Capitulo 36

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  Nito y Ariel se encuentran en un supermercado comprando comida para la cena de ese día. Esa noche, Ariel tomaría un micro y se iría a un viaje para volverse más fuerte física y mentalmente.
Al llegar a su departamento, guardan lo que compraron y Nito se pone a cocinar.
  —No sabía que sabés cocinar tanta variedad de comida.
  —Mi papá apenas cocinaba porque casi no estaba en casa, así que tuve que aprender a cocinar algo que no sean salchichas.
  —Ya te podés casar entonces.
Ariel ríe un poco.
  —¿Por qué no te reís nunca de mis chistes? Soy muy gracioso.
  —Nunca dije que tus chistes no me dan gracia.
  —Pero reíte al menos, así me hacés saberlo. Sos muy serio. Nunca te vi sonreír.
  —Soy un chico serio supongo, como todo chico misterioso e interesante.
  —¿Ves? Ni siquiera sonreís cuando vos contás chistes.
  —Papá era muy reservado sobre los sentimientos y esas cosas, supongo que por eso soy así. De todas formas, ya me acostumbré. Lautaro siempre quiso verme reír.
Ambos guardan silencio.
  —¿Estás bien con eso? —pregunta Ariel—, No pudiste despedirlo.
  —No te preocupes por eso. Sí, me hubiese gustado hablar con él una última vez, pero no todo en la vida se puede.
  —Si vos decís. Mirá que si te estás comiendo la tristeza, me voy a enojar mucho y te voy a pegar.
  —No te preocupes por mí. Hablemos de vos, ¿Te sentís culpable?
  —¿Por qué lo estaría?
  —Te conozco. Seguro pensás que si fueses más fuerte lo habrías podido salvar.
Ariel queda sin palabras.
  —No todos los problemas que hubo y que habrán se podrían solucionar con "ser más fuerte", hiciste lo que pudiste y con eso alcanza. Hay cosas que están fuera de nuestro control. Por esa culpa es que te vas a ese viaje de autodescubrimiento, ¿Verdad?
Ariel asiente, avergonzado.
  —Debo ser más fuerte para no perder a nadie más. Lautaro, Maximo, Antonio, incluso a vos, momentáneamente.
  —¿No quieres que vaya contigo?
  —No —responde rápido Ariel—. Necesito hacer esto sólo.
Nito guarda silencio.
  —Sos muy terco. —Nito apaga el horno y sirve la comida.
  —¿Y vos? Caradura.
Ariel ríe, y Nito sólo escucha su risa.
  Se sientan en la mesa y ven la tele juntos. Está siendo transmitido una vieja película Argentina llamada Metegol.
  —¿Te enteraste que Dylan fue reclutado por Julio?
  —Sí. Es una sorpresa.
  —Yo juro que si veo a ese Julio una vez más, lo voy a golpear.
  —Debe tener sus razones. Tengo entendido que nos dio bastante información sobre esa organización. Eso, sumado a lo que vos descubriste cuando te enfrentaste a ese Javier, nos acerca a Maximo.
  —Sí. Tenés razón, para variar.
  —¿Qué decís? Yo siempre tengo razón. Soy vidente.
Ariel ríe.
Terminan de comer y Ariel se pone a lavar los platos. Así se manejaron hasta ahora, Nito cocina y Ariel lava los platos.
  —¿Cuánto decís que va a durar ese viaje personal? —pregunta Nito.
  —Calculo que unos seis o siete meses, ocho como máximo.
  —¿Te despediste de todos?
  —Llamé a Ruf, Zira, mi tío y a Tiziano para despedirse de mí. A Mia ya le dije adiós, ya que no podría salir del orfanato a la noche.
  —Te vamos a extrañar.
  —Más te vale llorar en mi despedida.
  —Yo no lloro.
  —¿Sabés que no? Nunca te vi llorar, me acabo de dar cuenta.
  —Soy un macho alfa.
—Nito.
No responde.
  —No tenés que evitar las charlas sobre cómo te sentís con algún chiste. Deberías recibir ayuda psicológica para poder expresarte bien.
  —¿Y vos? Ninguno de los dos estamos bien de la cabeza que digamos.
  —Pero yo me voy a este viaje para eso, así que no cuenta.
  —Digamos que tenés razón.
  —¿Cómo que *digamos"? ¿Ves que sos terco?
Ariel nuevamente ríe, y sabe que Nito también, a su manera.
  Llega la noche y Ariel está por subir a su micro.
  —Voy a tratar de decirles al menos una vez a la semana cómo estoy.
  —Cuidate, ¿Sí? Si ves algún peligro, llámanos de inmediato —pide Román.
  —No te preocupes, tío, estaré bien.
  —No pienses que te voy a mandar mensaje todos los días preguntando cómo estás —dice Zira.
  —Te vas a morir de tanto extrañarme.
  —¿Y Ruf? —pregunta Nito.
  —Me dijo que estaba ocupada —responde Ariel.
  —Qué mal.
Nito se acerca y abraza con fuerza a Ariel. Sin decir una palabra más, Ariel sube al micro y se va.

                                  *     *     *

  Varias semanas después, a las 12 AM, alguien golpea la puerta del departamento de Nito, quien se encarga por su cuenta de pagarlo para cuando vuelva Ariel.
Al abrir la puerta, Nito ve a Zira.
  —Tengo ganas de caminar, ¿Me acompañas?
Nito asiente, agarra una campera fina y se la pone por encima de su pijama y sale.
El clima está fresco, con un viento cálido otoñal. La ciudad está iluminada y todas las luces de las casas están apagadas.
  —Solía salir a caminar con Ariel a estas horas, y como se fue, vos sos el reemplazo. Perdón si te desperté a esta hora.
  —Tranquila, estaba despierto de todas formas. ¿Reemplazo?
  —¿Te molesta ser el reemplazo?
  —No considero que sea una palabra muy linda.
  —También me di cuenta que sos muy callado cuando estamos en grupo pero charlatán cuando estás sólo.
  —Soy tímido, supongo.
  —Cambiando de tema, también quise que me acompañes para hablar de Ruf. Se lo habría dicho a Ariel pero no quiero que se vaya preocupado.
  —¿Qué pasó con ella?
  —El otro día hablé con ella y me preguntó por qué volví a salvarla aquella vez que peleábamos con los infectados de Loki, ya que, no sé si sabías, pero casi la abandono a su suerte, pero me di la vuelta y la salvé. Aunque luego volví a abandonarla cuando se le zafó un tornillo y quiso jugar a la heroína y se puso a crear escudos con su magia.
  —¿Y por qué volviste la primera vez?
  —Porque Ariel me pidió que cuide de ella. La segunda vez la dejé porque fue su decisión dejar de huir, entonces su muerte habría sido su culpa y no mía. Aunque sabía que si la dejaba morir Ariel se enojaría conmigo, y no quería eso. Él es lo más cercano que tengo a un amigo.
  —Entiendo.
  —Otra razón por la que te pedí que me acompañes, además de reemplazar a Ariel, es contarte que parece que necesita ayuda.
  —¿Por qué lo decís?
  —Se ve que a su novio no le gustó nada que ella use sus poderes en público y ahora la tiene controlada por completo, maneja sus redes sociales y no la deja verme. Porque ella iba a ser el reemplazo de Ariel antes que vos.
  —Auch.
  —Y eso es todo lo importante que quería decirte. Ahora hablemos de cualquier cosa. Esta es solo la primera de varias noches que te voy a buscar para salir a caminar.
  —Intentaré ser un buen reemplazo, supongo.

  Zira y Nito terminan la caminata y ella se dirige al cementerio. Camina por un rato hasta llegar a una tumba descuidada, cuyo nombre dice "Valentín Silva".
  —Tenés suerte de haber sido enterrado en tu ciudad natal y no en Ciudad Esperanza u otras de las que fueron afectadas por ese Loki, papá. Feliz cumpleaños, por cierto.
Entonces, Zira comienza a recordar.
No recuerda a sus padres biológicos, fue dejada en un callejón de Ciudad Corrientes en la basura aún siendo una bebé, gracias a su llanto, un hombre, llamado Valentín, la encontró y decidió cuidar de ella como a una hija. Pasan los años, y Zira, a los 7 años despierta sus poderes por primera vez; poder convertir cualquier objeto en un arma blanca de distintos tamaños según el tamaño del objeto. Apenas lo descubrió, Zira se asustó y pensó que su padre la echaría. Pero pasó lo contrario, a Valentín no le importó y siguió cuidándola, y pronto se mudaron a Ciudad Esperanza. Debido a que el barrio donde vivían era un lugar peligroso, Zira creció llena de desconfianza en el resto, hasta evitó hacer amigos por miedo a que estos la terminen traicionando, como vio que pasaba en ese barrio. Gente apuñalándose por la espalda y mintiéndose. Así fue hasta que conoció a Ariel, alguien que genuinamente la apoyaba. Zira se encargó de cuidar a Ariel de niños mayores que lo molestaban por ser un Bendito. Gracias al peligro de dónde vivía, Zira aprendió a pelear desde muy jóven, con esos conocimientos pudo proteger a Ariel, así fue hasta que él fue cambiado de escuela.
  Un día, el padre de Zira fue hospitalizado, ya era viejo después de todo. En sus últimos momentos, le pidió a Zira un último deseo, su última voluntad.
  —Sé fuerte, y haz muchos amigos. Ten una vida llena de buenos momentos, y ten a mucha gente en tu funeral. No termines como yo.
A las pocas horas, falleció.
Zira fue la única persona en su funeral, que quiso hacer en Ciudad Corrientes, donde Valentín también fue enterrado.
De pronto suena una alarma del celular. Zira se sorprende. Agarra el celular y ve que la alarma era un recordatorio para ir a trabajar. Consiguió trabajo en un gran supermercado.
Zira se despide de su padre y se retira, no sin antes dejar flores en la tumba.
  —No sé si pueda cumplir tu último deseo, papá.

 

El Rol de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora