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Me dan ganas de invitarte a un paseo

A un sitio tranquilo; en la pradera.

Cuando la brisa canta serenatas

Una de esas noches,

Que la luna esté llena.

Se pone inquieto mi corazón

Cuando pienso en mis cómplices,

Las estrellas.

Si ellas pudieran hablar

Si tú las escucharas,

¿Qué te dijeran?

Pues ellas saben lo que siento por ti

Que en mis pensamientos,

No existe cualquiera.

Si las estrellas pudieran hablar

Te dirían que yo te quiero.

Te pedirían,

Que me quieras.

—Clairel Estevez

El camino al hotel en que se hospedaba no era largo, en ese tiempo pensaba en los próximos pasos que debía dar para evitar encontrar a Masato.

La compañía de aquel rubio quien vestía cómodamente en pantalones deportivos y una polera sin mangas con un dibujo de conejo en el centro, le daba ,de alguna forma, esperanzas ya que afuera aún existían personas nobles.

—Ya llegamos señorita... lo siento joven, pero parecía ser una emergencia salir de ese lugar —el chófer amablemente pedía disculpas al haber elegido llevar a la castaña sin preguntarle.

—No se disculpe, hizo bien, me quedaré con ella a hacerle compañía, no me quedaría tranquilo si la dejo sola.

Ella sonrió ante esas palabras, sin duda alguna ese chico era un sol que se asomaba en las nubes de su vida.

—Ahora dime ¿Qué hacemos? —aún la tomaba de la mano, su calidez le daba fuerzas.

—Quiero sacar mis cosas de la habitación, será el primer lugar en el que me busque.

Dicho eso se dirigieron al séptimo piso, en el camino cruzaban miradas y no sabía por qué pero algo dentro ella se alegaba de estar con él, no quería alejarse de su lado.

—Aquí es —abre la puerta y encuentran una habitación de un lado desordenada y del otro pulcra, mostrando una maleta lista para llevarse.

—¿Viniste con alguna amiga? —mientras se sentaba en la cama cercana a la puerta, la que estaba tendida, Kyomi se sentaba al otro lado mientras prendía la laptop que llevaba consigo.

—En realidad vine con mi novio... o bueno, ex novio —ingresaba a la página de la aerolínea que los trajo a París— no nos encontrábamos en el mejor momento, por eso le pedí que durmieramos separados... no es que haya pasado algo para que estuviéramos juntos de todas formas.

—Ya veo, ¿Qué haces? —fijaba su vista en lo concentraba que estaba ella al teclear con ira.

—Lo siento, voy a cancelar los vuelos de vuelta y su maldito boleto de concierto... no me importa si hay un impuesto por cancelación, después de todo yo fui quien pagó todo aquí —al momento se encontraba al teléfono para confirmar la cancelación del vuelo— tardaré un poco, creo que tengo algunos dulces en mi bolso, puedes comerlos.

SelenofiliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora