Capitulo 45

0 0 0
                                    

  20 de octubre, 2037.
  Román continúa buscando algún terapeuta para su sobrino, pero no encuentra ninguno que acepte tratar a un Bendito.
Ariel estuvo callado estos últimos días, nadie sabe que volvió. Ignora por completo los mensajes de sus amigos, y le pidió a su tío que no llame a nadie.
Más tarde, Zira golpea la puerta del departamento de Román.
Román atiende y le abre la puerta.
  —¿Está Ariel en casa?
Román hace un silencio.
  —Así que sí. —Levanta la voz—. ¡Ariel, soy Zira, ¿Puedo pasar?!
  —Él no está de humor ahora mism...
  —¡Pasá! —interrumpe Ariel.
Zira ingresa al hogar y se dirige a la habitación de Román, donde está Ariel.
Zira lo ve, se acerca y lo saluda con las manos.
  —¿Hace cuándo estás acá? No contestabas los mensajes.
  —Necesitaba estar solo, pero también necesitaba compañía, por eso vine con mi tío.
  —¿Volvieron los trances?
  —¡Dejen de joder con los trances!
Zira se sorprende.
  —Perdón. —Ariel se tapa la cara—. Estoy muy irritable. No sé qué me pasa. Ni siquiera yo me entiendo ahora mismo.
  —¿No crees que te ayudaría tener terapia?
  —Mi tío dice lo mismo. Estuvo buscando pero no hay ninguno que acepte tratar a Benditos, al menos no en esta ciudad. Ya está buscando en otras ciudades.
  —¿No consideraron uno particular? Esos atienden a quien les pague.
  —¿Te pensás que tenemos suficiente plata? Mi tío apenas puede subsistir y yo ni siquiera tengo un trabajo, y gasté todos mis ahorros en ese viaje de mierda para "ser más fuerte", todo para que al final me rinda.
  —¿Qué pasó con el viaje?
Ariel calla, y siente un fuerte nudo en la garganta.
  —El papá de Héctor era Sebastián, el que asesinó a mi mamá, y al que asesiné yo.
Los ojos de Ariel se cristalizan.
  —Me es imposible dejar de pensar en eso. ¿Cómo pude vivir tan tranquilo ignorando el hecho de que soy un asesino? Pensar en lo decepcionada que debe estar mi mamá me carcome la cabeza.
Zira se sienta al lado de Ariel y lo apoya en su hombro, sin decir nada. Y él comienza a llorar.
Zira acaricia suavemente su cabeza y lo contiene rodeándolo con su brazo.
  —Tu mamá te amaba, no está decepcionada, te lo aseguro. Yo la conocí, sé de lo que hablo. Ella no era de esas personas rencorosas.
Por el otro lado de la puerta, está Román, escuchando la conversación y sintiendo un deja vu.
  —Supongo que sus amigos pueden ayudarlo más que yo, otra vez.
  Zira se levanta, sale de la habitación y vuelve con una taza de té y galletitas que preparó Román.
  —¿Qué más ha pasado en tu vida que quieras hablar? No te juzgaré.
  —Sé que no vas a hacerlo.
  —Soy todo oído.
  —Héctor me dio para probar varios tipos de drogas.
  —Empezamos fuerte.
  —Llevo unos días sin consumir, pero sé que en unos días voy a salir de acá a comprar más. Gasté todos mis ahorros consumiendo en el camino de vuelta a acá. Últimamente me siento más deprimido, y consumir me hace sentir vivo. Quiero sentirme así otra vez.
  —¿Estás dispuesto a seguir consumiendo?
Ariel calla. Luego dice:
  —¿Por qué está mal si me hace sentir tan bien? Es tan fácil de conseguir. Sé que debo rechazar cada oportunidad de obtenerlo que tengo, pero soy débil.
  —¿Pensaste en ir a un centro de rehabilitación?
  —No, no quiero ir ahí. Sé que no me van a servir, necesito terapia, o eso dice mi tío. Honestamente tampoco quiero psicólogo o psiquiatra, pero mi tío dice que me hará bien seguir un tratamiento psicológico.
  —¿Querés saber mi opinión?
Ariel asiente.
  —Tu tío tiene razón.
Ariel calla y baja la mirada.
  —¿Te cuento algo? —dice Ariel.
Zira asiente.
  —Intenté matarme.
Zira abre sus ojos y su boca.
  —Lo intenté antes de venir acá.
Zira se acerca lentamente a Ariel.
  —No funcionó, claramente. No estoy muerto aún sólo porque no puedo morir. Por mi Demonio.
Zira se acerca lo suficiente y abraza a Ariel con fuerza.
  —No me podés hacer eso. No me podés dejar sola. Te necesito. Sos la persona más cercana que tengo. Sos mi mejor amigo.
Ariel se sorprende por las palabras de Zira. Ella nunca lo llamó "amigo" ni se expresó de esa manera con nadie. Nunca consideró a nadie como amigo.
  —El otro día —las lágrimas comienzan a rodear los cachetes de Zira—, cuando nos atacó ese Alex, me preocupé mucho por vos. Te vi casi morir. Si vos morís, muere una parte de mí también. Te quiero y mucho, más de lo que imaginás. ¿Podés seguir vivo sólo por mí? No quiero vivir un mundo donde ya no estés.
Ariel la abraza de regreso y la consuela.
  —Perdón —es lo único que puede decir.
Ambos lloran por un largo tiempo, sin juzgar al otro, dejándose sentir, consolándose mutuamente.
  —Te vamos a ayudar. —Zira se seca las lágrimas—. Nito, Ruf y yo, los tres trabajamos, te vamos a pagar esa terapia. Lo necesitás.
  —No puedo aceptarlo, ¿Cómo se los voy a devolver?
  —Siguiendo vivo. Nos lo devolvés siguiendo acá, con nosotros. Viviendo por querer vivir y no por no poder morir. Con eso nos alcanza, y hablo por los tres, y por Lautaro y Tiziano. Todos te queremos acá.
Ariel rompe en llanto de nuevo y Zira lo vuelve a abrazar.
  Llegada la madrugada de ese día, suena una alarma de evacuación y se transmite por un altavoz por toda la ciudad que todos deben salir de sus casas y subirse a aviones, helicópteros y camiones grandes para huir a una zona militar oculta que servirá como refugio.
  —¡Atención, esto no es un simulacro. Tomen sus pertenencias más indispensables y suban a los vehículos del gobierno. Estamos bajo ataque, repito, estamos bajo ataque. Todo, evacuen lo más rápido posible!
Nito y Ruf suben a una camioneta. Zira, que se quedó a dormir donde Ariel, y Ariel y Román, suben a un helicóptero. Julio se encuentra evacuando a los civiles junto a Adrián, Dylan y Alan.
Luego de una hora, toda la ciudad ya subió a los vehículos.
Apenas despegan y avanzan los transportes, Óscar, subcomandante, y Alan, comandante, comunican a través de todos los vehículos que un humanoide gigante junto a un ejército comenzaron a atacar las ciudades del sur y que ya se dirigían a las del centro. Demás ciudades cercanas  también fueron evacuadas y llevaron a los civiles a otras zonas militares. Por la radio, Óscar comunica que los atacantes son presuntamente enviados por un país enemigo, como una declaración de guerra.
  —¡Si quieren guerra, les daremos guerra!

El Rol de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora