Cuando llegaron a la mansión la puerta estaba abierta y el lugar en completo silencio. Fueron recibidos por el mayordomo que les pidió que lo siguieran a la oficina del señor Cresswel. En silencio los dos caminaron tomados de la mano con el corazón latiendo cada vez más rápido. Cuando estuvieron frente a la cabeza de la familia ni siquiera por el miedo soltaron sus manos.
—Supongo que eres tú por quien terminaron el compromiso —tenía una taza de té caliente entre sus manos, de la cual no había bebido una sola gota.
—Si, permítame presentarme, soy Micah Grimaldi —al escuchar el nombre los ojos del hombre se iluminaron.
—¿De la familia Grimaldi? creo recordar que viven en Mónaco ¿No es así?
—En efecto, mi familia radica en esa zona, pero yo vine a Londres por negocios.
—Ahora díganme, ¿De dónde se conocen como para romper el compromiso previo? —no habían conversado de ese tema, tendrían que improvisar en la marcha.
—Nos conocimos fuera de las clases de piano —comentó con confianza su hija.
—Me quedaba fuera a escuchar todas las melodías que tocaba —si lograban engañarlo podrían superar esta prueba— y un día me atreví a preguntar su nombre.
—De hecho fue el día en que viniste a buscarme y me encontraste hablando con alguien —contenta recurre a la corta memoria de su padre para inventar su historia.
—Entonces era usted, disculpe si no recuerdo su rostro... bueno entonces ¿Qué es lo que propone? Si mi hija se encuentra ahora soltera voy a suponer que viene a pedir su mano.
Sus intenciones eran tan puras y sinceras que junto a la creencia de que aquel hombre provenía de una familia importante, mucho más que la del conde, decidió aceptar sin pensarlo mucho.
“Ella es una soñadora, y él es su sueño.”
Celebraron el nuevo compromiso en una fiesta de té que la familia solía hacer, era algo más íntimo, pequeño y nada llamativo.
Los invitados notaban cierto cambio en Quinn cuando la vieron contenta de la mano de su futuro esposo, algo totalmente diferente a lo que habían presenciado hace un tiempo. En esa ocasión, la joven aprovechaba cada oportunidad para escabullirse entre la multitud y dejar a su prometido hablando con los invitados.
Cuando la buscaban, solía mentir diciendo que se encontraba algo indispuesta o que estaba arreglando su vestido o maquillaje.
Ahora era la primera en dar un paso a la pista de baile para compartir con su prometido el primero de muchos encuentros en los que disfrutarían de su compañía.
Sin embargo, por obvias razones la familia Thornburry no había sido invitada y el hijo mayor se encontraba en silencio, solo con el leve sonido del reloj sonando en el lugar.
En una mano se encontraba la quinta copa de vino de aquella tarde y en la otra el marco con la fotografía de la joven que hubiera querido desposar.
—¿Puedo pasar? —preguntaba su hermana.
—Adelante, dime en qué puedo ayudarte —normalmente era un hombre atento y listo para todo, ahora tras la ruptura del compromiso, había perdido una parte de su corazón, algo que pensaba no pasaría.
—Primero deja de beber, vine a hablar sobre Arabella —Solo pronunciar su nombre ponía triste a su hermano— yo sé que fue mentira el que estuviera de viaje estos días —se sentó en un sillón frente a él atrayendo su atención— pero no voy a preguntarte dónde estabas, lo que sí quiero es decirte la verdad porque mereces saberlo.
—No le des más vueltas, ¿De qué se trata? —quería tomar lo poco de la copa de vino que quedaba.
—Aquella noche, vi a tu ex prometida con otro hombre en el callejón cerca de aquí —la impresión en su rostro daba a entender que la noticia le había pegado fuerte.
—¿Viste quien era?
—No, se fueron antes de que pudiera encararlos, no es justo que te vean como el malo de la historia cuando hiciste todo lo que estaba en tus manos para ganar su cariño.
—Quizás no lo intenté de verdad —en el fondo sabía que no era culpable, pero lo sería frente a todos si eso le permitía a Abby vivir feliz.
—No me vengas con eso, lo hiciste y a ella no le importó —cada palabra se clavaba más profundo en su mente causándole gran dolor.
Lianna dejó solo a su hermano para pensar las cosas con calma. Él mismo había prometido no buscarla nuevamente y eso le destrozaba el alma porque deseaba ser quien sea dueño de su amor, sus atenciones y su amor.
“Perdona mi forma de amar y por arruinarte con mi amor.”
La pareja disfrutaba de la puesta de sol junto a quienes los acompañaron ese día. Incluso el futuro novio tenía invitados que se alegraban por su felicidad.
—Así que fue por esto que no te vi en esa fiesta —Arthur había sido invitado por la familia de la novia.
—Digamos que si quería ir, pero no era correcto aparecer solo así cuando daban la noticia de la cancelación de ese compromiso —se encontraba risueño, con una sonrisa amplia.
—Voy a pensar que dejarás que te acompañe en ese día tan especial.
—Dalo por hecho.
Los amigos se abrazaron, al fin después de tanto tiempo todo lo que Buddha había proclamado se estaba cumpliendo.
De un momento a otro ya había oscurecido y lamentablemente los invitados debían irse y con ello, era necesaria una lámpara de aceite que alumbre su camino.
—Perdonen, pero quería decirle a mi novio que iré por aceite para las linternas —Bella había aparecido a su lado.
—Iré contigo —quería permanecer a su lado, al menos esa noche más que nunca.
—Descuida, es a unas pocas calles, no tardaré nada.
Bella se despidió con una mano prometiendo volver lo más pronto posible para poder ultimar los detalles de su boda con la familia.
Mientras caminaba a la tienda, no podía dejar de sonreír de la alegría que sentía su alma y de todo lo que estaba por venir en esa vida. Por un momento, metida en sus pensamientos, no pudo notar que alguien la estaba siguiendo.
Siguió su camino hasta que escuchó una voz que la llamaba por el callejón. En Lo único que pudo pensar fue en que era Buddha quien le había dado alcance.
Se acercó al lugar viendo la sombra de un hombre alto que logrando que viniera a él por su propia cuenta, la tomó entre sus brazos y cubrió su nariz y boca con un pañuelo impregnado con un líquido que la mareó y la hizo dormir.
Cargó con rapidez a la muchacha entre sus brazos y salió corriendo sin ser visto por nadie, solo dejó la lámpara que había dejado caer la chica en un esfuerzo por quitarse pañuelo del rostro.
Como el tiempo pasaba y no había rastros de Bella, Buddha fue a buscarla, sintiendo un fuerte dolor en su pecho cuando le dijeron que no se había aparecido a comprar aceite y fue mucho peor cuando encontró tirada en el callejón la linterna que la vio llevar hace poco.
“Aquello pasó en un instante, pero mi dolor eclipsaría la eternidad si no lograra encontrarte.”
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Selenofilia
Fiksi PenggemarUn viaje de miles de años llega a su fin al encontrar un amor perdido. Ambos se embarcan en un viaje para garantizar que su amor no sea olvidado en el tiempo. Al mismo tiempo una batalla que busca ayudar a la humanidad a seguir con vida por los próx...