Capítulo 3

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  —...Y hace unos días me adoptó mi tío y ahora vivo con él como a 20 cuadras de acá.
  —¿Él te dejó venir hasta acá? —pregunta Nito
  —Shh, no sabe nada, le dije que iba a casa de una amiga.
  —Rebelde.
  —Siempre.
  —¿Sabés dónde estamos realmente? Pareces perdido.
  —Shh, dejame pensar, sé dónde estoy, solo tenemos que ubicarnos. Me memoricé la calle, solo tenemos que encontrarlo y, si mi memoria no me falla, deberíamos estar cerca.
  —¿Qué se supone que vamos a hacer?
  —Vamos a convertirlo en nuestro maestro, ¡Es el  mejor para ser los más fuertes!
  —¿Nos aceptará?
  —¿Por qué no? ¡Es un héroe!
  —Gritas mucho.
  —Me lo dicen a menudo. Tú preguntas mucho.
Siguieron caminando en silencio por varios minutos hasta que Nito hizo una pregunta:
  —¿Estás bien?
  —Sí, ¿Por qué? —responde Ariel después de un silencio incómodo de varios minutos—, nunca estuve mejor, estoy muy motivado.
Nito desvía la mirada y se queda en silencio.
  Siguieron caminando varias calles hasta que llegaron a su destino, la calle Olivera, en el Barrio Roma, conocido por ser habitado por gran cantidad de Benditos, es la zona con los precios de alojamiento más accesibles para aquellos que no pudieron mantener su identidad oculta.
  —¿Cómo sabremos cuál de estas casas es? —pregunta Nito.
  —¿Cómo más? Hay que golpear a cada puerta de cada casa y preguntar por nuestro mentor.
  —¿Seguro que tu dibujo nos va a servir?
  —Pues claro, yo lo veo y ya me imagino al señor de nuevo, seguro que a sus vecinos les pasa lo mismo —Ariel muestra, orgulloso, un dibujo hecho hace unos minutos de un una tele con cuerpo y vestido de traje.
Ambos se dirigieron a la casa más cercana de la calle, en la esquina, y llamaron. Tras unos minutos, un hombre notablemente mayor y de llamativa calvicie les abre la puerta.
  —¿Se perdieron chicos? Parecen muy pequeños para ir solos por ahí —pregunta.
  —No se preocupe en los detalles. Queríamos saber si usted conoce a un señor como este.
Ariel muestra entusiasmado su dibujo del hombre que lo salvó al señor, pero este responde con una mueca de asco y, con indiferencia, señala cuál es su casa, ubicada al centro de la calle, terminó el encuentro con un frío y hasta agresivo "váyanse". Los chicos obedecieron, aunque Ariel estaba bastante confundido.
  —¿Por qué nos trató así? —pregunta con indignación.
  —Ragnarok sigue siendo un Bendito, supongo que su aporte en la guerra no cambió eso.
  —Qué injusto, no se vale, la gente es muy mala. Encima es pelado, cómo se atreve a tratarnos así.
Ambos llegan a la casa que el anterior hombre les señaló y Ariel se prepara para llamar, está nervioso.
  —¿Eres consciente del hombre que estamos por tener enfrente nuestro? —Ariel frota sus manos, ansioso.
  —No estoy seguro.
Ariel inhala profundamente, estira su mano y golpea la puerta. El mundo se relentiza para él mientras la puerta se abre, su cuerpo se tensa e incluso siente miedo.
La puerta, después de un tiempo que pareció eterno, se abrió.
  —¿Puedo ayudarlos, chicos? Quizá se confundieron de casa —dice el robusto hombre que les atiende.
  —Estoy seguro que no lo hicimos —dice Ariel con la mirada brillando de admiración hacia el hombre que tiene enfrente, el hombre que lo salvó días atrás.
  —Oye, yo te recuerdo —dice Ragnarok—. ¿Estás bien? Lamento mucho no haber llegado antes ese día.
Ariel sigue mirándolo fijamente, casi sin pestañear, hasta que Nito le da un empujón para que hable y lo devuelve a la realidad.
  —Disculpe, señor Ragnarok...
El hombre cambia su expresión compasiva a una seria y algo enojada, pero no dice nada y deja que Ariel siga.
  —... quería saber si usted, como es tan fuerte, puede enseñarnos a ser así de poderosos —dice Ariel mientras tartamudea de los nervios, que aumentaron con el cambio en la expresión del hombre.
  —No —responde Ragnarok—. Si vienes a molestar mejor andate y dejate de joder.
  —¡No quiero molestar! Es que cuando lo ví venciendo al monstruo de humo supe que usted es realmente fuerte, luego descubrí que usted también es el legendario Ragnarok, ¡Eres el más fuerte en la tierra!
  —No lo soy, y deja de recordarme esa maldita guerra, no lo menciones como si fuese algo divertido, y no me llames así, ¡Tú no sabes nada!
  —Aunque no seas el más fuerte, eres muy poderoso, por favor enséñame a serlo también, no quiero... —dijo Ariel mientras su voz comenzaba a quebrarse—. Por favor, no quiero que pase de nuevo, no es justo. ¡Por favor!
Ragnarok ve a Ariel a los ojos y nota que están llorosos, entonces responde: "déjame pensarlo, vuelvan mañana a esta hora". Ariel se alegró y se fue junto a Nito.
  —No dijiste nada, yo casi me pongo a llorar, ¿No querías convencerlo acaso? —cuestiona Ariel con algo de enojo.
  —Tiene una hija —responde Nito.
  —¿Qué?
  —La ví, estaba en el fondo, estaba tapada con sábanas, como si se escondiera de alguien. Ese hombre tenía un anillo y cuando nos abrió tenía un puño cerrado, estaba a la defensiva.
  —Qué observador.
  —Él se mantiene oculto, incluso mucha gente lo cree muerto por su Demonio, ¿No vamos a arruinar completamente su tranquilidad si lo involucramos en tu misión?
Ariel pensó y quedó en silencio un momento.
  —Es un héroe, es lo que hacen, arriesgarse, ¿No? Cuando nos enseñe todo ya cortaremos vínculo con él y listo, todos felices, te complicas solo —responde.
Nito queda en silencio.
  Al día siguiente, al salir de la escuela nuevamente fueron por el mismo camino, Ariel saltaba de la alegría y el entusiasmo.
  —Por cierto Nito, ¿Por qué me acompañas? ¿También quieres ser fuerte?
  —Papá dice que debo ser fuerte para sobrevivir.
  —¿Sobrevivir a qué?
  —No me lo dijo, nunca.
  —Tu papá es raro, el mío desapareció.
  —¿Investigaste tu casa para saber qué le pasó?
  —Mi tío no me dejó ir, y creo que están remodelando el lugar para alquilarlo entonces ya nada está como cuando desapareció.
  —Qué triste.
  —Sí, encima escuché al psicólogo del Orfanato diciendo que seguro se fue con otra familia. Es un idiota,no sabe nada, no conoce a mi papá.
En ese momento llegan nuevamente a la casa de Ragnarok y nuevamente Ariel es invadido por los nervios, pero el hombre se les adelanta y abre la puerta antes de que ellos golpeen.
  —Los estaba esperando —dice Ragnarok—. Entren.
Ambos obedecieron.
  Ya dentro, Ragnarok comenzó a cocinar mientras habla con los niños.
  —Bien, el de pelo celeste, preséntate —ordenó.
  —¡Sí, señor! Me llamo Ariel, soy un Bendito, tengo 10 años, voy a 5to año de primaria y...
  —Suficiente —interrumpe—. El mudo pelinegro, te toca, habla.
  —Me llamo Nito, también tengo 10 años y curso mi penúltimo año de primaria, y también soy un Bendito y tengo un Demonio.
Eso último hizo que Ragnarok parara de cocinar y voltee a ver fijamente a Nito.
  —Pobre de ti, tan jóven... —se compadeció.
Luego volvió a lo suyo y sacó un cuchillo con el que comenzó a cortar ajo.
  —Ariel, dime cuál es tu poder, la primera vez que lo manifestaste y qué tanto control tienes de él —continúa ordenando.
  —¡Sí, señor! Mi poder es la velocidad, soy un Velocista. Recuerdo que la primera vez que lo manifesté fue a los 8 años en Educación Física, estábamos jugando a las carreras y de repente todo se volvió lento para mí y para los demás yo ya estaba al otro lado, pero todavía no sé usarlo tan bien, no soy tan rápido como puedo ser.
  —¿Alguno de tus padres era un Bendito?
  —Nop, eran comunes.
  —Ya veo, eres un caso especial. Nito, te toca.
  —Mi poder es algo como electricidad, lo manifiesto desde que tengo memoria como a mis 5 años, pero nunca lo usé intencionalmente, siempre fue como un reflejo.
  —¿Tus papás tienen poderes?
  —No recuerdo nada de mi madre, pero mi papá sí tiene, controla los elementos.
  —Un Elemental, como esa serie, Avatar. Son raros los de esa clase, seguro por eso tu poder es como plasma. A todo esto, ¿Sabe él que estás aquí?
  —No debe estar en casa, nunca está a estas horas.
  —Y tu tutor, Ariel, ¿Sabe?
  —Le dije que iba a casa de una amiga, él me deja, es bueno.
  —Bien, no quiero meterme en problemas con sus responsables.
Ragnarok termina de cortar los ajos y voltea a ver a Ariel.
  —Acércate —ordena con autoridad.
  —¿Para qué? —responde Ariel mientras se acerca, repleto de dudas y miedo.
  —Debo hacer un experimento, no te preocupes, no te haré nada. Pero antes, dime, ¿Cuándo fue la última vez que te heriste? De esas heridas con cortes y sangre, aunque sea poco.
  —Hace unas dos semanas, rompí un vaso sin querer y me corté con el vidrio cuando lo intenté limpiar.
  —¿Cuánto tiempo tardaste en sanar?
  —Varios días, mamá me puso una curita, pero el corte ya se me curó.
Ariel quedó enfrente del intimidante Ragnarok y este se agachó para estar a su altura.
  —Dame la mano.
Ariel obedece.
  —¿Cuál dedo te gusta menos? —pregunta Ragnarok.
  —El chiquito —responde Ariel.
  —¿El meñique o el pulgar?
  —El meñique.
  —Bien, escúchame, esto no va a doler, solo necesito comprobar algo, así que no te asustes.
Ariel asiente con la cabeza, Lautaro empuña su cuchillo y hace un pequeño corte en la punta del meñique del niño, y para sorpresa de este, la herida comienza a sanar a los segundos.
  —Como sospechaba —dice Ragnarok mientras se pone de pie—, estás maldito, tienes un Demonio.
  —¿Qué? —responde, incrédulo, Ariel.
  —Lo adquiriste recientemente, seguramente con lo que pasó con tu mamá.
Ariel se queda sin palabras y comienza a intentar procesar lo que acaba de descubrir.
  —Hey, pudo ser peor, al menos no eres un fenómeno como yo —intenta consolarlo Ragnarok.
  —Entonces moriré a los 30, ¿Cierto? —pregunta Ariel.
  —Así es.
  —Entonces debo apurarme para ser el más fuerte, no puedo perder tiempo.
  —¿Realmente vale la pena gastar tu tiempo así? ¿Realmente quieres esto? —pregunta Ragnarok, intentando persuadirlo.
  —Debo hacerlo —responde con una mirada determinante.
  —No puedo hacerte cambiar de opinión, supongo. Bien, tengo que ir a buscar a mi hija a voley, ¿Alguno tiene redes sociales?
  —¡Yo! —responde Ariel.
  —Pásamelo y organizamos cómo y dónde entrenaremos, ahora debo y deben irse.
  —¿Esa comida es para tu hija? —pregunta Nito.
  —Sí, ella viene cansada después de jugar.
Ragnarok los acompaña hasta la puerta y cierra con llave.
  —Adiós señor, muchas gracias por recibirnos —dice Nito.
  —Sí, señor Ragnarok, es un honor —sigue Ariel.
  —Por favor, no fue nada. Y llámenme Lautaro, no quiero que me vuelvan a llamar Ragnarok.
  —¡De acuerdo, señor Lautaro! —responde Ariel.
  —Por favor, solo Lautaro.
  En el camino a casa, Ariel estuvo más silencioso que nunca.
  —¿Estás bien? —pregunta Nito.
  —No lo sé, es raro tener una fecha exacta de cuándo vas a morir.
Nito no supo qué decir.
  —Pero no importa, debo ser fuerte, entonces no puedo perder el tiempo pensando tonterías, yo puedo.
Pronto llegó el momento en que ambos se separan por caminos distintos después de una larga y silenciosa caminata.
Después de caminar varios metros en soledad, Nito voltea a ver a Ariel a lo lejos.
  —Pero no son tonterías —murmura para sí mismo—. ¿Realmente quieres esto?

El Rol de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora