Ruf y Zira corren lo más rápido que pueden hacia el ascensor esperando que aún funcione, pero el mutante es rápido y, en un instante, llega hasta las chicas.
«Mierda, es rápido» piensa Zira.
Ruf se paraliza y por su cuerpo recorre un fuerte escalofrío. Sus ojos se vuelven llorosos y su cuerpo comienza a temblar. Por su boca no salen las palabras y por su estómago y cuello siente una presión tan pesada que apenas dejaba espacio para pensar.
El infectado la mira fijamente y luego alza su puño, adquiriendo una pose ofensiva.
—¡Ruf! —grita Zira—. ¡Movete, boluda!
Zira logra llegar a Ruf y la empuja, haciendo que el golpe del mutante de al aire y ambas se salven.
En el piso, Zira sacude a Ruf para hacerla reaccionar, pero ella estaba paralizada.
El mutante prepara una patada que mataría a ambas, pero Zira, de nuevo, se apura y, con Ruf en sus brazos, esquiva el ataque.
Zira se cansa de cargar a Ruf, la tira al piso y le da una cachetada.
—¡Reacciona, imbécil! ¡Tenemos que irnos y solo lo haremos si usas tu maldito poder! ¡Haz más de esos platos filosos y lanzalos al monstruo ese!
El mutante se acerca por detrás de Zira y esta, viéndose acorralada, toma una decisión difícil. Duda mucho, su cabeza está vuelto un remolino de emociones, y sus pensamientos buscan una solución. Hasta que se rinde.
—Perdón, Ruf —dice a un volumen adecuado para que la escuche. Luego salta hacia el lado contrario, dejando a Ruf por su cuenta, todo por su propia supervivencia.
El mutante, al ver a su presa alejarse, decide acabar con la que estaba más cerca. Alza ambos puños dispuesto a aplastar a Ruf y volverla puré. Ruf, por reflejo, crea un campo de fuerza que la protege, pero el infectado golpea de nuevo, y otra, y otra, y otra vez, hasta que el campo de fuerza comienza a agrietarse. El corazón de Ruf comienza a latir a una velocidad increíble, ni siquiera es capaz de gritar.
—¡Aprovecha la oportunidad y empujémoslo hacía el ascensor! —grita, para sorpresa de Ruf, Zira.
Zira toma dos pedazos del techo que cayeron cuando el gigante lo abrió, y los convierte en dos espadas con los cuales apuñala al mutante, haciendo que detenga cualquier movimiento con el fin de regenerarse.
—¡Ahora! —ordena Zira.
Ruf controla su campo de fuerza para que, con ayuda de Zira, empujen al mutante hasta el ascensor que se encontraba detrás de él.
Gritan, tiemblan, se emocionan, se asustan, por sus cuerpos recorre una gran adrenalina. Ruf está por llorar. Zira está asustada por si no logran empujar al mutante lo suficientemente rápido. El infectado logra regenerar sus heridas y comienza a empujar el campo de fuerza, con Zira y Ruf incluídas, hacia el lado contrario, contrarrestando la presión que las chicas estaban haciendo. Poco a poco, el mutante está por huir del campo de fuerza y acabar con ellas.
—¡Dylan, primero ayudemos a estas dos! —grita Maximo saliendo de la zona de los prisioneros.
Dylan obedece y crea varios clones con los cuales inmoviliza al mutante, Zira y Ruf aprovechan esto y, con el corazón latiendo a mil, logran empujar al infectado hacia el ascensor, haciendo que, por su peso, este no lo soporte y caiga hasta el fondo. Ruf y Zira se apuran para huir por la salida de emergencia.
Maximo y Dylan, sin decir una palabra, se dirigen al gran hueco que dejó el infectado Gigante en el techo y se unen a la batalla.
Julio se sorprende al ver a Dylan, tanto que lo apunta con su arma.
—¡Alto! —se interpone Maximo—. No dispare, está de nuestro lado.
Julio lo ve enfrentándose a los infectados, así que decide confiar temporalmente.
—¡Ni siquiera pienses que por esto tus crímenes serán absueltos, ninja!
Con los clones de Dylan logran ganar territorio en la batalla, apoyando a Gonzalo, quién comienza a sentir entumecido su cuerpo por lo frío de su hielo. Siente un ardor insoportable por todo su cuerpo. Apenas puede moverse.
«A este paso, ellos podrán superarme y me matarán, aún con el apoyo de ese ninja. Necesitamos refuerzos. Mierda, ¿Qué puedo hacer? Si sigo así, no podré siquiera mover mi cuerpo» piensa Gonzalo.
Dylan comienza a agotarse después de crear una gran cantidad de clones.
—¡No pienses detenerte, maldito! —grita Julio—, ¡Peleá hasta la muerte si es necesario, pero no te detengas!
Dylan se fuerza a seguir combatiendo con decenas de infectados por su cuenta, pero se encuentra débil.
«Si no hubiese descuidado mi salud durante el tiempo que estuve encerrado, no me sentiría tan agotado ahora. Carajo, yo ni siquiera debería estar luchando, se supone que huiría del subterráneo y me volvería a entregar cuando todo se solucione. Maldito Maximo, ¿Por qué me dejé convencer? Si muero, me encargaré de llevármelo conmigo» piensa Dylan. «Uriel, espero que no te molestes si voy contigo el día de hoy. Tengo mucho que contarte».
—¡Despertá! —grita Maximo—, ¡Este no es el momento para ponerse a reflexionar!
«Ya lo sé, idiota. Es solo que mi cuerpo no parece que vaya a durar lo suficiente. Cerrá la boca —dice para sí mismo—, ¿Qué estoy haciendo? Uriel me mataría si me dejo matar por estos peones de un lunático nórdico. ¿Acaso tengo otra opción además de luchar?»
Dylan se pone firme y grita:
—¡Habilidad Especial, tipo defensa, Ejército Ninja!
Del cuerpo de Dylan comienzan a brotar decenas y decenas de clones que en cuestión de segundos logran igualar al ejército de los infectados.
—¡Hasta acá llegaron, zombis de mierda!
Por otro lado, Gonzalo continúa esforzándose por vencer, aunque, aún con ayuda de Julio, Alan y el resto del ejército, sigue debilitándose.
Y comienza a recordar:
Un día soleado, un clima precioso para salir a alguna plaza. Tomás le pide ansioso a su papá que los deje salir a él y a Gonzalo.
—Antonio, no seas malo con el niño —dice Meredith , su esposa—déjalo divertirse de vez en cuando.
Antonio se resiste pero termina por desistir y da su permiso.
—Sólo no hagan quilombo. No quiero que venga algún vecino a quejarse.
Tomás salta de la emoción, toma del brazo a Gonzalo y salen de la casa a jugar con los vecinos.
—Chicos —saluda Gonzalo a sus amigos—, Miren esto, ¡tengo un hermanito ahora!
Los amigos se sorprenden.
—¿Es adoptado? —pregunta uno—, parece de nuestra edad.
—Sí. Bueno, no oficialmente, pero sé que pronto mis papás lo van a adoptar. Y es solo un año menor que nosotros.
Otro de los amigos acerca su mano para saludar a Gonzalo. Él responde. En ese momento, el niño ve unas marcas de quemaduras en la palma de su mano y comienza a sospechar.
—Tomy, vení un ratito.
Tomás obedece y se acerca.
—Escuchá —susurra—, ¿Ese niño no será un Bendito? Parece que usó un poder de fuego o algo así.
—Bueno... —responde Tomás—, sí, es un Bendito, ¡Pero es bueno!
Los niños guardan silencio, hasta que uno rompe el hielo:
—¡Imposible! Mi mamá ya me contó cómo son los Benditos.
La discusión siguió por un largo rato, donde el resto de chicos se ponían del lado de aquel que desconfiaba de Gonzalo.
—¡Mirá, voy a hacerte ver que son peligrosos! —dice el niño. Luego agarra a Gonzalo del pelo.
El resto le piden que se detenga, por si Gonzalo explota en ira.
—¡Pará!
—¡Te va a matar!
—¡No seas boludo!
En ese momento, el niño que agarró el pelo de Gonzalo cae al suelo por un golpe seco.
Cuando el niño vuelve en sí, ve que quien lo golpeó fue Tomás.
—¡Tarado! ¿Qué hacés?
Tomás no responde y sigue golpeándolo. El resto de niños intentan separarlo, pero es inútil. Cuando Tomás se detiene, el niño, llorando, se va.
En el camino de regreso, Gonzalo no puede dejar de preguntarse porqué hizo lo que hizo.
—¿Por qué hiciste eso? Pelear con tus amigos.
—Porque son unos tontos, y no voy a dejar que nadie te trate así.
Gonzalo hace una mueca de confusión.
—Digamos que —sigue Gonzalo—, hay que proteger a los débiles. Vos no pensabas defenderte, ¿Verdad?
Gonzalo no responde.
—Además, vos vas a ser alguien muy fuerte en el futuro, y yo quiero darte el ejemplo de que el fuerte debe proteger al débil, así no te volverás un loco o algo así.
Gonzalo abre sus ojos de la sorpresa a la respuesta, y sus ojos comienzan a ponerse llorosos.
Tomás se sorprende y trata de hacer no llore.
Entonces, Gonzalo vuelve al presente, cuando recuerda las palabras de Antonio.
"Tienes que saber cuándo es necesario usar esta cantidad de fuego, a veces, los chasquidos no alcanzan."
«Cierto. No debo contenerme, aunque me cueste la vida».
—¡Habilidad Especial: Tipo defensa, Iceberg!
Del cuerpo de Gonzalo comienza a brotar un gran bloque de hielo que atrapa a una gran cantidad de infectados.
«Dios, esto arde. No, no pienses en eso, céntrate.»
El hielo que rodea a Gonzalo comienza a brotar vapor y rápidamente todo arde en un intenso fuego, quemando todo a su paso, incluyendo al mismo Gonzalo.
«¿Lo hice bien? ¿Cumplí tus expectativas, Antonio?»
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El Rol de la Muerte
General FictionEn un mundo sanando después de dos terribles guerras, cuatro jóvenes, Nito, Ariel, Tiziano y Lautaro, pertenecientes a una minoría despreciada de super humanos, deciden unirse por un propósito común y embarcarse en una peligrosa misión para investig...