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Algo que odiaba era sentir el agua fría que corría por la regadera. Una ducha fría en pleno verano no le hacía mal a nadie, pero tan acostumbrado estaba a ser mimado por Galatea que peinar su cabello estaba siendo un tremendo conflicto.

Estaba claro que tenía dos opciones, cortar su cabello a un largo más manejable o esperar un milagro para ser ayudado.

Sentado al otro extremo del jardín, podía ver a las dos mujeres conversando mientras él se encontraba vigilando a que nada malo sucediera.

-Ambas son hermosas, ¿No es verdad?

La voz que salió de la nada detrás suyo lo espantó encontrando a Zeus quien saludaba alegremente con una mano.

-Perdón no quise asustarte -se colocó a su lado admirando a su esposa e hija- no creerás que ellos dos son los únicos que pueden visitarlos.

-¿Y a qué debo el honor? -la relación que tenía con el dios padre, si bien no era de las mejores, debía ganarse su confianza.

-¿Qué no puedo visitar a mi yerno? -echaba unas carcajadas que todo mundo pudo escuchar, incluidas las mujeres al otro lado del jardín- creo que ya nos escucharon, es mejor que vaya a saludar.

Aquello fue confuso para Buddha porque aquellas risas eran para que todos sepan que estaba ahí, de eso no había duda.

Lo acompañó alcanzando su paso hasta quedar frente a las diosas, siendo recibidos por una tierna y amorosa mirada y una llena de odio y desagrado.

-El día es precioso, ¿No les parece? -Zeus intentaba iniciar una conversación que parecía no tener rumbo.

-¿Por qué estás aquí? -Hera disgustada por su presencia se levantó con intención de ir a otro lugar donde pueda conversar a solas con su hija.

-Oh por favor, no se vayan -las detuvo tomando la mano de Galatea quien no supo cómo reaccionar- si vine aquí era para asegurarme que todos se encontrarán bien, además de recordarles que esta noche tenemos la fiesta de bienvenida para Galatea.

-¿Fiesta de bienvenida? -la castaña fue acercada al lado de Buddha quien jalaba de su vestido pidiendo atención.

-Así es -Hermes apareció para confirmar los hechos- No me dirás que la invitada principal no se presentará.

-No es eso, es solo que es muy repentino -la diosa ahora acariciaba la mano de su esposo, en un momento se encargaría del problema de su cabello.

-No te preocupes, todos tienen ganas de conocerte, además no es como que tengan el valor de acercarse a hablar contigo.

Aquello era cierto, muchos de los dioses que querían conocerla estarían felices de tan solo poder verla ya que entablar una conversación con la hija del mismo Zeus era algo que no imaginaban posible.

Entonces decidieron que su presencia quedaba confirmada para el evento. Todos los visitantes se retiraron del palacio entre quejas de una madre que quería quedarse más tiempo y un padre que pedía les diera a la pareja espacio para convivir.

"Con tan solo mirarla, él entendía qué era el amor."

Arreglarse para un evento tan importante era difícil, Galatea no podía decidir qué vestido usar entre los varios que su esposo le había conseguido y los muchos otros que le fueron obsequiados.

Ese no era su único problema, había perdido mucho tiempo peinando a Buddha mientras se quejaba del hecho de no poderse acercar a la joven durante la fiesta.

-No entiendo por qué no puedo acercarme a ti -inflaba los cachetes, señal de que iniciaba un berrinche.

-Porque todos se darían cuenta que tu y yo no nos conocimos precisamente esta noche -terminando con su cabello dejaba las cosas de lado para centrarse en arreglarse ella misma.

-No es justo -la veía apurada mientras terminaba de maquillarse, peinarse e incluso cerrar el vestido que había elegido- ven, ahora la que necesita ayuda eres tú.

Con delicadeza cerraba el vestido tirando de las cintas que se encontraban por la espalda baja. Fue cuando reconoció aquel cuerpo con las marcas que fue adquiriendo en vidas pasadas.

En su cabeza las imágenes de aquellos momentos de desesperación que sintió se hacían presentes, aún no podía perdonarse el no poder haber hecho más por cuidarla.

Terminando con el lazo que adornaba el vestido la abrazó por la espalda escondiendo su rostro en su cuello, de esa forma pidiendo perdón por sus fallos.

-Hey, ¿Qué ocurre? -la ojiazul se dio cuenta al instante de que algo era diferente

-¿Alguna vez te dije cuánto sufrí al perderte una y otra vez? -no dejaba de abrazarla, quería sentirla cerca y no soltarla.

-Supongo querías guardar esos sentimientos para que te viera fuerte -sintió como asentía al mismo tiempo que un par de lágrimas se le escapaban.

-No soy fuerte, puedo parecerlo pero en el fondo... sin ti no soy nada -apretaba los ojos con fuerza intentando no ceder a aquel dolor que lo atormentaba de tiempo en tiempo.

-Buddha, mírame -su voz lo trajo de nuevo a la realidad y cuando abrió los ojos fue recibido por el ángel que tenía como esposa- pasamos miles de años buscando la forma de estar juntos, ahora es nuestro momento.

-Siempre que nos sentíamos felices al reencontrarnos, algo nos lograba separar -estaba rendido a sus pies, la castaña se arrodilló a su altura y continuó.

-En esta vida logramos más que en las anteriores, pude volver a casa y dejé la vida mortal -acariciaba su cabello calmando sus penas- no hace falta que nos preocupemos.

-Al menos déjame seguir protegiéndote.

La besó rogando por su cercanía, de manera desesperada buscaba su cuerpo, sus labios y sus caricias y, si hubiera sido posible dejar las responsabilidades de lado, se hubieran quedado en casa los dos solos.

-Continuemos más tarde -decía el rubio conteniendose.

-Es la segunda vez que decimos eso el día de hoy.

Sonrieron el uno al otro y dejaron el palacio cada uno por su lado, no era posible que llegaran juntos. Habían dejado también los anillos símbolo de su matrimonio, conservando únicamente el anillo dorado de flor de loto que reposaba en la mano de la diosa.

Era algo obligatorio para ella portarlo porque más allá de simbolizar el amor que ambos se tenían, era la forma en que Buddha podía protegerla a pesar de encontrarse lejos el uno del otro sin importar que en el momento en que ella lo usara diera a conocer su relación.

Galatea llegó primero dirigiéndose ante atentas miradas al lugar donde se reunían los dioses griegos, su familia.

-Me alegra poder verte al fin -unos fuertes brazos la atraparon- sabía que era cuestión de tiempo en tenerte de vuelta.

-Ares tranquilo -ya le habían contado sobre él y aunque sus conocimientos eran solo lo aprendido en el mundo humano, no podía creer que alguien tan expresivo terminara siendo el dios de la guerra.

-Déjalo, él nunca aprende, es más, no soporta que otros se comporten así ... ¿Verdad? -Apolo aparecía directo a abrazar a Ares quien hizo caras de disgusto y se apartó rápidamente- me alegro de verte hermanita.

Todos ahí la conocían, se sentía raro pertenecer a ellos. Sin embargo algo los unía, después de todo era sabido por los pocos que se encontraban al tanto, que la hermana menor de los trillizos el algún momento volvería con los suyos.

"No podría mantener un secreto tan grande, no cuando al verlo mis ojos reflejan un amor tan grande."

SelenofiliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora