Capitulo 9

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  5 de agosto.
  Ariel recibe un mensaje por un grupo de WhatsApp.

  «Oigan, ¿quieren salir hoy? Mañana empezamos las clases.» Mensaje de Tiziano.

  «Depende la hora, hoy trabajo hasta las 16, pero me parece bien, si quieren empiezan ustedes y después me les uno.» Respuesta de Nito.

  «Yo salgo del trabajo a las 14:30, pero tengo que ver con quién dejar a Mia.» Respuesta de Lautaro.

  «Que Mia venga también, no molesta.» Mensaje de Tiziano.

  Ariel no contesta.

  «Me cansé de esto, Ariel, hoy nos juntamos en tu
  casa.» Mensaje de Lautaro.

  Ariel no contesta.

  Pasan las horas y, llegado el momento, Lautaro y Tiziano llegan a la casa de Ariel junto a Mia, Román se encuentra en el trabajo pero Lautaro se encargó de hacerle saber de su estancia.
  —¡Ariel, Llegamos! —grita Lautaro, sabiendo que en algún rincón del lugar se encuentra su amigo.
  —¿Por qué vinimos a su casa? —pregunta Mia.
  —Está triste, y vamos a animarlo —responde Lautaro.
  —¿Y cómo se supone que lo harán?
  —Ya sabremos cómo, pero no nos iremos hasta que Ariel decida levantarse y mañana vaya a la escuela, no va a quedarse otra semana más en la cama.
  Lautaro se queda con Mia charlando mientras Tiziano se dirige a la habitación de Ariel para poder convencerlo de salir.
  —¿Hace cuándo estás ahí? —pregunta Tiziano mientras se sienta en el piso, intentando que su mirada y la de Ariel se crucen—. Te ves muy mal, nos preocupas. —Su mirada choca con otra que no esperaba ver—. Oh, hola Maximo, me asustaste.
Maximo hace una seña de saludo con su mano.
  —¿Me vas a hablar o me seguirás ignorando? Sé que no estás dormido.
  —Solo váyanse —responde Ariel, casi susurrando.
  —Sabes bien que no lo vamos a hacer.
  —No estoy de humor, es todo, ya se me va a pasar.
  —Llevas diciendo eso hace una semana.
  —Solo déjenme, no quiero hablar.
  —¿No quieres contarnos qué pasó esa noche después de haber hablado con Lautaro? Tu tío nos dijo que estabas sonámbulo, ¿Volviste a tener esos trances?
  —No quiero hablar...
  —Y nosotros no queremos verte así.
  —Tendrán que soportarlo entonces. —Levanta su frazada para tomar una pose que le otorgue mayor altura—. No pienso salir de aquí, no estoy de humor.
  —Vamos, aunque sea juguemos algo, pidamos comida, algo que te saque de este cuarto.
  —¿Si lo hago, se irán?
  —Es probable.
Ariel se levanta, se pone sus crocs y se dirige junto a Tiziano a la sala, donde los esperan Lautaro y Mia, quienes ya prepararon la mesa para pasar el rato jugando al Uno y al Jenga.
Ariel gana la primera partida del Uno y se siente orgulloso por ello. Mia pierde las siguientes dos partidas. Tiziano la cuarta. Lautaro no gana ninguna. Ariel se ríe de él.
Lautaro pierde las primeras dos partidas del Jenga. Ariel se ríe de él. Ariel pierde la tercera partida. Mia pierde la cuarta.
Luego deciden pedir pizza por delivery. Nito llega poco antes que llegue la comida y se une a los juegos.
Vuelven a jugar al Uno y gana Nito.
Vuelven a jugar al Jenga y gana Tiziano.
Juegan a la Escoba de Quince y gana Mia.
Llega la comida y pausan sus juegos por ello.
Ariel sonrió. Se divirtió.
  20:12, llega Román pero se acuesta temprano confiando en que su hijo estará bien con sus amigos.
  21:32, Lautaro debe irse con Mia a su casa porque ella debe ir a su escuela el día siguiente.
  —Cuídense, seguramente mañana los veo, prepárense para que regresen los entrenamientos.
  22:44, Tiziano debe irse porque ya es muy tarde.
  —Mi padre ni siquiera habrá notado que no estoy, pero mi mamá y hermana deben estar preocupadas por la hora. Más te vale que mañana te vea en la escuela, Ari. Si no vas, yo mismo te vengo a buscar y te quemo esa preciada cama tuya.
  23:17, Nito va al baño.
  Ariel se queda se queda sentado esperándolo, el silencio se adueña de toda la sala, y Ariel comienza a pensar, su padre vuelve a cruzar su mente, y Fernando también, y su madre, y la muerte de ella, y a la desaparición de él, y la mera existencia de su hermanastro, y al hecho de que morirá en 15 años, y, y. Y Nito volvió a la sala, vio a Ariel en el piso, con ambas manos rodeando su cabeza y llorando. Ariel enfoca su vista a Nito y ninguno dice una sola palabra. Nito se sienta a su lado, lo rodea con un brazo y lo acerca a él, como un medio-abrazo. Ninguno dice nada. Ariel comienza a sollozar casi en silencio, toma posición de pelota y oculta su rostro entre sus rodillas. Nito no dice nada. Ambos se quedan así por varios minutos, hasta que Ariel finalmente rompe el silencio:
  —Gracias —dice, con la voz quebrada.
  —No hay de qué —responde Nito, susurrando.
Nuevamente el silencio se adueña de la sala por varios minutos más, hasta que Ariel se recompone y comienza a limpiar la sala de los restos de la comida y los juegos.
  —¿Volviste a tener esos trances? —pregunta Nito.
Ariel detiene su limpieza y, en silencio, toma asiento.
  —Sí —responde.
  —Era de esperar que volviesen.
  —Supongo que creí que tardarían más. No los tenía desde que murió mi mamá y me descubrías investigando del asesino. —Cierra con fuerza los ojos intentando recordar—. Sebastían Romero, aún lo recuerdo, eso es bueno.
  —¿Cómo son esos trances ahora?
  —Peor, los que tenía investigando de Sebastián al menos eran cortos y, si me esforzaba, podía recordar qué hacía durante esos trances, ahora no.
  —¿Hace cuánto los tienes?
  —El primero fue cuando hablé con Fernando, mientras volvía no sé qué me pasó pero no recuerdo nada, y repentinamente estaba a dos ciudades de acá.
  —¿Y el de la noche que hablaste con Lautaro?
  —Fue peor, en el de cuando hablé con Fernando no hice nada. El de la noche siguiente incluso escribí una carta o poema como si fuese de mi papá, para mí. Empiezo a creer que estoy enloqueciendo, Trastorno de Identidad Disociativo o algo así.
  —No soy psicólogo para hablar del tema correctamente.
  —No sé qué me pasa, Nito, estaba bien, todo, y repentinamente vuelvo a estar mal, y no puedo pedir ayuda porque los hijos de puta de cualquier lugar me tratan de criminal por ser un Bendito y seguramente me manipulen para que intente matarme, como el imbécil del orfanato.
  —¿Volviste a tener tus pensamientos de muerte?
  —No, no. Ese idiota no me influyó. Además, ya lo intenté una vez, no volveré a intentarlo.
  —No, por favor no lo vuelvas a hacer.
  —Perdón. —Baja la cabeza y la cubre con sus brazos—. Perdón recordarte todo esto.
  —No te disculpes, son cosas que no hay que olvidar jamás para evitar que vuelvan a ocurrir, no fue tu culpa.
  —Solo quiero que paren, los pensamientos, de papá, mamá, Fernando, Facundo, Sebastián, todo, y no sé por qué te cuento esto porque tú no sabes cómo hacer que paren.
  —Decirlo en voz alta quizá hace que todo sea más fácil a largo plazo, eso dicen.
  —¿Cuánto más tengo que esperar? ¿Qué tan largo es ese "largo plazo"?
  —No lo sé. Pero voy a seguir acá, esperando contigo.
  —¿Lo harás?
  —Lo haré.
Ariel se acerca a Nito y, esta vez, es él quien lo abraza, pero esta vez es un abrazo completo. Nito lo corresponde. Ambos se quedan así por varios minutos.
  —Deberías irte ya, es tarde —propone Ariel mientras vuelve a juntar los platos sucios.
  —Dejame ayudarte primero —responde Nito, mientras junta los vasos sucios.
  —¿Tu papá no estará molesto si llegas a esta hora?
  —No importa, me abandonó hace tiempo
Ariel detiene su camino hacia la cocina y voltea sorprendido a Nito.
  —¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Qué?
  —Sí, un día simplemente me dijo algo de que ya soy un hombre y se fue, por eso busqué un trabajo, tenía que mantenerme de alguna forma.
  —¿Por qué nunca nos dijiste?
  —Nunca preguntaron.
  —Pero no hace falta que lo hagamos para que nos cuentes cuando pasan cosas así. Tú acabas de decirlo, hablarlo lo hace más fácil. Hipócrita.
  —Supongo que no pensé eso. Es que tampoco me sentí mal, realmente.
  —¿Hace cuándo fue?
  —Hace poco menos de 2 semanas.
  —Eso es bastante, ¿Estás bien?
  —Sí, no éramos muy cercanos de todas formas, no cambió tanto mi vida.
  —Pero igual es algo importante, sigue siendo tu papá. De todas formas es un pelotudo si te abandonó así como así.
  —Un poco, sí. Pero supongo que no hay nada que hacer al respecto, no podía detenerlo.
  —No tenemos suerte con nuestros papás, al parecer.
  —Exactamente, somos todos adolescentes con daddy issues.
  —Supongo que Tiziano y Lautaro no lo saben.
  —No, no saben.
  —¿Mañana se los quieres decir? No hace falta que te pregunten.
  —Entiendo.
  —¿Se los vas a contar entonces?
  —Puede ser, veré.
  —Quiero estar presente en ese caso.
  —Lo estarás, capitán.
Continúan limpiando la sala hasta terminar, 23:52.
  —De nuevo, gracias, Nito, en serio.
  —Está bien, para eso estamos. Entonces, ¿te veré mañana en la escuela?
  —Sí, tú tranquilo, voy a ir.
  —Me alegra escuchar eso.
  —Bien, adiós. —Ariel hace la seña de despedida con su mano y se acerca a Nito para abrazarlo—. Y de nuevo, gracias.
  —De nuevo, no hay de qué. —Nito corresponde el abrazo—. De nada.
  23:55, Nito deja la casa de Ariel.
  Ariel cierra la puerta y se dirige a la sala, nuevamente dominada por el silencio, pero esta vez lo ignora y avanza hasta su habitación, que es un desastre desde hace días.
  —Santo cielo —es lo único que puede decir.
Cierra su puerta y comienza a acomodar y a limpiar su habitación, en un impulso de energía. Ariel sigue su limpieza hasta que cada objeto de su cuarto está donde corresponde, su ropa abandonó su cama para estar en el ropero, sus zapatillas encontraron sus pares y se acomodaron en una esquina, los vasos sucios de hace días vuelven a la cocina. Así hasta que la habitación está impecable.
  —Esto se siente bien —es lo único que Ariel puede decir.
1:32 AM.
Ariel se recuesta en su cama, se tapa con su frazada y cae profundamente dormido, no sin antes establecer su alarma a las 7 AM para despertarse a tiempo para ir a la escuela.
  —Buenas noches, Maximo. Gracias a vos también, siempre estuviste a mi lado, sé que es porque no tenes elección pero igual, gracias. Pronto encontraremos de donde vienes y te devolveremos, lo prometo, antes de morir, prometo llevarte dónde perteneces.
Maximo realiza un pequeño salto, aparentemente de alegría, y luego se despide con un ademán y se va a su cama al lado del sillón de la sala.
  —Igualmente, buenas noches, Maximo.

El Rol de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora