Capítulo 39

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Para Jungkook, el percibir sus sentidos agudizarse debido al temor que experimentaba bajo el silencio de aquel espacio se volvió su peor pesadilla; su temor manifestándose físicamente, no solo con las sacudidas repentinas, sino el calor, la boca seca y sus ojos hinchados de tanto llorar, estando aún sentado sin moverse, porque no tenía forma de hacerlo con la cuerda que amarraba sus manos y piernas al punto del dolor.

El golpe que provino de la parte de arriba de esa casa que no conocía le obligó a silenciar un chillido, temiendo que su padre fuera dañado debido a él. Se encontraba tan atemorizado que solo deseaba que su padre alfa estuviera a su lado y le diera esa calma fuerte y dominante que solo él podía brindarle, pero también temía que él fuera dañado en el proceso.

No lograba pensar coherentemente. En su mente inmadura no era capaz de ver las cosas con claridad, y era entendible, después de todo, Jungkook era tan solo un pequeño de seis años que no debía estar en medio de esa situación.

Buscar retener y disminuir su llanto solo empeoró la desesperación, las lágrimas caían como cascadas de sus ojos y la falta de aire fresco lo comenzó a sofocar al punto en que cayó de costado, tratando de soltarse las manos inútilmente.

—Papá...—masculló muy bajo, dispuesto a dejarse vencer por su miedo, pero entonces, la incomodidad de un objeto dentro de zapato lo hizo quedarse muy quieto de repente.

Le tomó varios segundos reponer el aire, pero al lograrlo fue capaz de retirar la humedad de sus párpados con un poco de dificultad debido a la incómoda posición de sus manos juntas y fue cuando lo vio, el pequeño objeto metálico que siempre cargaba desde que lo encontró, aquella navaja que había tomado del abrigo que Yoongi le había regalado, y de la cual fingió no saber nada, se deslizó hasta quedar expuesta sobre el suelo y Jungkook sintió una repentina valentía que le sorprendió.

Miró la navaja por unos instantes antes de buscar incorporarse con rapidez del suelo y entonces le dedicó una corta mirada a las escaleras de arriba, asegurándose de que el sujeto malo no lo estuviera observando. Apretó las manos con fuerza y simplemente actuó por instinto.

No podía ser un cobarde en ese momento, sus padres eran muy fuertes y valientes así que él debía serlo también. Tal vez era su segunda oportunidad para salvarlos, así como el lazo que ellos tanto mencionaban lo hizo.

Tan pronto como tuvo el objeto entre sus pies, se apresuró a mover sus manos de arriba abajo contra la zona filosa. Los fragmentos de la cuerda comenzaron a esparcirse sobre sus muslos y quiso sonreír victorioso cuando su esfuerzo dio frutos y muy pronto la presión dejó de lastimarle, para luego terminar de desatarse por completo.

—¡Sí!­—exclamó en alto, llevándose ambas manos a la boca de inmediato.

Pudo tranquilizarse al no percibir la presencia de nadie cerca y se apresuró para desatar sus piernas de igual manera, siendo más ágil al punto en que muy pronto pudo levantarse y correr a la sala de estar, donde divisó el celular del omega, con la pantalla rota pero siendo lo suficientemente clara para poder utilizarlo sin problema. Se apresuró para marcar el primer número que encontró registrado, y se llevó el aparato a la oreja, manteniendo una distancia prudente para evitar cortarse la oreja.

Después de cuatro tonos, escuchó respuesta.

—¿Jimin? ¡Oh por la diosa! ¿Dónde estás?

—H-Hobi...—masculló abriendo mucho los ojos, porque los pasos rígidos volvieron a escucharse.

No lo pensó dos veces para bloquear el celular e irse corriendo con sigilo hasta donde le dejaron atado. Tomó la navaja y la colocó sobre el elástico de su pantaloneta y luego se apresuró a colocarse las sogas sobre la zona de sus tobillos y muñecas, terminando por encogerse como si tuviera frío, solo de esa forma Jungwon no sería capaz de darse cuenta de lo que acababa de hacer.

The alphabet killer | YoonMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora