Capitulo 30

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  —¡Loki! —grita Lautaro, lleno de ira. Luego sale disparado del refugio, atravesando la cabeza del infectado Gigante.
  —Qué velocidad —dice Loki para sí mismo mientras cae del infectado. Apenas tuca el suelo, se transforma en serpiente y huye entre la multitud de infectados que hay afuera.
  —¡Todos —grita Alan—, rápido, ármense y prepárense para la batalla! ¡Que el escuadrón de la retaguardia se encargue de los civiles! ¡Ya. No hay tiempo que perder!
  Lautaro llega donde los gigantescos animales y trata de ensestar un potente golpe a la serpiente, pero ésta reacciona rápidamente y lo esquiva, mientras que el lobo salta y aterriza, creando un cráter por su tamaño.
  «Deben ser la serpiente del mundo, Jormungandr, y el lobo Fenrir, hijos de Loki. Mierda, esto es lo que faltaba» piensa Lautaro.
  Julio se encarga de encabezar a los civiles para alejarlos lo más posible del campo de batalla.
  «Si tan solo los Propulsadores estuvieran listos. Carajo» piensa el capitán.
Ariel decide usar su propio uniforme de combate antes que usar las prendas militares que se le ordena usar, como voluntario.
  —Si vamos a pelear, es mejor que me dejen usar lo que más ayudará al combate. Yo sé de lo que hablo.
Nito se viste con la ropa de combate y toma un arma, usándolo con lo poco que pudo praticar durante este tiempo.
  «Antonio me enseñó a usar esto, debo honrar su memoria.» piensa Nito.
Gonzalo elige no tomar ningún arma y se lanza usando agua como impulso y rápidamente comienza a congelar infectados.
  Durante el caos, Ruf se tropezó y  vio cómo su novio, con quién andaba sujetando su mano, huye y la deja atrás.
  —¡Thiago! —grita, con toda su fuerza, Ruf.
Ruf queda demasiado atrás y un infectado mutante cae del, ahora abierto, techo.
  «No, por favor, no. No quiero morir. Dios, por favor, que alguien me salve» ruega Ruf en sus pensamientos. Hasta que recuerda su conversación con Nito en la cueva;
  «"Yo no pienso que tu familia tenga razón. Sos vos quien decide si es un poder peligroso o beneficioso. De vos depende a quien lastima y a quien protege."»
  —Soy yo quién decide si mi poder es peligroso usarlo —susurra Ruf—. Si es para un bien, no debo temer usarlo.
Ruf se motiva y detiene el golpe que el mutante estaba por lanzar usando su escudo, aunque por eso mismo salió disparado de donde estaba. Los brazos, lo que Ruf necesita para usar su magia, quedaron acalambradoa del fuerte impacto. El mutante se acerca poco a poco. El corazón de Ruf comenzó a latir a mil por hora y se le dificultaba respirar, quedó paralizada del miedo. El mutante vuelve a lanzar un golpe. Ruf cierra sus ojos fuertemente y espera el golpe.
Se escucha un tajo y se escucha algo caer al suelo.
Ruf abre los ojos y ve que al mutante le faltaba un brazo y a una chica rubia, con el pelo atado, ponerse entre el mutante y Ruf, con una espada en cada mano y posición firme.
  —¡Zira! —se sorprende Ruf—. ¡Pará, te va a matar!
  —¡Rápido, movéte! —grita Zira.
Ruf obedece y se dirige a la puerta que lleva al exterior por medio de unas escaleras hasta la superficie. Zira corre detrás de ella.
El mutante recoge el brazo caído y lo vuelve a unir a su cuerpo. Toma impulso y llega donde Zira en un instante.
Zira lo ve con terror y siente un poderoso escalofrío por todo su cuerpo. Entonces, ve que la mitad de la cabeza del mutante es separado del resto con un corte limpio. Zira se da vuelta y ve a Ruf, quién detuvo su escape para lanzar un plato filoso hecho con su magia hacia el infectado.
El mutante, pese a perder sus ojos junto a la mitad de cabeza que se le cortó, se sigue moviendo y busca a las chicas a través del sonido.
  Entre todos el caos, un misterioso chico de pelo negro y ojos naranjas se adentra en la sala donde están todos los convictos refugiados.
  Gonzalo intenta congelar tantos infectados como puede, pero comienzan a ser demasiados y el ejército no logra abrirse paso entre la multitud de zombis.
Nito, Ariel y Tiziano se dirigen donde Lautaro tan rápido como pueden. El primero en llegar es Ariel.
  —Increíble —susurra—, ¿Cómo se supone que podemos ayudar?
  —¡Ariel! —grita Tiziano—. ¡Atrás tuyo!
Ariel se voltea y ve al lobo gigante casi morderlo, pero él reacciona a tiempo y lo esquiva.
  «¿Se supone que ese es Fenrir? ¡Esto es muy malo! Con él molestando no podemos ayudar a Lautaro» piensa.
Lautaro se encuentra en un choque de golpes con la serpiente, pero ningún golpe logra derribar al otro.
  Gonzalo comienza a ser superado, pese a las ayudas de Alan y el resto de soldados.
Julio ve estas complicaciones y ordena a otro soldado tomar su lugar como guía para los civiles, y se dirige a la batalla.
  Ruf y Zira intentan huir del mutante, pero, oyéndolas, salta hasta las escaleras, atravesando la pared, y de un golpe derrumba las escaleras. Ruf amorgigua la caída con una burbuja mágica, salvando la vida de ambas.
  —Carajo, ¿Cómo se supone que venceremos a este tipo? Hasta a Lautaro sin sus martillos le costó.
  —¿Lautaro no pudo? ¿Qué vamos a hacer?
  —¡Cerrá un poco la boca! Dejame pensar.
  «Podríamos partirlo a la mitad con otro de esos platos filosos de Ruf, pero deberíamos alejar bastante cada mitad del cuerpo, pero deben pesar una tonelada y sería imposible alejarlos si se intentan volver a unir.» piensa Zira.
  El chico misterioso pasa por todas las celdas donde yacen los criminales refugiados, ignorando a todos ellos y a sus súplicas y preguntas. Gritan "¿Qué está pasando allá afuera?", "¿Por qué están huyendo?", ¡No nos dejen aquí!", "¡Ayúdanos¿". El chico continúa avanzando, aún pudiendo liberar a los prisioneros, ya que posee la llave que abre sus celdas, llave que consiguió en la esquina policial del refugio, ya que quién cuidaba las llaves huyó sin mirar atrás.
El misterioso de ojos naranjas avanza hasta que se detiene en la celda que más al fondo se ubica.
  —Señor Dylan —dice el chico.
  —Oh —se sorprende levemente—, Maximo, ¿Qué hacés acá?
  —Vine a liberarte.
  —¿Para qué? Estoy mejor acá, cuando comience todo esto acabe, huiré y me volveré a entregar.
  —No diga esas estupideces. No te estoy liberando como un favor o algo por el estilo, lo hago para que pelees allá arriba, te necesitan, tus habilidades serán útiles, y nadie intentará contenerlo si lo ven luchando de nuestro lado.
  —Pero podrían verme los de La Sombra y vendrían a por mí.
  —No sea pelotudo y deje de hablar, lo necesitamos para matar infectados, no para llorar por tu situación.
Abre la celda.
  —Vamos, no sabemos cuánto nos necesitan.
Dylan se levanta de mala gana y sale.
Dylan deja la sala y, cuando Maximo está por salir, un prisionero le grita:
  —¡Al menos déjanos la llave y nosotros averiguaremos cómo huir! Por favor, solo déjanos la llave.
Maximo se detiene y voltea a verlo.
  —¿Y qué beneficio daría eso a esta batalla? Ustedes no valen nada.
Y deja la habitación, cerrando la puerta nuevamente.

El Rol de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora