlado y que no enloquezca como en el Delirio Colectivo, me dijo que su mamá dice que es mejor alejarnos de él.
  —¿El Delirio Colectivo? ¿Qué tiene que ver? —Catalina piensa unos segundos, hasta que lo entiende—. ¿El niño tiene un Demonio?
  —Sí, todos lo saben, por eso nadie le habla, tienen miedo que nos ataque.
  —¿Y vos le tenés miedo?
  —Al principio sí por todo lo que decían, pero nunca hizo nada en todo el día entonces ahora ya no, ni siquiera habla, es como un robot.
  —¿Qué opinas de lo que le hacen?
  —Al principio pensé que estaba bien por lo que la profesora contaba de esos que se volvieron locos y mataron gente y eso en ese Delirio Colectivo, pero después pensé que era injusto porque él no hizo nada de eso, ¡Fue hace casi cien años!
  —Qué culpa tiene él de lo que pasó, ¿Verdad? A veces la gente solo es mala, más con gente con su condición.
  —Ojalá se mueran esos chicos de sexto, y ojalá los profesores fueran más buenos y lo ayuden.
  —¡Ariel! Controla esa boquita, no le deseamos la muerte a nadie, nadie merece morir por más tontos que sean.
  —Es que me molesta que sean así con gente inocente, ¿Entiendes? Encima que está solo, lo tratan así. Pobrecito. Es injusto.
  —Habla con él para que no esté solo, seguro se llevarían bien. No te quedes sin hacer nada si tanto te molesta, si podés ayudar, hacelo. El fuerte debe usar su fuerza para ayudar al débil.
  —Es que, ¿Y si lo que dicen es verdad y resulta que se vuelve loco?
  —Si pensás así, serás un tonto más, y tú eres un jovencito de ojos celestes con un gran intelecto, ¿O no? Además, sabés qué se siente estar en su lugar, ustedes dos se entenderían mutuamente, conectarían fácilmente.
  —Pero a mí nunca me pegaron.
  —Tus ex compañeros te maltrataron de otras formas, que al final es lo mismo, te lastimaron. No hacer nada es ser cómplice.
  —¿Y si vuelvo a quedarme solo por haberlo ayudado?
  —Estoy segura que él estará ahí, con eso ya no estarás solo, es mejor la calidad antes que la cantidad, tu papá siempre dice eso, hazle caso.
  —Mañana lo pensaré mejor, ahora ya me estás poniendo triste y no me gusta, quiero seguir disfrutando el día.
  —Como tú digas. Cuéntame después qué pasa con ese chico, me preocupa.
  —Te preocupas por muchas cosas, deberías relajarte a veces, como dice papá. ¿Qué comeremos hoy?, Tengo ganas de hamburguesas con papas y...

El Rol de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora