❀ 8 ❀

30 6 0
                                    

¿Qué es lo primero en que uno piensa cuando de llegar al cielo se trata? Muchos piensan que serán recibidos por ángeles en un lugar tan iluminado que lo claro del lugar hace que se sienta como vivir en las nubes.

La realidad era un poco diferente, el sonido de la música había parado y la luz que los rodeaba se había desvanecido al momento en que sintió sus pies tocar suelo firme.

—Bienvenida a casa —escuchar la voz de su ahora esposo le dio la confianza para abrir los ojos a una nueva realidad— a partir de hoy viviremos aquí.

—Este lugar es hermoso —recorre los pasillos del palacio como una niña, la seguían de cerca siendo encantado por su reacción ante lo nuevo.

—Si vas por el pasillo de la izquierda encontrarás una cascada.

Sin esperar más Kyomi siguió las indicaciones y llegando a un balcón cerca pudo ver una cascada cuyas aguas caían a las nubes generando una niebla sutil que volvía aquella noche en un momento mágico.

—La habitación de esta puerta será nuestra, se que te gusta el sonido del agua —otra de las coincidencias de su nombre era el control que tenía la luna sobre las aguas.

—Es que me reconforta, lo siento tan mío que me recuerda a la primera vez que te conocí —con esas palabras dejó al rubio ruborizarse perdido en sus memorias mientras ella recorría la habitación— aquella noche también estábamos frente a una cascada y aunque me asustaste nunca pensé que el príncipe terminaría enamorado de una pueblerina.

—No te quites mérito —la atrapó por detrás sosteniéndola en brazos— ¿Cómo podría no enamorarme de esa sonrisa o esa mirada en la que encuentro las estrellas?

La diferencia de altura no era tan grande y por supuesto era sencillo para el rubio llevarla en brazos a la cama que se encontraba en medio del lugar con una ventana por detrás que dejaba ver la cascada siendo iluminada por la luz de la luna.

Era la primera vez que estaban en esa posición en miles de años, el cuerpo de cada uno buscaba al otro y los toques entre ambos no se hicieron esperar.

Sentir las manos de tu amado recorriendo tu cuerpo al mismo tiempo de sus tibio labios en los tuyos es diferente a aquel toque que hace unos días le hacía rogar que parara.

En ninguna de sus anteriores vidas se habían unido en algo parecido al matrimonio, mucho menos habían podido quedarse juntos como deseaban, pero está vez era diferente, ya solo los separaba la maldición de una vida mortal.

Los toques los dejaban pidiendo cada vez más, sus cuerpos desnudos en cualquier momento terminarían siendo uno solo cayendo ante el deseo que su amor había provocado.

Sin embargo para una humana el viajar entre mundos consumía mucha de su energía por lo que al notar el rubio el cansancio en su mirada, decidió que lo mejor en ese momento era dejarla descansar.

—Duerme, estoy aquí a tu lado —como de costumbre la abraza para dormir porque aún cree que puede desaparecer si la suelta— mañana cuando despiertes iniciaremos el primer día del resto de nuestras vidas.

El sueño también lo invadió acomodando su cabeza en el cuello de la ojiazul dejando unos pocos besos hasta caer dormido.

"Descansa tu cabeza en mi pecho y escucharás mi corazón decir que eres lo que más amo."

El sonido de alguien llamando a la puerta los despertó. Como nadie sabía que había una humana viviendo ahí el único que podía responder a la puerta era Buddha.

—Quédate aquí, iré a ver quien es —tan pronto se levantó como por arte de magia estaba vestido aunque dejó su cabello semi atado en una coleta.

SelenofiliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora