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Un poder que no conoces despertará en el momento en el que caigas en un profundo miedo. Este mismo te dará lo necesario para defenderte y por fin iniciar una nueva vida.

Un deseo incontrolable por parar esa situación la envolvió por completo haciendo que el anillo que llevaba en su mano brille activando su poder, entregándose a su portadora en conocimiento y ayuda.

—Tercer reino: Reino humano, Cordón Inquebrantable Kannon - Akshaya —tomando el anillo entre sus manos, susurró aquellas palabras y el báculo de los seis reinos se convirtió en una espada corta que apuntó al pecho del pelinegro.

—¿De donde sacaste eso? —la sorpresa fue tal que el pensar que podía morir hizo que se levantara liberando a Kyomi.

—No quiero hacerte daño, pero no voy a dejar que me vuelvas a tocar —arregla su vestimenta y tras recobrar una respiración tranquila continuó— yo no soy la respuesta a tu desdicha, eres el único que puede sacarte de ahí, tienes que amarte a ti mismo para volver a encontrar tu camino.

No dio tiempo a responder, un fuerte sonido provenía de la planta baja, era la puerta siendo azotada para romperla y abrirla.

Unos pasos caminaban lentamente a donde se encontraban, la oji azul sonreía porque había sido escuchada y venían a su ayuda mientras que Masato temía de lo que se estaba acercando.

Una mueca de terror se formó en su rostro, aunque no lo creyó antes, el estar ante la presencia de un dios y haber intentado cometer un crimen como ese lo hizo desear desaparecer para no conocer su ira.

—Increíble, nuestras almas están unidas de tal forma que el báculo te reconoce como igual —la castaña le entregó el arma para que se hiciera cargo— no esperaba menos de ti.

—Sabía que me encontrarías, ¿Por qué tardaste tanto? —limpiaba sus lágrimas al mismo tiempo que volvía a recibir el anillo de su promesa.

—Alguien recorrió toda la ciudad en círculos hasta que llegó aquí, por su culpa tuve que caminar tanto —echó una mirada que congeló a Masato en el piso, ahora él estaba en peligro.

—Déjalo, no vale la pena —bajó la mano de Buddha quien pretendía golpearlo— no creo que intente acercarse a nosotros nuevamente.

—E… es verdad —respondía ante la pareja— no volverán a verme, lo juro —se arrodilló e inclinó ante ellos pidiendo por su vida— no me hagan daño por favor.

—Qué aburrido —ambos caminaban de la mano a la puerta— al menos aprendiste tu lección —el rubio le dio una última mirada encontrando unos ojos que temblorosos— adiós.

Los vecinos que habían escuchado unos gritos y tremendos golpes a la puerta se asomaban para ver lo ocurrido. Solo vieron a la pareja salir de aquella casa, no llamaron a la policía, no querían meterse en problemas.

De haberse quedado un poco más a ver lo ocurrido habrían notado que uno de ellos necesitaba ayuda.

Kyomi había reaccionado tarde a lo que pasó en esa casa, sus piernas temblaban porque estaba a nada de ver cómo su vida se arruinaba ante tal abuso.

—¿Te sientes bien? —al sentir lo débil que estaba dejaron de caminar para revisarla— no tienes ninguna herida.

—Tenía miedo —aguantaba el dolor que sentía, no quería seguir llorando— ¿Qué hubiera pasado si no podía usar el báculo?

—El mundo es un lugar cruel —la abrazó para que pueda esconderse y deje salir sus lágrimas— pero aun así voy a amarte siempre incluso si sacrifico todo, siempre te protegeré.

Lo que pasó ese día fue suficiente para que Buddha deseara sacar a Kyomi del mundo humano, de esa forma ningún alma corrupta podría lastimarla.

Le contaron a la policía lo ocurrido y decidieron no levantar cargos. Aquella noche aunque la castaña no quería hablar del tema, sus emociones salieron a relucir cuando el rubio habló con sus padres sobre sus planes.

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