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El sonido del agua al caer, el aroma de las flores y su presencia era lo que necesitaba para tranquilizar su mente. Un largo baño después de haber llegado con un humor de los mil diablos y ahora ser mimado le cambiaba el semblante.

-Ya terminamos -Kyomi terminaba de desenredar el largo cabello del Dios mientras lo secaba con suavidad- ahora mírame.

-No quiero -hacía un berrinche frente a ella mientras inflaba sus cachetes.

-Tendrás que hacerlo -su expresión era graciosa lo que hizo que la humana dejara escapar una pequeña risa- con esa cara solo pareces una ardilla molesta o quizás un hamster.

-Oye -amaba escuchar su risa.

-¿Me dirás que paso?

-¿Por qué mejor no vamos a dormir? -el rubio dejó las cosas que se encontraban sobre la cama a un lado siendo seguido por su esposa para entrar entre las cálidas sábanas.

-No importa lo que haya sido, ya pasó -Buddha la abrazaba, colocaba su cabeza sobre su pecho, siempre dormían de esa forma.

-Prométeme que harás esto todas las noches al irnos a dormir -ella solía acariciar su cabeza hasta que se quedara dormido.

-Claro que sí -respondió con una voz dulce.

Él siempre era el primero en quedarse dormido y ella era la primera en despertar a la mañana siguiente para quedarse a su lado y verlo dormir grabando sus expresiones en su memoria, así como los ronquidos o cualquier movimiento extraño.

Después de un momento así, solo restaba volver a la realidad por lo que ella se sentaba en la cama al mismo tiempo que el dios se recostaba con la cabeza en sus piernas mientras su esposa pasaba su mano delicadamente sobre su cabello, era lo que otros consideraban ser un consentido.

Tomarían un descanso del entrenamiento, Buddha solo quería pensar en si su próximo paso sería el adecuado, no quería dejar a la suerte cualquier decisión importante y por eso quería tomarse unos días junto a ella para vivir una simple vida de casados.

-Si te pidiera ir con alguien en quien no confío... ¿Lo harías?- su tono era triste.

-Quisiera saber el porqué me enviarias con alguien así, sin embargo -el rubio volteó a verla radiante como una estrella, hermosa como la luna- confío en ti y en que todo tiene una razón de ser.

Kyomi depositó dulces besos en su rostro, uno tras otro, tantos que hacían al dios sentirse amado, feliz y sobre todo con la confianza de continuar.

-En ese caso, esta era mi última opción -se incorporó para alegría de la joven, su espíritu alegre había vuelto- tendremos que visitar a un dios bastante impredecible.

La castaña se vistió para la ocasión con un hermoso vestido traído por las diosas griegas con su estilo característico que estaban seguras tocaría el corazón de aquel dios.

Ambas al enterarse del plan por el mismo Buddha evitaron soltar una sonrisa porque sabian que no podían guiarlos en sus decisiones. Los apoyaban y por eso una de ellas guiaba a la pareja a través del camino que comunicaba los diferentes palacios.

Aquel lugar no era muy cómodo de visitar para la humana porque su encuentro con el dios pelirrojo la había llevado por un mar de emociones donde predominaba el miedo. Su sola presencia era demasiado para ella, por eso entendió que era mejor tener cuidado con quien cruzaba palabras.

-No estés nerviosa, estoy segura que serán bien recibidos -Hestia los acompañaba y ya podía notar los nervios de ambos.

-No es eso -cerró los ojos recordando aquel encuentro- hace un tiempo me encontré a alguien en este lugar y creo que llamé su atención.

-¿Cómo se veía? -preocupado, su pareja quería saber los detalles porque pudo haber estado en peligro.

-Era alto, muy alto y con el cabello rojo -la descripción calzaba con un solo dios y ambos lo sabían- no vi su rostro, pero tenía un martillo.

-Thor -explicaba Hestia- te encontraste al Dios del trueno querida.

El ambiente se había puesto tenso, por un lado la sorpresa de haber tenido enfrente a alguien si, por el otro, los celos del iluminado al pensar que su preciosa Kyomi fuera de interés para Thor.

"¿Qué haría si tu corazón fuera robado por alguien más?
No creo tener el valor de dejarte ir,
Pero lo que más quiero es tu felicidad."

Para cuando se dio cuenta, ya se encontraban frente aquel palacio de mármol, era como volver en el tiempo a la época en que los templos griegos levantados para adorar a los dioses albergaban las esperanzas de los hombres.

-Quédense un momento aquí, le diré a Zeus que tiene visita -Hestia, segura porque la pareja fuera recibida pasó la gran entrada.

-No te asustes, no dejaría que te pasara algo -Buddha había sentido los nervios de su esposa todo el camino ya que apretaba su mano con fuerza- ya pasamos por mucho, aguantemos un poco más.

-¿Cómo es posible que ilumines mi vida como un sol? -se acercó a él ocultando su cabeza en su pecho sintiendo como con su cercanía sus latidos se aceleraban.

-Porque tu iluminas la mía como la luna ilumina el cielo nocturno.

Tras unas hermosas palabras Hestia les daba la bienvenida abriendo para ellos las puertas del lugar. Con cuidado los guió a donde tendrían una audiencia con el mismísimo Zeus.

El rubio la mantuvo detrás suyo para evitar que con cualquier problema se vayan contra ella, Kyomi lo seguía de cerca sin perder de vista a su esposo.

-No es costumbre tuya visitarme, ¿A qué debo este milagro? -a los ojos de la humana un anciano sonriente los recibía aunque ella seguía oculta.

-Zeus, por muchos años he vivido amando a una mujer, la vida me la robó tantas veces como la encontraba y ya no pienso perderla otra vez -para el Dios del trueno, aquello sonaba un tanto extraño.

-No creas que solo por venir frente a mi te ayudaré con lo que me pides -había perdido el interés por aquella petición egoísta, sin embargo, Hermes quien se encontraba a su lado había notado una presencia más.

-Espera, creo que la interesada está con nosotros -señaló el pelinegro, momento en que la joven salió de su escondite para asombro del anciano.

-Tú...

Zeus corrió al encuentro con la humana, al alcanzarla no dudó en estrechar entre sus brazos, había esperado miles de años ese momento.

-Pensé que este momento nunca pasaría, pero aquí estás -observaba sus ojos, en ellos encontraba las estrellas dándole la razón, era su hija- mi niña, mi Galatea.

-Lo siento pero, mi nombre es Kyomi Mochizuki, soy solo una humana -Zeus supo que había algo mal.

-No, tu eres mi hija, es solo que no te contaron la verdad.

Ahora la sorprendida pareja tenía más confianza en su petición, quizás si había una esperanza para ellos después de años de sufrimiento.

SelenofiliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora