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¿Qué había pasado hace varios días? ¿Por qué un dios se encontraba lejos de casa? y más importante aún, ¿Por qué había terminado en aquel jardín?

El dios nordico del engaño había terminado en un jardín de un palacio lejano al suyo, en ese momento lo último que pensaba era en perder más tiempo en un lugar así, a no ser por aquel canto que lo atrajo.

Oculto detrás de unos arbustos observa a la dueña de tal canto que cuidaba las flores del lugar. ¿Una sirvienta?, ¿Una diosa? No la conocía por lo que la primera opción era más probable.

-Ahora que lo pienso, este lugar se ve más colorido -susurraba para sí mismo viendo las diferentes flores que habían crecido.

No pasaba muy a menudo por el palacio del humano iluminado, no era que le cayera bien y por lo mismo no tenía ningún trato con el rubio. Lo único que sabía era que cada tanto desaparecía dejando el lugar abandonado en la absoluta miseria.

-¿De dónde llegaste? -seguía de cerca los movimientos de la castaña absorto en la delicadeza que desprendía y lo dulce de su mirada- que hermosos ojos tienes.

Era tal su curiosidad por aquella mujer que decidió tomar la forma de un zorro para acercarse sin que fuera descubierto, pero su necesidad fue más fuerte que su cuidado y quedó atrapado con una pata entre las rocas.

Pensó, por un momento hasta deseó que fuera ella quien lo salvará y por eso no se movía esperándola.

-Esto debe dolerte, deja que te ayude.

Oh, sus delicadas manos lo habían liberado, su aura lo llamaba y atraía y cuando fue libre se quedó a su lado sintiendo esa calma que alguien como él tenía difícil sentir.

Aquel instante fue eterno a su lado y solo el sonido de dos cuervos lo había sacado de su trance. Era cierto, él se encontraba escapando de sus "niñeros" en un intento de jugarle un truco a alguien.

Fue cuando sintió que el ambiente cambiaba que huyó se ese lugar, lo habían encontrado o él había hecho que la encontraran.

Le remordió dejarla ante tal presencia, pero debía salir de ahí porque sería difícil de explicar lo que había escuchado y en su forma de zorro corrió lo más rápido que pudo hasta llegar a casa donde cansado recobró su forma para tirarse a descansar.

-No es propio de ti dormir en el piso -una figura imponente lo recibía.

-No es que estuviera en mis planes -cerró los ojos recordando la avalancha de sensaciones que sintió al estar en la presencia de aquella desconocida y dejó salir sus pensamientos- pero haberla visto un momento valió la pena.

-¿De qué hablas Loki? -Thor, el Dios del trueno ya estaba acostumbrado a sus incoherencias.

-Es cierto, tu nunca antes te habías enamorado, ni siquiera conoces lo que es el amor.

Eso era mentira, para el pelirrojo aquellas palabras solo traían a su mente el recuerdo de aquella mujer que se encontró camino a casa. Aquella que al igual que un animal asustado se alejó de él.

-Tu no sabes nada de mí -respondió dándole la contraria y dejando el lugar.

-Espera un momento -Loki notó un leve rubor en el dios y lo siguió, debía comprobarlo- ¿En quien estás pensando?

-No lo se, era la primera vez que la vi cuando la encontré -a pesar de huir de la conversación algo le hacía hablar más de ella- y aunque estuve buscándola no la encuentro por ningún lado.

-Oye yo conosco a muchos por acá, si me dices como es, puedo ayudarte a encontrar a tu princesa.

Si bien era entrometido de momentos, el hacer de cupido no se le daba bien, siempre terminaba en un resultado diferente a lo esperado y cuando escuchó la respuesta del pelirrojo supo que estaba frente a otra de esas situaciones.

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