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Siguiendo con los planes que tenía y sin tiempo por perder Brunhilde se dirigió a ver a quien podríamos llamar "aliado".

El castillo en donde se encontraba ahora era diferente al de Buddha y su esposa, en cuanto llegó a este último era imposible no notar las flores que habían crecido en la entrada y el brillo que salía de aquellas paredes blancas, era sin duda reflejo de quienes vivían ahí.

Por el contrario, el lugar donde estaba era frío, espacioso pero con un sentimiento de pérdida.

—Acabo de hablar con Buddha, conseguí que me ayudara —comentaba separada de su receptor por un biombo de madera oscura.

—Perfecto, aunque te tomó más tiempo de lo esperado —del otro lado, esta persona tomaba una taza de té.

—Lo sé y tiene una explicación que puede ser de mucha ayuda —aquellas reuniones siempre fueron secretas, incluso ahora todos la hacían con su pequeña hermana.

—¿Qué puede ser tan importante?

—En realidad, si mis sospechas son ciertas, el que Buddha me pidiera ayuda para convertir a una humana en diosa, ¿No lo ayudaría más a usted?

—Solo si ella es lo suficientemente valiosa —ahora toma una galleta, se la comía aún concentrado en su conversación.

—En ese caso cuando todo empiece por favor insista en que él les ayude —sería una pieza clave en todo esto así que tenía que mantenerlo contento— estoy segura que Zeus lo verá con buenos ojos.

—Está bien, ahora continúa con los demás arreglos, revisa que todo esté en orden… ya no queda mucho tiempo.

Brunhilde se quedó sola en aquella sala, le habían regalado un momento de calma antes de la tormenta donde pensaba en si todo lo que pretendía valdría la pena.

Agarrando su cabeza y jalando su cabello, tenía en mente todos los sacrificios que tenía que hacer para conseguir sus objetivos. De pronto sintió que un alma inocente no debía ser parte de todo el problema.

Manteniendo la compostura volvía a su hogar donde aún con miles de cosas en qué pensar se sentía libre al ver a su pequeña hermana Göll.

—Querida hermana, ¿Dónde estabas? —la recibía con un gran abrazo.

—Oh Göll, tu hermana tenía muchas cosas que hacer —odiaba mentirle cuando sabía que tardé o temprano sabrá la verdad.

—¿Cuándo iremos a ver a mis hermanas? desde que dijiste que nos reuniremos pronto no puedo dormir de la emoción —acaricia su cabello, no deja de ser solo una niña.

—De hecho, vine a llevarte con ellas —no esperó y ya estaba caminando nuevamente al palacio del iluminado— esta es una reunión especial.

El palacio estaba lleno de movimiento esa mañana, al no tener ayuda más que cuatro manos para preparar un banquete la pareja corría de un lado al otro para tener todo listo.

Kyomi solo sabía que las hermanas de aquella mujer que los visitó hace poco vendrían para visitarlos.

La explicación que le había dado Buddha aunque muy simple, le sirvió para no sobre pensar en el asunto así que se dispuso a ayudarlo aunque a veces lo veía muy pensativo.

—¿Te sientes bien? —terminaban de acomodar la mesa con quince lugares para ellos y los invitados.

—Si, solo estoy cansado —entendía que no estaba acostumbrado a ese tipo de actividades— ¿Estás preocupada?

—Claro, no me gusta verte así —con la vista en la argolla de matrimonio en su mano continúa— siento que te traje muchos problemas desde que estoy aquí.

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