Capitulo 25

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  Los soldados y Benditos se encuentran volviendo de la excursión, con ocho pérdidas, pero con un resultado exitoso ya que se localizó a Loki.
  —¿Acaso Meredith no te dejó quedarte en mi casa? Yo estaba en la cárcel, no podría oponerme —pregunta Antonio.
  —No quise molestarla, ya estaba muy ocupada manteniéndose a ella misma como para que yo vaya a darle una carga más —responde Gonzalo.
  —Qué niño tan educado. —Golpea suavemente su espalda—. Perdón por haberte echado aquella vez, estaba enojado.
  —No se preocupe, señor.
Gonzalo guarda silencio y comienza a recordar:
  2034.
Gonzalo se despierta y va a la escuela, como todos los días. En la escuela juega con sus amigos y se divierte, como todos los días. Al llegar a su casa, es sorprendido con una torta preparada por su mamá y hermana. Gonzalo, en aquel 4 de diciembre, acababa de cumplir 12 años, e hizo una pequeña fiesta invitando a sus amigos y vecinos. Al llegar el atardecer, termina la fiesta y cada uno se va a su casa. A la noche, Gonzalo hace su tarea, como todos los días. Más tarde, llega su papá, enojado porque la cena no está lista, y golpea a su esposa, como todos los días. Gonzalo es encerrado por su hermana en el ropero de su habitación para que no escuche la pelea, como todos los días.
Unos días después, mientras pone la mesa, levanta un plato y, enojado por ver a su mamá llorar todas las noches, rompe el plato con calor y se quema un poco las manos. Al comienzo se asusta por no entender lo que acababa de pasar, hasta que mira su mano y ve vapor salir de éste, y lo entiende. <Soy un Bendito> piensa. Asustado, vuelve a su habitación y se encierra todo el día, saliendo solamente para cenar.
Durante los siguientes días, todo sigue normal, no volvió a quemar nada. Hasta que, mientas se bañaba, pensando en su mamá de nuevo, se da cuenta que congeló el agua y queda atrapado en el hielo, sintiendo cómo el frío atravesaba lentamente por todo su cuerpo. Desesperado, vuelve a pensar en su mamá y logra derretir el hielo. Gonzalo lo confirmó, es un Bendito.
Pasan las semanas, hasta año nuevo, donde vio otra vez a su padre golpear e insultar a su madre, Gonzalo, harto y furioso, se lanza contra su papá y lo agarra de la cabeza, nuevamente activando su poder y quema por completo la cabeza de su papá. Su hermana y madre vieron todo. Gonzalo, creyendo que salvó a su familia del terrible padre que tenía, vio la forma en que su mamá y hermana lo miraron: con miedo, ambas corrieron, empacaron lo esencial y huyeron de la casa, dejando atrás a Gonzalo, quién rogaba que no se vayan.
  —No se vayan, por favor. Prometo no usar más mis poderes. Perdonenme, por favor. ¿Qué voy a hacer solo? ¡No se vayan!
Pero sus plegarias no fueron escuchados y fue abandonado.
Al día siguiente, Gonzalo venda sus manos, los cuales tenían las palmas quemadas, dejando una marca permanente.
Luego de varios días sobreviviendo con los restos de comida, Gonzalo decide abandonar la casa con el cuerpo de su padre allí.
Luego de varios meses, Gonzalo continuó viviendo como un vagabundo al que todos ignoraban, si tenía suerte, en algunos restaurantes le daban comida. Vivió así hasta mitad de año, en julio de 2035, un joven en sus veintitantos años, lo encuentra y le habla directamente:
  —Hey, nene, ¿Qué hacés acá, solo?
  —Mi mamá y hermana me dejaron —responde Gonzalo, con la voz temblorosa y sentado en el piso.
  —¿Hace cuánto vivís así, en la calle?
  —Creo que ya es medio año.
El extraño estira su brazo para ayudar a Gonzalo a levantarse. Pasan unos segundo y Gonzalo corresponde la ayuda. En media hora, ya estaban en la casa del extraño.
  —Me llamo Tomás , por cierto. ¿Vos cómo te llamas?
  —Gonzalo.
Tomás abre la puerta de la casa y grita;
  —¡Mamá, ya llegué!
La madre de Tomás se acerca a recibirlo y se sorprende al ver a Gonzalo.
  —¿Y este niño? —pregunta.
  —Estaba solo en la calle, pensé que podíamos ayudarlo, hay espacio en la casa, al menos hasta que lo llevemos a un orfanato.
La madre de Tomás se muestra insegura al principio pero aún así lo acepta en la casa.
  —Me llamo Meredith, ¿Y vos, querido?
  —Gonzalo. Me llamo Gonzalo —responde tímidamente.
Ese mismo día, Gonzalo pudo bañarse después de mucho tiempo y Tomás le prestó ropa vieja que ya no le quedaba.
A la noche, llega Antonio, esposo de Meredith y padre de Tomás. Al comienzo, no acepta a Gonzalo en su casa, hasta que Meredith lo convence.
  —Solo será por unas semanas, podemos conseguirle una familia.
  —Eso hacen los policías y orfanatos, mujer. ¿Acaso tenemos cara de orfanato?
  —Cariño, vos sabés cómo son los niños casi adolescentes en los orfanatos, nadie va a adoptarlo y cuando cumpla 18 lo van a echar. Démosle una oportunidad mientras le buscamos familia.
Antonio cede y, por los siguientes meses, lo cuidaron. Cuando llegó diciembre, Gonzalo cumplió 13 años.
Fue a la escuela llevado por Tomás, como todos los días. Volvió de la escuela y Meredith, junto a Tomás y Antonio, lo sorprendieron con una torta muy decorada y linda. Gonzalo casi rompe en llanto pero se resiste y reparten la torta. Este cumpleaños no fue celebrado, más allá de la torta. Una conversación que se repite casi todos los días es Tomás pidiéndole a su papá que deje de fumar.
  —Te va a hacer mal a largo plazo, y no queremos que te de alguna enfermedad pulmonar o algo.
  —Es solo un cigarrillo, ¿Qué importa? Si no me hizo nada todavía no me va a hacer nada nunca.
Pasan unos días más y Tomás le habla a Gonzalo del Festival de San Nicolás para ir juntos, Meredith y Antonio lo permitieron.
En el Festival, Gonzalo y Tomás se divirtieron mucho. Primero fueron a almorzar hamburguesas en un local de comida rápida. Luego fueron a los juegos donde gastaron mucho dinero para jugar mucho. Finalmente, iban a comprar ropa para Gonzalo, por su cumpleaños.
Gonzalo sonreía como nunca. Estaba más feliz que nunca. Amaba a Tomás como a un hermano, a Meredith como una madre, y, aunque fue más difícil, amaba a Antonio como su padre.
De pronto, comenzaron a escucharse explosiones a lo lejos. El piso de arriba caía en escombros. Uno justo sobre Gonzalo, pero Tomás lo empujó y el escombro cayó sobre él. Gonzalo, por reflejo, creó un escudo de hielo que lo protegió de los demás escombros. Una vez que las explosiones terminaron, Gonzalo salió de su escudo helado y vio a Tomás, aplastado por un gran escombro, solo con un brazo fuera. Gonzalo comenzó a llorar desconsoladamente.
Más tarde, ese día, Gonzalo fue a la casa de Tomás, su casa. Apenas lo vieron, Meredith y Antonio preguntaron por su hijo, y Gonzalo no pudo hacer más que llorar.
Antonio, furioso, comenzó a soltar vapor de su brazo, pero Meredith lo detuvo. En ese momento, vieron que Gonzalo también desprendía vapor.
  —Pendejo de mierda, ¡¿También sos un Bendito?! ¡¿Mí hijo murió por un mentiroso de mierda?!
Gonzalo se asusta, hasta que sus brazos comienzan s congelarse. Antonio se acercó y le dio una fuerte cachetada. En ese momento, Gonzalo salió corriendo y huyó. Volvió a vivir en la calle por varios meses más, sobreviviendo como podía. Hasta que se anotó en el torneo de Benditos adulto-juvenil del 2036, ahora con 14 años, siendo el más joven en participar junto a Alex.
En ese mismo año, Gonzalo fue ayudado por una familia para llegar al refugio, se anotó de voluntario para batallar al Dios de las Mentiras, allí se encontró a Antonio de nuevo.
  —Tanto tiempo sin vernos, Gonzalo.
  —Hola, señor Antonio —responde Gonzalo, vergonzoso.
  —¿Qué estuviste haciendo estos días?
  —Viví en la calle un tiempo, y ahora estoy acá. ¿Y usted?
  —Maté a un hombre accidentalmente en un choque automovilístico, y salió a la luz que soy un Bendito, así que me condenaron a 24 años de cárcel, mientras más Benditos encerrados, mejor, supongo.
Gonzalo no responde.
  —Oye.
  —¿Si?
  —Perdón por lo que pasó la última vez que hablamos. No fue tu culpa.
Gonzalo susurra:
  —Sí que lo fue.
  —¿Perdón? No escuché.
  —No, no es nada. ¿Por qué está libre si es un convicto?
  —A los voluntarios para luchar contra Loki se les anula la condena, simple, muchos de los que nos anotamos fue por eso. Los que no se postularon son raritos, vi a uno vestido de ninja que prefirió estar encerrado.
  —Vaya.
  —Escuché de tus peleas del torneo, creo que puedo enseñarte algunas cosas sobre tu fuego.
  —Sería un honor, señor...

  La voz de Antonio cantando una vieja canción en voz baja, interrumpió los pensamientos de Gonzalo.
  —Sentado en la esquina pensando cómo fui tan gil, colgando por el mambo que el humo me hizo así.

El Rol de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora