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Aunque no estaba seguro de los planes de la valquiria, Buddha estaba convencido que ante todo proteger a Kyomi era lo importante por eso se dirigió a ver a un grupo de diosas que podrían ayudarle.

¿Podía confiar en ellas? la respuesta es que no estaba seguro, conocían un poco de su pasado y la búsqueda que su corazón le dictaba. Siguió pensando en lo mismo hasta que llegó frente a un palacio de un dios del panteón griego.

—Díganle que estoy aquí —los guardias fueron a avisar a su señora sobre la visita inesperada.

Una vez aprobada su visita siguió a dos guardias que lo llevaban al centro del lugar donde una mujer de cabellos rojos como el fuego lo esperaba contenta.

—Hace mucho tiempo que no vienes por aquí, ¿Dónde estabas? —con la inocencia que la caracterizaba lo rodeaba corriendo.

—Es una larga historia —paró sus movimientos colocándola frente a él— escucha necesito que me ayudes Hestia, pero nadie debe enterarse.

—Oh vamos, nada se me escapa, ¿Acaso ya encontraste a tu amorcito?

—Si, ya está conmigo y necesito que aprenda a defenderse —de pronto alguien más los acompañaba.

—Ese es un trabajo para mi —otra mujer, esta vez de cabello corto en color negro hacia presencia— después de todo, soy la protectora de las mujeres.

En los jardines del palacio Kyomi cuidaba de las plantas y flores que había crecido. Con una regadera les proporciona agua que hace que los pétalos brillen con la luz del sol que estaba sobre ellos.

Terminando su cometido decidió quedarse a la sombra de un árbol admirando el paisaje y sintiendo la brisa con cierto aroma fresco.

Cuando un conejo apareció le dio la sospecha de que llamaba por su ayuda cada vez que movía su cabeza en dirección a un lado. Un chillido de dolor le siguió y supo que alguien necesitaba ayuda.

—Te sigo, guíame a tu amigo —se levantó del piso siguiendo al conejo hasta un claro donde un zorro tenía la pata atrapada entre las rocas— esto debe dolerte, deja que te ayude.

Los animales en ese lugar eran igual de cautelosos aunque distinguían a qué dioses podían pedir ayuda porque sus almas nobles los guiaban a ellos.

—Listo ahora eres libre —aunque liberado, el zorro se quedó a su lado mirándola fijamente con unos bellos ojos oscuros.

Notó entonces que los pájaros alegres por la ayuda volaban a su alrededor e incluso juró ver a dos cuervos sobrevolando los aires en ese momento, uno blanco y el otro negro.

Los cielos claros e iluminados en un abrir y cerrar de ojos se tornaron oscuros, las nubes de lluvia se cargaban presagiando una tormenta alejando la tranquilidad que vivían.

Fue en ese momento que una voz resonó en los cielos haciendo que su temor por ser notada por los dioses se hiciera presente.

—Así que tú eres la humana que anhela la divinidad de un dios.

—¿Quién es? —susurraba para ella misma mientras se ocultaba bajo los árboles.

—Los de tu especie son tan egoístas, ¿Qué propósito te trajo aquí?

Sostuvo sus manos sobre su boca para evitar que fuera escuchada y encontrada, el miedo se adueñó de ella.

—Cuídate porque el Valhalla no solo es el lugar al que los humanos creen celestial y pacífico, es mucho más que eso.

Terminando la advertencia el cielo recobró su color azul, las aves volvieron a salir así como los animales como si nada de eso hubiera ocurrido.

Aún escondida reflexionó sobre lo que acababa de escuchar, no tenía sentido justificar su presencia en aquel lugar divino únicamente por amor.

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