Capitulo 23

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  11 de diciembre.
La enfermera encargada de sanar a Alex huye al ver lo que Loki hizo, controlar al público. Alex grita desesperado que no lo deje allí, sin terminar de sanarlo.
  —¡Imbécil! ¡Vuelve aquí y termina tu puto trabajo!
La enfermera lo ignora y sale del lugar.
Pasan los minutos y Alex comienza a escuchar pasos. Preparándose para lo peor, se levanta dispuesto a pelear hasta la muerte.
  —¡Seguís acá! —Adrián suspira de alivio— Qué bueno.
  —Adrían. —Alex queda sorprendido—. ¿Qué hacés acá?
  —Supuse que estarías acá dentro mientras el quilombo está afuera. Vamos. —Adrián toma el brazo de Alex y lo ayuda a mantenerse en pie—. Mi auto está afuera.
Adrian ayuda a Alex a salir del lugar hasta llegar al auto.
  —No necesitaba tu ayuda —dice Alex.
  —Sí, cómo no —responde Adrián.
Adrián sube a Alex al auto y luego sube él al volante, y arranca.
  —¿A dónde tenés pensado ir, Adrián?
  —Pensaba ir al norte, en alguna ciudad cercana.
Entonces Adrián prende la radio del auto y escuchan la noticia:
  —¡Noticia de último momento! Tras lo sucedido con el "virus" que el misterioso hombre que se hace llamar "Loki" esparció en Ciudad Esperanza, el gobierno decidió sellar la ciudad con un domo, todos los que me escuchen tienen hasta el anochecer para huir.
  —Vamos bien, entonces. La energía del auto alcanza para llegar al menos a Corrientes —dice Adrián. Entonces, la radio vuelve.
  —¡Aviso! La Ciudad Entre Ríos acaba de confirmar que recibirá a los civiles que huyen de Ciudad Esperanza. Ciudad Entre Ríos declaró tener una ciudad subterránea como refugio ante algún caso como este. ¡Todos los oyentes, vayan a Ciudad Entre Ríos!
  —Supongo que el viaje no será tan largo entonces —dice Alex.
  —¿Te sentís bien? La enfermera no terminó de curarte.
  —Esa maldita... Si estuviese sano, habría acabado este virus yo solo.
  —Sí, claro.
Pasan las horas y el dúo ya está por llegar a Ciudad Entre Ríos, y Adrián rompe el hielo:
  —Hey, decime, ¿Ya encontraste una canción favorita?
  —No, es más difícil de lo que pensé.
  —¿Por dónde estás buscando? ¿Música de ahora o de antes?
  —De antes, las de ahora no me convencen. Estoy investigando música de ese idioma casi muerto, "inglés", algunos me gustaron pero ninguno me convence para llamarlo "mi favorito".
  —¿Música en inglés? Es música de hace dos o más décadas.
  —Sí, pero son distintos a los del español, musicalmente hablando, eso me gusta.
  —Ya veo. Sos un viejo. O como esos chicos que dicen que nacieron en la época equivocada.
  —Callate.
  —Bien. —Adrián usa su mano para simular un cierre en su boca—. Me callo. Como usted ordene, alteza. —Realiza una reverencia.

                                        2034

Inicia el ciclo escolar. En la escuela secundaria N° 43, en el salón de primer año, entra un chico que acapara la atención.
  —Hey, ¿Ese no es Alex?
  —Es el que ganó el torneo juvenil.
  —¿Tiene nuestra edad?
  —Su presencia da miedo.
  —¿Cuántos años tiene?
  —Este año cumple 12, creo.
Y los susurros continuaban. Alex no respondió a ninguno. Pasó del resto de sus compañeros y se sentó al fondo mientras no mira a nadie a los ojos, susurrando para sí mismo:
  —Malditos simios.
Entre todo el bullicio, un chico repetidor de 14 años, no dijo una palabra, solo se limitó a observar.
Pasan los meses, y Alex continúa ignorando a sus compañeros, haciendo los trabajos grupales solo, sin salir al recreo, y sin faltar un solo día.
Un día, antes de las vacaciones de invierno, se comenzó a esparcir un rumor:
  —Tomás, de quinto, amenazó con cagarlo a piñas a Alex, de primero.
Según los rumores, Tomás se hartó de la actitud de Alex y busca humillarlo, aún sabiendo que es un Bendito.
Al final del día, en la salida, acorralan a Alex y lo fuerzan a ir donde se encontraba Tomás, en la plaza frente la escuela. Alex no se resistió.
  —Después de esto, vas a mirar a la gente a los ojos, mocoso —dice Tomás.
Alex ni siquiera lo mira a la cara y se mantiene cabizbajo.
  —Vamos, mírame a los ojos, no es tan difícil. Quizás así te perdone y te deje con los huesos intactos.
Alex continúa mirando al suelo.
  —Escucha, sé que eres un Bendito, pero tu poder no intimida tanto, ¿Sabes? Ver tres segundos en el futuro no es algo tan increíble.
Alex no reacciona.
  —¡Que me mires a los ojos, carajo!
Tomás lanza un gancho directo a la cara de Alex.
Todos quedaron estupefactos al escuchar el choque de un puño con una cara. Todos los que grababan apagaron sus teléfonos y comenzaron a irse del lugar.
Tomás yacía en el piso, llorando del dolor, con su cara roja del impacto del golpe que Alex lanzó.
  —Eres muy lento, simio —dice Alex.
Luego se retiró. Mientras se iba, vio a uno de los pocos que quedaron en el lugar. Es el mismo chico de 14 años, compañero de clase de Alex. Ambos cruzaron miradas, pero Alex continúo su camino y lo ignoró.
Durante las vacaciones de invierno, a mitad de éstas, se organiza un torneo juvenil de 16 participantes, y los padres de Alex lo anotan el mismo día que inician las inscripciones.
Luego de dos días, incia el torneo.
Alex ganó su primera pelea de un golpe. En la segunda ronda, de 8 participantes, la ganó con cinco golpes. En la semifinal, de 4 participantes, la ganó de un golpe. Y, en la final, Alex gana de dos golpes.
Nuevamente rompió el récord de ser el participante ganador más jóven. Ahora aspiraba a ser el ganador más jóven en el torneo de adulto-juvenil, pero para inscribirse necesita, al menos, 14 años.
Mientras Alex se retira del estadio, ve de nuevo al mismo chico. A diferencia de otras ocasiones, en esta el chico se acercó a Alex:
  —Felicidades.
Alex no dice nada y baja la mirada.
  —Ya tengo miles de estos, no significa nada.
  —Pero aún así es un logro, disfrútalo.
Alex no entendía a ese chico, ¿Por qué lo felicita? Alex está acostumbrado a ser ignorado por el resto.
  —Me llamo Adrián, por cierto. —Estira su mano para estrecharlo.
  —Supongo que ya sabes mi nombre —dice Alex, ignorando la mano de Adrián.
  —Es algo vergonzoso. —Retira su mano—. Pero sí.
  —¿Y bien? ¿Qué querés?
  —Nada, solo quería saludarte. ¿No me recuerdas?
  —No —dice fríamente.
  —Soy un compañero de clase, me siento adelante tuyo.
  —Ah, ¿Y?
Adrián se puso nervioso.
  —¿Podemos ser amigos?
Alex lo miró de arriba y abajo, con desprecio.
  —¿Quién te creés que sos? Simio.
  —Qué grosero. Es que siempre veo que estás solo y pensé que necesitarías un amigo.
  —Yo no necesito a nadie —termina Alex, mirando a Adrián a los ojos.
Y Alex se aleja. Adrián se decepciona de esta interacción, pero algo le intriga, Alex lo miró a los ojos, y en esa mirada, vio un destello.
  —Se hace el difícil —dice Adrián para sí mismo.

  Alex llega a su casa, tira el trofeo a su empleada de limpieza y se encamina a su habitación.
  —¡Hijo, felicidades! —dice su madre—. ¿Te dijeron cuándo nos depositan el premio?
  —Dijeron que en unas horas nos llega. ¿Papá dónde está?
  —Salió a tomar con sus amigos.
Alex hace una mueca de asco y sigue su camino.
  —¡Alex! ¿No quieres comer?
  —¡No me alces la voz! Trátame con respeto, que si no fuese por mí ustedes seguirían viviendo en un departamento de mierda.
  —Sí. —Se le quiebra la voz y comienzan a salir lágrimas de sus ojos—. Perdón, hijo.
Alex se voltea y sigue su camino.

                                  *     *     *

  En la escuela, la actividad es grupal.
  —Hey, ¿Querés que lo hagamos juntos? —pregunta Adrián con entusiasmo.
Alex, sin mirarlo, hace una mueca de asco.
  —Lo tomaré como un sí.
A la salida de la escuela, Adrián se le vuelve a acercar.
  —Gracias por aceptar ser mi compañero en la actividad de hoy, eres muy inteligente.
  —Nunca acepté.
  —Tampoco me echaste.
  —Escucha bien, no somos amigos, no busco amigos, ni siquiera necesito amigos.
  —Vaya...
  —¿Qué?
  —¿Siempre estuviste tan solo?
  —Eso no te incumbe.
  —En ese caso, ¿Me dejas ayudarte?
Alex mantiene silencio.
  —Tomaré eso como un sí.
  —Como sea.
Alex se encamina a su casa, acompañado por Adrián.
  —¿Cuál es tu canción favorita? —pregunta Adrián.
  —No lo sé, nunca lo pensé.
  —¿Y color favorito? ¿Película?
  —No tengo idea.
  —Entonces busquemos juntos tus cosas favoritas.
  —Como sea.

El Rol de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora